El guiño a la Argentina que hace la nueva temporada de Emily en París
La serie protagonizada por Lily Collins desembarcó en el gigante del streaming con otra entrega y sorprendió con una secuencia que remite a Eva Perón; esta nota contiene spoiler
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Glamour, atuendos a puro color y paisajes inolvidables son tres de los puntos por los que Emily en París se ganó la aprobación del público desde octubre de 2020, fecha en la que la serie producida por Dan Starren (conocido por Sex and the City) y protagonizada por Lily Collins se estrenó en Netflix. Así fue que durante cinco años, los fanáticos siguieron minuciosamente la trama de cada temporada; sin embargo, hay un detalle que pasó desapercibido por la gran mayoría: el guiño que la ficción le hace a la Argentina.

Las maneras de expresarse, las prendas que se lucen, como así también el peinado y los accesorios que se utilizan para complementar un outfit, no solo dicen cuál es el estilo de la persona, sino que quedan en la memoria colectiva de un país. Y eso ocurrió con Eva Duarte, la esposa del presidente Juan Domingo Perón y quien, por lo tanto, ostentó el título de Primera Dama desde 1946 hasta su muerte en 1952.
‘Evita’, como se la conocía, hacía sus apariciones públicas con una impronta que combinaba la alta costura parisina con una gestualidad de liderazgo única. Es precisamente esa imagen, la de la mujer asomada al balcón con los brazos extendidos y el cabello rígidamente recogido, la que resuena con fuerza en el primer episodio de la nueva temporada. Pero, antes de seguir leyendo, atención: esta nota contiene spoilers.
El primer episodio transcurre en Roma, donde Sylvie Grateau expande su Agencia Grateau al abrir una nueva sucursal, de la que Emily Cooper es la elegida para liderar. En medio de un paseo junto a su amante por la capital italiana, la publicista francesa se encuentra con una vieja amiga: la principessa Gianna Grapezzi di Saturnia, una mujer británica que conoció a su príncipe italiano después de su tercer matrimonio.
Aquel encuentro las lleva a terminar la velada con un par de tragos. Mientras la principessa le advierte que es “casi imposible” encontrar clientes en una ciudad donde a ella “nadie le habló por tres meses, pese a ser miembro de la realeza”, se le ocurre organizar una fiesta de bienvenida en el palazzo (edificio donde vive) para presentarla ante la alta sociedad.
En ese sentido, el evento no tardó en llevarse a cabo. La principessa, a quien también llaman Jane, apareció con un vestido negro forrado en gasa, el cual tenía bordada la frase en inglés “Italia is love” (Italia es amor) y un rodete bajo, muy similar a los que Eva Perón solía usar. Sin embargo, la atención se la robó su discurso unos minutos después, cuando en medio de la celebración, se asomó al balcón del palazzo y golpeó con un utensilio la botella de cerveza que llevaba en la mano, una señal para que todos estuvieran atentos a las palabras que pronunciaría.
“Damas y caballeros. Levantemos una botella de Peroni Nastro Azzurro”, exclamó, refiriéndose a una de las marcas que la acompañaban durante aquella tarde. Y siguió: “Para darle la bienvenida a mi gran amiga y brillante especialista en marketing, Sylvie Grateau, quien aportará su savoir-faire francés a las marcas italianas. Por ti, Sylvie”.
En medio de aplausos, Jane se dirigió al público como si estuviese protagonizando un anuncio publicitario: “Y sobre todo por Peroni”. Acto seguido, tomó un trago y exclamó: “Mmmm, delicioso”. La performance terminó con el saludo característico de Eva Perón con las manos, el cual consistía en elevar ambos brazos abiertos y extendidos hacia arriba, un gesto icónico, especialmente popularizado en sus discursos desde el balcón de la Casa Rosada.
“¿Quién se cree que es? ¿Eva Peroni?“, lanzó al verla Julien -amigo y colega de Emily-, un juego de palabras que no necesitaron explicación.
Pero aquel guiño no fue casualidad. La moda es el punto fundamental de la ficción protagonizada por la hija de Phil Collins y tanto ella como la ex Primera Dama tienen algo en común: ambas comparten un lazo con la icónica casa Christian Dior. Mientras que el diseñador francés llegó a decir que la única reina que había vestido era a Eva Perón (quien incluso tenía un maniquí con sus medidas en el atelier parisino, ya que no podía viajar constantemente a Francia para las pruebas), Emily Cooper camina por las mismas calles de París -y Roma también- rindiendo culto a esa estética de lujo de manera silenciosa.

La conexión entre Eva Perón y la casa Dior no fue una simple relación de cliente y diseñador, sino un romance estético que marcó la moda del siglo XX. Todo comenzó en julio de 1947, durante la célebre “Gira del Arco Iris”, momento en el que Eva llegó a París apenas unos meses después de que el icónico diseñador revolucionara el mundo con su colección “New Look”. Al visitar el atelier en la Avenue Montaigne, el impacto fue mutuo: el diseñador francés encontró en la argentina a la embajadora ideal para su visión de la elegancia estructural y femenina.
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