
Gatitos iconoclastas
"Los siete gatitos", de Nelson Rodrigues.Con Arturo Maly, Marcela Ferradás, Damián De Santo, Estella Molly, Laura Cuffini, Inés Saavedra, Karina K., Marcos Zucker, María Figueras, Jean- Pierre Regeraz y Ricardo Merkin. Escenografía y vestuario de Oria Puppo. Música original de Edgardo Rudnitzky. Iluminación:Omar Possemato. Dirección: Nelson Rodrigues. En el Teatro Cervantes.
1 minuto de lectura'

"Cualquiera puede extraer poesía de cosas aparentemente contraindicadas, continuaré trabajando con monstruos, con seres que violan la moral práctica cotidiana", afirmó, en 1949, el dramaturgo brasileño Nelson Rodrigues.
Nueve años más tarde escribió "Los siete gatitos", obra que acaba de estrenarse en el Teatro Cervantes. El eje central de la pieza cuenta la historia de un padre que prostituye a sus cuatro hijas para poder educar a la menor en las mejores condiciones económicas y llevarla virgen al altar. La amoralidad de este texto es tal que hasta el mismo padre incita a un hombre para que viole a su hija aun sin cobro alguno. De este modo, Rodrigues dibuja una especie de parábola sobre el deber ser y la ambición de crecimiento social mediante una particular versión de la salvación.
Desde ese punto de vista, el texto tiene una fuerza arrolladora; mucho más si se toma en cuenta el año en que fue escrito y la conflictiva situación política que se vivía en el vecino país.
"Los siete gatitos" es la primera obra de este prolífico autor estrenada en Buenos Aires. El impulsor de este proyecto fue el director Ricardo Holcer, un apasionado por lo brasileño y por la obra de Rodrigues, nacido en el nordeste del Brasil. Pero tanto fervor por su dramaturgia no significa que haya alcanzado los resultados esperados.
Su trabajo de puesta le quitó, en parte, el ritmo alocado que tiene la obra. La presentación del conflicto se torna extremadamente lenta hasta que, cercano al final de la trama, se va acrecentando el interés aun a partir de los inteligentes vericuetos que tiene la historia.
Holcer desarrolla un muy buen trabajo en lo que hace al movimiento actoral. Un todo que, alternativamente, va rodeando al actor que tiene la voz cantante en la escena a manera de un coro griego. En ese sentido, se logra una interesante yuxtaposición entre las claves folletinescas que tiene el texto (con trazos de un delirio apasionante) y el núcleo central de esta tragedia.
Apuesta a lo ecléctico
Como en casos anteriores, el director volvió a convocar a un elenco que representa a distintas escuelas de actuación. A cada intérprete le fue imponiendo su impronta en una marcación que - en algunos casos- está por delante del personaje. Es decir que a algunos actores se los ve más pendientes de respetar la marcación del director que en elaborar a sus personajes.
De este "diálogo actoral" sobresalen Arturo Maly (en el papel del padre opresor), Inés Saavedra (como la única que se opone al opresor poder patriarcal), Damián De Santo (en el típico cafishio cargado de tics) y Ricardo Merkin (como el medido doctor).
En definitiva, a la puesta le falta profundizar la locura intrínseca del texto.




