Chase Johnsey es hombre, pero quiere ser primera bailarina
El norteamericano es parte de su cuerpo de baile femenino desde marzo; la histórica decisión del ensamble que dirige Tamara Rojo busca "reflejar el mundo en que vivimos"
LONDRES.- Las damas de la corte, con sus largos vestidos y sus sombreros con velo, cruzan en un majestuoso minué el escenario del Teatro Coliseo de Londres, en la producción de La Bella Durmiente del English National Ballet. Cuando el príncipe las mira, mientras da vueltas alrededor enfundado en la elegancia y el encanto de su uniforme, ellas golpean el piso con su bastón. Hasta aquí, la escena no tiene nada de particular. Pero lo hay. Una de esas damas de la corte es un hombre: Chase Johnsey.
Por primera vez en la historia del ballet moderno, un bailarín se desempeña como parte del elenco femenino de una compañía de ballet internacional, marcando un hito artístico en una disciplina que ensalza un ideal muy particular de feminidad. Como lo expresó el gran coreógrafo George Balanchine: "El ballet es mujer".
En un mundo con una mayor conciencia del concepto de fluidez de género y en el que cada vez más personas transgénero son aceptadas en una variedad de profesiones, entre las que se incluyen particularmente la actuación y el modelaje, el ballet está dando con valentía su propio grand jeté.
"Quiero que me vean como una bailarina", dice Chase Johnsey, un artista norteamericano que se define como de género fluido, pero que usa el pronombre masculino para referirse a sí mismo. "Llevo el cabello recogido, me maquillo, uso atuendos de mujer. Tengo la capacidad de interpretar papeles femeninos y de proyectar esa imagen, así que eso es lo que hago, artísticamente hablando".
Tamara Rojo, la directora del English National Ballet que en marzo último le ofreció a Chase un lugar en su cuerpo de baile, dice que estaba "muy insegura, porque esto puede ser visto como una maniobra publicitaria". Y agrega: "Por el contrario, tiene que ver con reflejar el mundo en el que vivimos. Dentro de nuestra compañía hay distintas razas, culturas y creencias, y este es solo otro aspecto de esa visión".
Sin embargo, en el ballet hay reglas estrictas que todavía importan. No así en el teatro, que adoptó el cambio de género con las representaciones íntegramente femeninas de Shakespeare (Glenda Jackson, por ejemplo, encarnando al rey Lear). Esto podrá requerir que el público suspenda en parte su incredulidad, pero no exige un cambio fundamental de la apariencia ni de las capacidades del intérprete. En el ballet, en cambio, el cuerpo es todo.
Las bailarinas clásicas, más aún cuando se trata de las principales compañías del mundo, se tienen que ajustar a normas estéticas específicas, que incluyen la delgadez y ciertos conceptos rígidos acerca de lo que constituyen proporciones armoniosas (en la danza moderna y la contemporánea, la variedad de tipos físicos es mucho mayor).
Para los grandes ballets decimonónicos, como El lago de los cisnes y La bella durmiente -que son la columna vertebral del repertorio tradicional- las bailarinas de los elencos femeninos, conocidos como cuerpos de baile, físicamente no deben diferenciarse una de la otra, dado que personifican grupos de cisnes o sílfides. Johnsey integra el cuerpo de baile, y un bailarín del cuerpo de baile se tiene que confundir con el grupo, y no destacarse por sobre él.
Además, entre los hombres y las mujeres hay diferencias técnicas importantes en el ballet. Los hombres ejecutan saltos y giros mayores y más atléticos, y son los que se encargan de levantar y transportar a las mujeres. Las bailarinas bailan en "puntas" -sobre el dedo gordo de los pies, con zapatillas de baile rígidas-, una habilidad que aprenden desde pequeñas y para la que se requiere una fuerza y un entrenamiento distintos de los de los hombres.
Chase -que hasta se sometió a una cirugía estética para hacer que los rasgos de su cara fueran más femeninos- ya contaba con algunas de estas habilidades antes de unirse al English National Ballet. En una entrevista poco antes del estreno de La bella durmiente, contó que empezó a bailar en puntas de pie, en secreto, cuando era adolescente. Tres años después se unió a Les Ballets Trockadero de Monte Carlo, un grupo de comedia neoyorquina integrado exclusivamente por hombres, que interpretan los roles masculinos y los femeninos.
Los "Trocks" -como se los conoce- interpretan papeles de bailarina técnicamente exigentes, y Chase fue aclamado por su esplendor y delicadeza. El año pasado ganó el Premio Nacional de Danza del Reino Unido al mejor bailarín, en gran parte por sus apariciones con los Trocks. A principios de este año, Chase abandonó el grupo argumentando que él y otros bailarines habían sido maltratados y acosados por haberse mostrado demasiado femeninos en las clases y en los ensayos. La compañía contrató a un investigador independiente, que no encontró motivos que fundamentaran dichos reclamos.
Al unirse al English National Ballet, Johnsey descubrió que actuar como transformista con la intencionalidad de la comedia es muy distinto a formar parte de un elenco estable de mujeres. "Con los Trocks, si te equivocabas, podías hacer una broma", dice, y sostiene que a pesar de la solidez de su técnica tenía una idea completamente errónea acerca de lo que hace que una bailarina sea grácil y hermosa. "En realidad, es la fuerza que se esconde debajo de la suavidad y de la gracia. Me las tuve que ingeniar para encontrar eso dentro de mi conformación genética masculina".
En La Bella Durmiente, Johnsey no aparece bailando en puntas de pie, sino en lo que se conoce como claque, con atuendos menos reveladores que los de las bailarinas que ejecutan los roles de puntas. Aun así, su camino para llegar a esas apariciones fue arduo. Desde que empezó a trabajar allí perdió casi nueve kilos con ayuda de una nutricionista y entrenó con un preparador físico y conLoipa Araujo, la maestra de ballet de la compañía, para readiestrarse y remodelar su cuerpo.
"Seré un tipo bajo y menudo, pero soy un hombre", dice Chase, que mide 1,67 metros. "Tengo los hombros más anchos, las pantorrillas más grandes y la textura de mis músculos es distinta -añade-. Tengo que canibalizar mi cuerpo, hacer circular la energía de los músculos y arreglármelas para perder masa muscular sin perder la fuerza".
"Las bailarinas de la compañía me recibieron muy bien", dice Chase. "Acá nunca me sentí un bicho raro. Pero soy consciente de que no todo el mundo me va a apoyar y de que es probable que se produzca algún retroceso". Isabelle Brouwers, la bailarina del cuerpo estable que ejecuta la mazurca del tercer acto con Chase, dice que cuando él se unió a la compañía no hubo hostilidad ni prejuicios. "Creo que es un paso enorme y positivo para hacer que el ballet ingrese en el siglo XXI", afirma. Isabella Boylston, bailarina principal del American Ballet Theater, dice que a ella no le parece un problema "siempre y cuando estén abiertos a hacer lo mismo en las dos direcciones".
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