Ashton Kutcher y Katy Perry tweetean que lo aman, tiene 130 millones de visitas en YouTube y en ‘Glee’cantan sus canciones, pero a él nadie lo reconoce por la calle
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Una cadillac escalade negra esta parada en el centro de Manhattan esperando a un tipo que se llama Gotye. Tras unos veinte minutos, el cantante nacido en Bélgica y criado en Australia se sube. Acaba de terminar una entrevista en la importante radio de pop Z100, que ha colocado en rotación frecuente el hit que lo lanzó a la fama, "Somebody That I Used to Know". "¿Salió bien, no?", pregunta Dave, un representante del sello de Gotye, sentado en el asiento del acompañante. "Sí…", responde Gotye (su verdadero nombre es Wouter de Backer) con tono escéptico. Su voz, cálida y calma, se adapta mejor a los programas culturales que al vértigo del Top 40. "El nivel de energía era excesivo", sigue. Levanta una mano y la agita descontroladamente: "Querían que estuviera todo el tiempo ahí arriba. Me daba la sensación de que si paraba un minuto me iban a cortar".
"Somebody That I Used to Know" está entre los cinco primeros puestos del Hot 100 de Billboard desde hace semanas. El video suma 130 millones de visitas de YouTube, y eso sin mencionar los tweets de Ashton Kutcher y Katy Perry. Pero Gotye (se pronuncia Gotié) es una estrella rara, típica del siglo XXI: famosísimo en internet, en la radio y en la serie Glee, pero difícilmente reconocible si uno se lo topa en la calle. (Lleva casi un mes en Manhattan: cruzó el Brooklyn Bridge, visitó el Rockefeller Center, fue al Guggenheim. ¿Los fans lo han acosado constantemente? "No tanto", dice, mientras suelta una risita.)
El pelo castaño le cae sobre los hombros en unas ondas descuidadas, y tiene puesto un jean, zapatillas de lona y un cárdigan gris que compró en Uniqlo por 30 dólares. Según cómo se lo mire, el cantante de 31 años podría tener un atractivo lobuno, con sus penetrantes ojos verdes y su boca ancha, o podría ser totalmente anónimo, un empleado de una librería en su hora de descanso.
En los rankings pop, sin embargo, Gotye se destaca. "Somebody That I Used to Know" gira alrededor de un deslumbrante sample de guitarra de dos notas, repiqueteos de xilofón y la voz subestimada de Gotye, que cuenta la historia de una relación fallida antes de irrumpir en un aullido acusador. En la segunda parte de la canción, aparece una cantante llamada Kimbra para contradecir lo expresado por Gotye, con una versión de la historia contada desde el punto de vista femenino.
El estribillo no aparece hasta pasado el minuto y medio del track, y se repite una sola vez, una renuencia inédita en la época de los hits con pre-estribillo, puente y segundo estribillo. Parece haber llegado de un planeta diferente del que viene el pop autómata y machacón que llena el dial hoy en día. "En comparación, es mucho más suave", dice Gotye. "Pero tal vez sea algo bueno, porque te hace subir el volumen. Muchos de los formatos para radio comprimidos y de volumen súper alto no te enganchan. Escuchás los agudos, los platillos y esas cosas."
Gotye y su equipo hacen una parada en otra radio importante de pop, 92.3 NOW, donde llevan al cantante a un estudio para grabar unos separadores ("Hola, soy Gotye y estás escuchando Cannon’s Countdown con Nick Cannon"). Entre tomas, tiene una charla circunstancial con un productor de nombre Will. "¿A quiénes más pasan además de a mí?", pregunta.
"Vos viste, Rihanna, Calvin Harris, Chris Brown… Es un mundo dance", dice Will. "De hecho, estuvimos pasando un remix de tu canción. Un DJ que se llama Mike D le agregó unas baterías. Suena tremendo."
Gotye sonríe, pero arquea las cejas y se tensa. "No creo que sea un remix oficial", dice. El productor, sorprendido con la guardia baja, no responde de inmediato. "Eso me encanta", agrega Gotye. "Tu canción nos gusta tanto que le agregamos batería." Se disculpa para ir a hablar con el representante de su sello, que le asegura que llegarán al fondo del asunto. Gotye vuelve y graba los separadores que quedan. "Que tengas mucha suerte", le dice Will cuando terminan.
A continuación, Gotye tiene que ir a probar sonido para el recital que dará esta noche en el Webster Hall, un salón del East Village de Manhattan cuyas 1.400 localidades se encuentran agotadas. Hace meses, los representantes de Gotye le armaron una gira en lugares chicos. Ahora están luchando por agregar fechas y organizar shows más grandes; pronto va a tocar en Saturday Night Live.
