"Hitler", o el ascenso del mal
"Hitler" ("Hitler, The Rise of Evil", Canadá, 2003). Dirección: Christian Duguay. Guión: John Pielmeier y G. Ross Parker. Fotografía: Pierre Gill. Música: Norman Corbeil. Con Robert Carlyle, Juliana Margulies, Jena Malone, Liev Schreiber, Matthew Modine (180´). Hoy, a las 15 y a las 2, y el 15 de este mes, a las 20, por Hallmark.
Nuestra opinión: excelente
El desafío de recrear el período menos difundido de la vida del austríaco Adolf Hitler, el de su juventud y su casi inmediata irrupción en la política alemana (y de hecho en la vida pública antes de entronizarse como figura máxima del nazismo), implicaba romper con el modelo de personaje difundido por la historia. Su imagen fácilmente caricaturizable (del flequillo y el bigotito a su discurso enardecido con gestos muy estudiados) terminó, para muchos, ocultando la verdad acerca de por qué llegó a ocupar ese lugar de horror en la historia de la humanidad. Esta versión pone distancia de aquella que sobredimensionaba los atributos del personaje, adjudicándole la suma de toda la culpa de un proceso que el tiempo, encargado de poner las cosas en su lugar, permite ahora analizar desde la perspectiva de las responsabilidades individuales y colectivas. Es decir, un Hitler como producto y espejo de su tiempo.
El guión de "Hitler", esta sorprendente miniserie de tres horas que pone en la mira al personaje desde un ángulo diferente del predecible, muestra a un hombre que, presa de su ambición de poder, supo estar en el lugar preciso, en el momento preciso, es decir, en un tiempo en el que las crisis terminales se convertían en moneda corriente.
Con la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, el avance de la miseria y los miedos en todas las clases sociales sirvieron a este hombrecito que supo enarbolar como banderas hacia la gloria los mismos ideales de sus nuevos compatriotas (quebrados tanto en lo económico como en lo moral) para desatar el horror.
El guión muestra cómo Hitler convenció primero a los burgueses ofreciéndoles seguridad frente a los avances de la "chusma comunista" y al mismo se alió con la clase trabajadora, que vio en su figura a un igual, surgido de la nada, capaz de convertirse en un Tanhauser de carne y hueso que llevaría a todo el pueblo, pobres y ricos de la mano, a su más alto destino. Sólo le fue necesario inventar un chivo expiatorio al que endilgarle todos los males de la humanidad: los judíos. Con su cuchara, Hitler llegó al fondo del caldero en el que el pueblo alemán cocía a fuego lento su feroz nacionalismo y su odio racial.
Su vida pública y privada no parecía tener solución de continuidad, y eso queda en claro en este impresionante telefilm de Christian Duguay. Embelesado primero por la esposa de un editor de libros de arte amigo (que de alguna manera correspondía sus miradas), también por su sobrina adolescente (a la que intentó recluir como un hamster), Hitler es descripto por el guión -y en especial por la mirada de Duguay- como un perverso. La memorable interpretación de Robert Carlyle es, precisamente, una construcción que captura el perfil psicológico de Hitler, sin quedarse en el recurso de un buen maquillaje.
La tensión extrema es un recurso del que Duguay saca partido con mano maestra, en la relación del matrimonio Hanfstaengl (Liev Schreiber y Julianna Margulies) con el Fhürer, en las secuencias de cabaret (que recuerdan a Fosse, con una impresionante versión de "Carmen" en clave antisemita), o la historia paralela de Fritz Gerlich (Matthew Modine) son tan importantes como las que enfrentan a Carlyle-Hitler con Peter O´Toole-Von Hindenburg, clases magistrales de alta política para todas las clases sociales de un mundo que, a 60 años del final de la guerra, todavía tiene muchas lecciones por aprender.
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