Gabriella Bo, la ex mujer de Cristián Castro: "En la Argentina nunca me sentí juzgada"
Durante un largo tiempo, su vida no dio respiro: se casó con el cantante mexicano Cristian Castro para divorciarse apenas un año más tarde, se mudó a Buenos Aires, inició una carrera como actriz y hasta tuvo el gusto de participar de la edición 2008 del Bailando por un sueño. Con sus modales refinados y su lengua filosa, Gabriella Bo parecía haber llegado para quedarse, pero finalmente dio un paso al costado.
"Mi vida siempre fue así; en todo caso, lo ‘extraordinario’ fue estar en los medios", explica ella a Personajes.tv, hoy dedicada casi exclusivamente a su familia y a la decoración de interiores. "Disfruto de tener una vida normal, tener a mis hijos sanos, estar enamorada. Me fascina mi trabajo, ver un buen show y compartir una comida con amigos. Disfruto de darle valor a las cosas sencillas y tener los pies sobre la tierra, pasarla bien sin tener que estar ahí arriba".
-¿Cómo llegaste a estar "ahí arriba"?
-Ya desde muy chiquita mis padres me mandaban afuera a estudiar: tenía 10 años y me iba un mes y medio a los Estados Unidos, por ejemplo. Siempre fui muy independiente, viví la vida a mil, viajando y haciendo de todo un poco. Paraguay es muy chiquito y muy atado a las tradiciones, entonces solía estar unos pasos adelante que mis amigas.
-Es decir que tu familia fue bastante liberal...
-Más que nada mi mamá, que es argentina. Ella siempre fue muy independiente, muy soñadora y me inculcó eso. Pero cuando me separé de Cristian Castro, no quería volver a vivir a la casa de mis padres, a la torre de cristal (risas). Me vine a Buenos Aires, pero ellos querían que me vuelva a Paraguay. Como me negué me dijeron: "No cuentes con nuestro apoyo para nada". Ahí empecé mi vida mediática, artística, por decirlo de alguna manera.
-¿Qué fue lo primero que hiciste en la Argentina?
-Lo primero fue un papel en Soy tu fan , después seguí con Sangre fría... Empecé bien, no sé por qué la gente se encariñó conmigo y me trató muy bien desde el comienzo, me llamaban para trabajar de todos lados. Después me fui a trabajar a México, quedé embarazada de Santi, mi primer hijo, y como venía muy a mil, decidí dejar todo y empezar a cuidarme. ¡Por ese entonces, me acosaban los paparazzi! Era muy top que te buscara un paparazzi, no como ahora (risas).
-¿Te asustó la fama?
-Me acuerdo de haber estado en un restaurante, que me apuntaran con una cámara y yo sin saber si me estaban sacando fotos o me estaban apuntando con un arma. Era todo muy loco. Estuve criando a mi bebé, quedé embarazada de mi segundo hijo… Volví a trabajar en 2008, cuando me llamaron de Ideas del Sur y me fui al "Bailando por un sueño".
-¿Tuvieron que insistir mucho para convencerte?
-No, porque a mí me encanta todo lo relacionado a lo artístico. Mi abuelo era dueño de un canal de televisión, de un diario y de una radio en Paraguay, y yo me crié en contacto con todo eso, de chiquitita ya hacía publicidades. Y si bien nunca había bailado, me gustan los desafíos, y la verdad que lo pasé súper bien.
-¿Fue lo último que hiciste?
-Sí, porque después de eso me empezaron a ofrecer cosas a lo que sentí que no tenía mucho para aportar. Principalmente me ofrecían trabajo como actriz, pero yo conozco mis limitaciones y cuando actué lo hice para divertirme, no es algo que sienta como una pasión. Creo que soy una persona para mostrarme más natural, no para hacer un papel en una novela.
-¿Nunca te ofrecieron ser vedette?
-No, y la verdad es que me gusta que no me llamen para eso porque significa que no me ven ese perfil. En el "Bailando..." nunca estuve en tanga, por ejemplo.
-Igual, el show todavía no tenía un costado tan escandaloso...
-Ese año empezó, pero nunca me hubiese prestado a ese juego. De hecho, me acuerdo que Marcelo (Tinelli) quería cortarme la pollerita y yo tenía todo bien cosido. ¡No había manera! De todos modos, siempre me trataron con respeto y creo que tiene que ver con algo que transmito, una cosa de límites que se impone sin necesidad de ponerlos en palabras.
