
Como todo, este año la television empezó mal. Mientras la gente salía a la calle a gritar su hartazgo con la “clase política” y con un sistema que pregona la libertad de los mercados pero que terminó expropiando los ahorros y el trabajo de la gente, los canales miraban para otro lado.
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La impresión de que los medios podían reemplazar a las instituciones para controlar al poder se rompió en una sola noche. Más que nunca, durante los eventos de diciembre y enero se explicitó que su objetivo primordial es asegurar su supervivencia. El sociólogo Pierre Bourdieu se pregunta qué es lo que la tv deja de mostrar cuando muestra algo. Las horribles escenas de catch verbal y físico del programa de Moria, la saga de los hermanos Süller, el seguimiento de la actividad bucovaginal de Flavia Miller, todo lo que vemos durante el día en la pantalla no es un entretenimiento un poco bizarro pero inocuo, es espacio robado a algo mejor.
La acumulación de sucesos insólitos e injustificables es una muestra del gusto que se espera del espectador local. Porque una audiencia no es algo dado que hay que satisfacer: una audiencia se construye. Se argumenta que la crisis actual, el achique brutal del mercado, no deja margen para fracasos e impide correr riesgos. Sin embargo, la televisión parece siempre dispuesta a arriesgarse a ser más vulgar cada día. Y este año, más que nunca.
En la historia de la infamia televisiva del 2002 debería tener un lugar de privilegio la programación policíaco-trash del Canal 9 de Daniel Hadad. ¿Para qué dar más espacio a gente que tiene todo un multimedio a su disposición para difundir sus ideas y las de quienes les pagan? Mientras más primitivo se vuelve el aparato ideológico de la televisión, más fundamentales, más básicos son lo cuestionamientos que se imponen: ¿sus in- tereses son los del conjunto de la sociedad?, ¿es razonable que no haya barreras éticas ni estéticas a la persecución de un punto de rating?
Pero, entonces, ¿por qué todos seguimos mirando televisión? Porque no sólo no implica ningún esfuerzo sino que nos releva de otros esfuerzos.Afortunadamente, no se trata de una programación homogénea. Aunque parece una tarea de entomólogo, entre toda la oferta del aire y el cable, es posible armarse una programación alternativa que escape a la regla básica de diseño de contenidos televisivos que define al espectador como un denominador común mínimo. Estos son los doce programas del 2002 que nos permitieron imaginar que otra televisión es posible.
12. Los Expedientes Secretos X. Fox
Este año los expedientes secretos x llegó a su fin. El último episodio, llamado "La verdad", no aclaró demasiado, una tarea ciclópea tras casi nueve años de preguntas sin respuestas. A pesar de que el final no estuvo a la altura de las primeras temporadas, Los Expedientes Secretos X empujó la televisión hacia delante al demostrar que había un público capaz de tolerar historias complejas e incómodas. La serie identificó algunas de las tendencias más relevantes de la década pasada –la creciente desconfianza en las instituciones y los medios de comunicación; la paranoia como estado natural del ciudadano– y las convirtió en buena ficción fantástica. Inspirada en la legendaria Kolchak, el cazador nocturno (inolvidable serie de los 70 en la que el reportero del título investiga casos paranormales), incorporó todo rumor, superstición y leyenda urbana a su mitología y abrió el juego para una televisión de mayor vuelo, menos pegada al naturalismo y a la reproducción de lo cotidiano. La extrañaremos.
11. Son amores. Canal 13
Las aventuras de los hermanos marquesi lograron lo que parecía imposible: destronar a Marcelo Tinelli del liderazgo automático de los ratings. La tira es una comedia de situación sobrecargada de momentos estereotipados y del método de interpretación Franchela tan característico de las comedias locales, enfrascadas en una búsqueda desesperada de la complicidad del público. El método, sumado a la abundancia de modismos salidos de la calle –y algunos creados por los actores– dio sus frutos: las escuelas y las oficinas se llenaron de imitadores amateurs de los protagonistas. A pesar de sus defectos, Son amores tuvo momentos hilarantes y demostró que es posible liderar el rating con un producto más que digno.
10. Tumberos. America
Adrian Caetano hizo uno de los programas más interesantes y personales del año. Aunque se trató de un encargo, el director de Un oso rojo impregnó la serie de su genuina preocupación social, así como de su interés por el modo narrativo de los géneros populares. En la línea de Oz (la serie de HBO), Tumberos recurre a las ideas más extravagantes para contar su historia, cosa que separa la propuesta del naturalismo a ultranza que domina nuestra televisión. Con el paso del tiempo, las interpretaciones y el pulso del relato ganaron en solidez, y el número de situaciones que provocaban la incómoda sensación de no estar funcionando se redujeron casi a cero. En un momento en que parte de la televisión pretende dividir a la sociedad poniendo a la "la delincuencia" de un lado y al Ejército, la policía y la "gente honesta" de otro, esta serie intenta contar las cosas desde un punto de vista diferente. Sólo por eso, y no es su única virtud, es de visión imprescindible.
9. Todo x 2 pesos. Canal 7
Como todos los años, el programa de Fabio Alberti y Diego Capusotto transitó por la montaña rusa de sus ideas sin freno: algunas fueron en franco ascenso, otras se precipitaron a toda velocidad hacia el desastre. Tras cuatro temporadas –con un promedio de rating de 5 puntos, tres por encima de la media de la emisora– el programa no pudo librarse del estigma de ser "under", "de culto" o "difícil"; por ello, jamás tuvo la oportunidad de salir a buscar una audiencia mayor. Con su despedida, la tv cerró la puerta al absurdo y al delirio más sublimes. Sin Mario y Marcelo todo estará un poco peor.
