
"La cena" del adiós
En una trattoria romana sobre la Vía Appia Antica, uno de esos lugares donde todavía es posible sentarse a comer y conversar con los amigos mirándose a la cara, es decir sin que la reclamante presencia de un televisor convierta a todos en hombres mirando al Sudeste, volveremos a encontrarnos dentro de poco con un viejo amigo que el cine, felizmente, conserva a resguardo del olvido. Vittorio Gassman, ese fenómeno expresivo que llenó con su voz estentórea y su personalidad abrumadora un largo capítulo de la historia de la escena y la pantalla italianas, está sentado otra vez a una de esas mesas que Ettore Scola suele tender como espacios de debate y reflexión. "La cena" evoca otros títulos del director en los que también tuvo el recordado Mattatore intervención decisiva. Primero fue "Nos habíamos amado tanto", donde las historias cruzadas de tres ex partisanos servían para echar una mirada a treinta años de Italia, desde las esperanzas y el fervor político de la posguerra hasta las decepciones de los setenta. Después, "La terraza", que por un lado reencontraba a la misma generación, ahora cincuentona, y por otro sugería una suerte de epílogo para la commedia all´italiana. Más tarde llegó "La familia", con su visión de la pequeña historia (eco de la otra) y su entrañable retrato, íntimo y reconocible.
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Gassman, verdadero prócer del teatro primero y campeón de la comedia cinematográfica después, tuvo siempre su lugarcito en estos microcosmos que compone Scola para lanzar su mirada, desencantada e incisiva pero también tierna, en busca de las causas del descontento y la frustración del italiano medio. Fue abogado arribista, político, profesor y patriarca, casi siempre haciendo difícil equilibrio entre lo público y lo privado, entre la convicción declarada y las urgencias de la vida cotidiana. A Gassman le gustaba ese modo oblicuo de espiar la realidad político-social: "Hay que terminar con ese bla-bla-bla inútil -dijo en los días del estreno de "La cena"-; lo político debe brotar de la verdad de los personajes, de sus acciones, no de sus discursos." Desde el principio (estuvo al lado de Scola desde su primera película), admiró en el director esa aptitud para descubrir connotaciones en los hechos minúsculos de la vida diaria. Y también lo unía a él un punto de vista común respecto de sus objetivos artísticos: los dos buscaban hacer un cine sobre el hombre, hecho a la medida del hombre. Es cierto quedespués de "La cena" Gassman hizo apariciones en un documental sobre Visconti y en una olvidable comedieta, pero parece justo considerar el film de Scolacomo su verdadera despedida.