"Evolucioné como persona"
Gabriella tenía 22 años cuando se casó con Cristian Castro, en marzo de 2003. Más de 400 invitados y varias decenas de medios latinoamericanos cubrieron la fastuosa celebración, que se llevó a cabo en la ciudad natal de la novia, Asunción. Ellos se habían conocido un año antes, durante una fiesta veraniega en Punta del Este; todo fue demasiado rápido, y la separación no fue la excepción.
Once meses fue tiempo suficiente para que Gabriella pasara del enamoramiento al desencanto. Y, mientras él obtenía el divorcio y volvía a casarse –esta vez, con la argentina Valeria Liberman–, ella trataba de entender qué fue lo que había fallado "La relación fue enfermiza. Hubo situaciones de agresión física y psicológica de parte de los dos", aseguró ella años más tarde, ganándose la antipatía de gran parte de las seguidoras del cantante mexicano.
-Se que has hablado mucho de Cristian Castro...
-¡Ay, no! Mandale saludos.
-¿Pero qué sensación te ha dejado la distancia?
-Ha pasado un montón de tiempo, las heridas se han cerrado... Me parece algo muy lejano y ajeno a lo que soy hoy. Me genera emoción mirar para atrás y ver que evolucioné como persona, no haberme quedado con la rabia o el resentimiento. Me da orgullo esa etapa de mi vida porque fue un aprendizaje. Nada más.
-¿Te sentiste muy criticada luego de la separación?
-Sí, en Miami me mataban, en México también. Fue tremendo. Pero en la Argentina la gente siempre fue increíble conmigo, muy solidaria, nunca me sentí juzgada. Por eso también vivo acá, ¿no? Tengo posibilidades de irme pero elijo quedarme porque amo este país.
-¿Por eso elegiste Buenos Aires?
-Sí, y porque la familia de parte de mi mamá es argentina y eso hizo que siempre estuviera como en mi casa. Me sentí cómoda, y creo que la gente de alguna manera percibe eso. Amo a la Argentina con toda mi alma... Y a Paraguay también, claro.
-¿Te reconoce la gente en la calle?
-No se... ¡No creo que la gente se acuerde de mi! No creo haber dejado una huella en la gente para nada. Me reconocen mis compatriotas, eso sí.
-¿A qué te dedicás actualmente?
-Luego del "Bailando…", me puse a trabajar en mi estudio de arquitectura y diseño. Considero que lo que hago tiene mucho que ver con la estética y con lo artístico, entonces me siento realizada haciendo eso. La paso bien, lo disfruto, de ninguna manera siento que no me realicé en lo laboral, al contrario.
-En una época diseñabas ropa…
-Lo hago cada tanto porque me gusta la moda, pero no tengo continuidad. Por ahí alguna amiga me pide que le haga una colección, pero sin compromisos, cuando tengo ganas. Todo el tiempo estoy cambiando todo.
-¿Sos una mujer sin ataduras?
-Exacto. Sólo estoy atada a mis dos hijos. Y a mi novio lo amo, pero bueno... ¡ya voy por el tercero! (Risas).
Me genera emoción mirar para atrás [haciendo referencia a su relación con Cristián Castro] y no haberme quedado con la rabia o el resentimiento.
-¿Te volverías a casar?
-¡Sí! Me muero por casarme porque sigo creyendo en el amor.
-¿Estás esperando la propuesta?
-Obvio, pero por las dudas no pregunto nada (risas). No, me encantaría casarme porque a medida que pasa el tiempo me vuelvo más formal y tradicional en un montón de cosas, y si bien soy muy desprejuiciada y liberal en muchas cuestiones, me gustaría que mis hijos tengan una estructura familiar.
-¿Cómo se llama tu pareja?
-Se llama Florencio, pero prefiero no dar demasiados datos…
-No será Randazzo, ¿no?
-¡Nooo! Dios mío, jamás podría... No me gusta la política; soy demasiado sincera para la política.
-Pero sos muy desprejuiciada, no tendrías que cerrar la puerta...
-No, yo busco la felicidad, y estoy segura de que no la encontraría ahí. La verdad es que siempre tuve un perfil muy solidario, y me parece que si te metés en política tenés que transar con un montón de cosas, hacer elecciones que a veces favorecen a uno y desfavorecen a otros. No podría lidiar con eso.
-¿No volverías a probar con la actuación?
-No. Prefiero disfrutar como público de ver grandes actores en el escenario, no necesito ser la protagonista. Creo que un actor tiene que formarse, tiene que tener herramientas y suele llevar una vida muy sacrificada. Yo, la verdad, es que soy mucho más compleja en mi vida y me gusta hacer de todo. Soy multifacética, disfruto de todo lo que hago e hice.
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