8. Samurai Jack. Cartoon Network
Genndy Tartakovsky, el responsable de El laboratorio de Dexter y Las chicas superpoderosas lo hizo de nuevo. Samurai Jack, su nueva creación, puede verse como un compilado de los mejores momentos de la animación de los últimos años. Si bien Tartakovsky siempre apostó por el silencio y el diálogo escaso, aquí esta apuesta se multiplica: casi todo es acción. A la vez que hace avanzar el relato a buen ritmo, el animador se las ingenia para inundarlo de citas que exceden los límites de la autorreferencia televisiva. Para adultos de todas las edades.
7. TVR. America
Para la gente que no ve television durante el día, tvr se convirtió en el resumen ideal. A diferencia de otros programas que viven de los restos de la pantalla, tiene una mirada crítica que se hace explícita en las opiniones guionadas de Fabián Gianola y Claudio Morgado, pero, sobre todo, en la edición de cada segmento. Pese a cierto desgaste, al recurso de cierto humor de mingitorio y al declive de las tiras animadas, los segmentos basados en los sucesos semanales llegaron a picos nunca igualados. Es claro: este año el material de base fue mejor –o, en verdad, peor– que nunca. Curiosamente, la existencia de este programa justifica la de los talk shows de la tarde.
6. Puntodoc/2. America
Este año, el ciclo de investigacion de Daniel Tognetti y Rolando Graña consolidó su presencia en la televisión con un rating sostenido. La frecuencia de dos veces por semana hace que el programa tenga un lazo más fuerte con la actualidad inmediata, al tiempo que no descuida sus investigaciones de largo aliento. La Argentina es hoy propicia para hacer un negocio de la denuncia. Puntodoc/2 lo evitó con la solidez de sus investigaciones. A diferencia de otros programas similares –que son productos de medios cuestionados por su relación con el poder– pertenece a una productora independiente (Cuatro Cabezas) y su credibilidad continúa intachable.
5. Dr. Who. Uniseries
El estreno de esta serie en una señal local fue un hito televisivo que pasó completamente inadvertido. Casi desconocida en la Argentina, Dr. Who es una tira legendaria que permaneció en el aire veinticinco años consecutivos en la televisión inglesa. El formato de la serie no pone límites –ya que había suficientes con las restricciones presupuestarias– a la creatividad de los guionistas: el Doctor es un extraterrestre renegado, cuya nave espacial le permite visitar cualquier época y lugar. El período dorado de la serie, que se emitió desde 1963 hasta 1989, fue la primera mitad de los 70, cuando se volcó abiertamente al terror. Aunque algunos episodios han envejecido mucho y resultan involuntariamente hilarantes o demasiado inocentes, la imaginación que despliega en sus mejores momentos alcanza para ubicarla en la cumbre de la televisión británica.
4.Los Simpson. Fox
Tras trece temporadas, los simpson no deja de mejorar y de sumar espectadores. Con sus personajes, Matt Groening parece haber tocado alguna fibra universal que hace que la familia de Springfield juegue de local en cualquier lugar del mundo. ¿Acaso alguno de nosotros duda de que Homero es argentino? A esta altura es innegable: los Simpson son los Beatles de la televisión. Y, según dice su creador, no tienen pensado separarse.
3.Los Soprano. HBO
Los Soprano es una de las series mas subversivas de la televisión norteamericana: deliberadamente lenta, está llena de tiempos muertos, de silencios y de episodios que concluyen de un modo que es capaz de decepcionar. Sin embargo, el creador David Chase construyó una saga atrapante. Caminando por un sendero en el que era difícil salir victorioso –Francis Ford Coppola y Martin Scorsese retrataron la vida cotidiana de la mafia en films insuperables–, encontró el modo de eludir las comparaciones. En tres temporadas, la historia de Tony Soprano, su famiglia, sus cómplices y sus enemigos creció hasta tomar dimensiones trágicas. Todo indica que para el atribulado Tony ya empieza a cocinarse una caída de proporciones shakespeareanas.
2. Los Simuladores. Telefe
Con algunas resonancias de el juego, film de David Fincher protagonizado por Michael Douglas, Los simuladores resultó una de las propuestas más inventivas del año. El programa debe ser celebrado no sólo por su originalidad, sino también por rescatar la importancia de la ficción –la ficción misma es el eje de cada trama– en un medio que suele apostar por talk shows y concursos. Con el tiempo, la repetición de una misma estructura en cada episodio puede llegar a disminuir el impacto y las sorpresas del guión, sin embargo, el ímpetu con el que empezó el programa hace pensar que la imaginación de su creador está lejos de agotarse.
1.Six Feet Under. HBO
Creada por Alan Ball, guionista de la mediocre Belleza americana, esta serie reemplaza el cinismo inocuo de aquella película para hablar de la familia norteamericana con humor negro. El título ("dos metros abajo") hace referencia al lugar donde van a parar todos los clientes de los protagonistas: los Fischer, responsables de una empresa de pompas fúnebres. Ball examina la cultura norteamericana, su deseo de transcendencia y los resentimientos y frustraciones de una familia que, a diferencia de una sociedad que niega la muerte, es confrontada permanente con la fragilidad de la vida. Por la crudeza de la situaciones y el irresistible humor con el que se resuelven, Six Feet Under es una de las propuestas más arriegadas y, al mismo tiempo, logradas de la televisión actual.