"Soy fan de Katy Perry", dice Gotye. "Me gusta lo que hace con su voz."
Cuando Gotye vuelve a la Escalade, Dave le dice que, de ser necesario, le van a mandar una intimación a la radio por el remix. Gotye no parece tan enojado como irritado. "Es gracioso", dice. "Tu canción está buenísima porque suena diferente. Ahora hagámosla homogénea para pasarla en nuestra radio."
Sobre el súbito éxito masivo –la Cadillac, las presentaciones en Z100 y SNL–, no le importa si todo desaparece: sabe que tarde o temprano sucederá. Cuando era chico, en Australia, a De Backer –hijo de un diseñador de software y de una profesora de francés– le encantaba tocar música, pero nunca quiso ser una estrella de rock. Admiraba a Martin Gore de Depeche Mode, el genio tras bambalinas, en vez de a Dave Gahan, el frontman. "Me encanta su voz, pero cuando tocaban en vivo me tiraba para abajo", dice mientras come una paella vegetariana en un restaurante español del barrio de Chelsea. "Yo pensaba: «Miren al tipo del traje negro». Se esforzaba demasiado sacudiendo su culo." En la secundaria, tocaba la batería en una banda de covers de Nirvana y Soundgarden. Cuando el grupo se separó, De Backer, inspirado por DJ Shadow y The Avalanches, cambió la compañía humana por la de discos y equipos. "Me compré una Pentium 4 o algo así, una placa de sonido y un micrófono SM58 pésimo", recuerda. Empezó a buscar discos sin distinción de género ("cantantes de estilo tirolés de los Apalaches, duelos de banjos, discos atmosféricos de finales de los sesenta") que desmenuzaba para encontrar sonidos con los que pudiera armar canciones. "Me encantaba descubrir la cultura antigua y todo lo que hubiese sido desechado, con la idea de que pudiera volver a escucharse", dice.
Empezó a editar música con el nombre Gotye, y su disco de 2006, Like Drawing Blood, se convirtió en un sorpresivo éxito, y finalmente en multiplatino en Australia. Hace dos años y medio se encerró en un establo –propiedad de sus padres–, a una hora y media de Melbourne. El resultado fue su tercer disco, Making Mirrors, un conjunto agradablemente esquizofrénico de canciones. Un hábil homenaje a Motown ("I Feel Better") se codea con un rock ochentoso ("Eyes Wide Open"), riffs psicodélicos de los sesenta al estilo de Beck ("Easy Way Out") y desvíos inclasificables como "Somebody That I Used to Know". Lo que amalgama todo es la voz de Gotye, un instrumento agudo pero poderoso que por momentos suena idéntico a Sting.
Gotye se pagó el disco, y gastó unos 70 mil dólares (la mayor parte, en la mezcla). Le da la licencia a los sellos, lo cual implica un beneficio mucho mayor por cada unidad vendida. Pero el gusto más caro que está pensando en darse es una Vespa. "Trato de no derrochar", dice. Tiene "una casa de madera de dos habitaciones muy chiquitas, una huerta y koalas en el jardín", que comparte con su novia.
Hace poco, en Los Angeles, Gotye se enteró de que el productor súper estrella Dr. Luke quería conocerlo. "Fui a su casa en Hollywood Hills", dice Gotye. "No me hizo tantas preguntas como yo a él". Luke quiere que Gotye le componga algunas canciones. "Lo haría de curioso", dice Gotye. "Pensar: «¿Quién es esta persona y qué podría escribir para él? ¿Cómo interpretar su vibra?» Para mí, eso sería lo más interesante. Soy fan de Katy Perry. Me gusta lo que hace con su voz."
En Webster Hall, los gritos que suscita "Somebody" casi tapan por completo los primeros diez segundos de la canción. Circundado por cuatro músicos, Gotye se ubica en el centro del escenario, rodeado de teclados, instrumentos de percusión y varios equipos. Se lo ve cómodo, golpeando entusiasmado unos platillos en las partes fuertes, bromeando amigablemente entre canción y canción, pero apenas se mueve. Está vestido de remera y jean. Mañana va a ir a ver a Bruce Springsteen en Filadelfia; claro está, admira una carrera como la de Springsteen. "No me interesa tanto ir tachando casilleros para tratar de mantener cierto perfil, fama, éxito comercial", dice cuando baja del escenario. "Voy a tocar en vivo, tal vez. Pero no voy a hablarle a la gente". Sonríe. "Yo hago un disco. El disco después hace su camino y eso es todo."
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