Dejar que los símbolos hablen

Cómo conocer a esta persona que está delante de mí, no sólo por lo que expresa conscientemente, que en muchos casos es parcial y confuso? ¿Cómo ayudarla para que se conozca a sí misma? ¿Cómo hacerle valorar la enorme riqueza de su ser personal único e irrepetible? ¿Cómo ayudarla para que pueda ir resolviendo ella misma sus problemas y así alcanzar su normalidad?", eran algunas de las preguntas que inquietaban a María Ana Ennis, una joven médica argentina recién egresada de la Universidad de Buenos Aires en 1958. Un principio de respuesta llegó dos años más tarde gracias a una beca otorgada por la National Catholic Welfare de Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Loyola, Chicago, con la prestigiosa doctora Magda Arnold (1903-2002). Fue a partir de una experiencia personal con la técnica del sueño despierto o sueño lúcido bajo la guía de la doctora Arnold que Ennis comprendió la importancia de los símbolos en la cura terapéutica. En la técnica del sueño despierto, el paciente sueña, pero sin perder conciencia, es decir, puede incluso modificar situaciones traumáticas y resolverlas.

Material analizado en conjunto. Posteriormente, en la Argentina, junto a un grupo de profesionales, fue desarrollando los fundamentos y la metodología de lo que lo denominó psicología simbólica. "Donde el material usado por el terapeuta es dado por el paciente producto de su imaginación, de los símbolos que presenta y de la interpretación que el mismo paciente hace en el transcurso de las sesiones. El material es discutido y valorado entre el paciente y el terapeuta, pero éste nunca dirige esa interpretación", aclara Ennis.

Atmósfera. La primera entrevista se inicia con una breve explicación de la técnica para que el paciente se vaya familiarizando con ella. Ese momento transcurre en un ambiente de semipenumbra, lo más silencioso posible, con el paciente con los ojos cerrados, cómodamente sentado o muy relajado recostado en un diván para favorecer la concentración. "Comprobé que hay pacientes que logran imaginar estar en un ambiente solitario y de total silencio, aunque en ese mismo momento se escuchan los ruidos de la calle y los gritos del diariero", detalla Ennis.

Liberar la imaginación. Al iniciar la sesión el terapeuta pide al paciente que dé curso libre a la imaginación y que relate todo lo que ve, lo que oye, lo que toca, lo que siente, lo que encuentra, sintiéndose protagonista. Es importante que acepte todas las imágenes que se le presenten por muy ilógicas que parezcan; la lógica del sueño se va a descubrir luego en su interpretación.

Sueño dirigido. El terapeuta acompaña respetando el ritmo del paciente, aunque deberá dirigirlo con estricta lógica para ayudarlo a solucionar los problemas que se le presenten. Así, si encuentra cadáveres se le sugerirá que los entierre. Si hay fantasmas o personas disfrazadas, que los desenmascare. Que destruya los animales dañinos y reubique los objetos, animales o personas que estén fuera de lugar, etcétera. En ningún caso se utilizan soluciones mágicas porque en la realidad el hombre no puede solucionar mágicamente sus problemas.

Fobia. "En una ocasión nos consultó una joven estudiante de 16 años que tenía fobia a las estatuas. Frecuentemente tenía pesadillas con ellas y su temor llegó hasta tal punto que una vez que estaba en una conferencia, gritó y salió corriendo de la sala al descubrir una. Sintió mucha vergüenza. Además, para ella, confesar que les tenía miedo era equivalente a aceptar que estaba loca."

Tratamiento. En la terapia imaginó una inmensa estatua y dijo que tenía miedo de que se le cayera encima. Cuando el terapeuta le pidió que la tocara, la paciente respondió que estaba muy fría, que era grande y que ella se sentía muy chica". Luego continuó: "Encuentro una calle, es una avenida con muchísimos autos. Uno casi me atropella. Cruzo esa avenida. Llegó al otro lado. Pero no veo gente por ninguna parte. Sigo caminando, ya no pasan más autos, eso no me gusta nada. No sé dónde estoy. Pero me da la impresión de que me están espiando. Ahora estoy arriba de una colina. Veo pasto, me dan ganas de correr, correr y no parar más. Sigo por la izquierda. Hay otra escalera, la bajo corriendo. Está mi madre ahí, no me quiero acercar".

La terapeuta le pide que se acerque a su madre y la salude. La paciente responde: "Está muy lejos, no me oye. Estoy a su lado, no me ve ni me oye?, parece una estatua".

"¡Tóquela! ¡Dele la mano!" , pide la terapeuta. "Me da asco. La mano de ella es muy pesada. Es pesada como plomo." "¿Le da miedo?" , insiste la terapeuta. "Sí, no me gusta porque estoy sola. Además es fea. Pero sé que es ella. Estaba al pie de la escalera sentada en un banco. El camino dobla a la izquierda, ahora sé dónde estoy. Es la plaza que hay cerca de mi casa. Cuando dejé a mi madre, al doblar el camino apareció mi novio; empezamos a caminar de la mano."

"En las conclusiones, la joven dedujo que las estatuas representaban a su madre. Agregó datos que pude confirmar con sus familiares. Que la madre era una persona psicótica que la castigaba mucho de chica, sobre todo al menor llanto, y que no era afectuosa con ella. Aunque la psicoterapia simbólica es una terapia breve, éste fue un caso excepcional ya que en sólo dos sesiones la paciente descubrió la etiología de su fobia y así pudo enfrentar su problema y solucionarlo", remata Ennis.

PERFIL
La doctora María Ana Ennis es médica egresada de la Universidad de Buenos Aires y psiquiatra egresada de la misma universidad. En 1960 fue becada por la organización National Catholic Welfare de Estados Unidos para estudiar, con la dirección de Magda Arnold, en la Universidad de Loyola en Chicago. En 1974 fundó la Escuela de Psicoterapia Simbólica y en 1983, la Fundación Argentina de Psicoterapia Simbólica.

LECTURAS

• Pscoterapia simbólica (María Ana Ennis).

• Pscoterapia simbólica, fundamentación y metodología (María Ana Ennis).

• Pscoterapia simbólica, bases y conceptos (María Ana Ennis).

Por Luis Aubele

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