La muerte de Baby López Fürst
Un músico de veras se nos acaba de ir. Se fue mientras practicaba una de las cosas que mejor sabía hacer -salvo el de ejercer y prodigar humor- tocar jazz en el piano. En lugar de palabras, en lugar de dejar su último aliento, dejó notas resonando en el teclado.
Ocurrió en una de las habituales sesiones que a dúo con Jorge Navarro vienen ofreciendo los sábados en el local de Opera prima, de la calle Paraná.
Se fue sin avisar ni consultar a nadie. Un fulminante derrame cerebral fue cegando su vida hasta que ayer, a horas, apenas, de cumplir sus 63 vitales y juveniles años terminó con sus días en la Clínica del Sol. Sus amigos no se lo perdonan, si bien se consuelan presumiendo que Baby partió para reunirse con Dalia, su compañera que se había despedido de este mundo el año pasado.
El porteñísimo Rubén López Fürst se sintió atraído por el piano desde los cinco años. Pero también lo habían tentado las cuerdas de la guitarra y con ella se había desempeñado en el grupo Los Blue Strings, que animaba los conciertos del Hot Club de Buenos Aires.
Su regreso al piano fue con Los Hot Jammers y los Picking up Timers, dos de los más prestigiosos ensambles jazzísticos que conoció Buenos Aires.
Muy pronto López Fürst dejó atrás el jazz primigenio del dixieland para involucrarse en las tendencias modernas. Entre los primeros testimonios de este avance estilístico se cuentan el trío que fundó hacia mediados de los años 60 y el LP grabado en 1966. Sus compañeros fueron Jorge González en contrabajo y Néstor Astarita en batería, un trío que se armó en aquel reducto de importantes artistas que fue Jamaica.
Al jazz moderno había llegado Baby -así lo confesó alguna vez- al escuchar a Gerry Mulligan en el Hot Club de Montevideo, en 1959. En el campo de la guitarra contaba con un ídolo: Django Reinhardt. Pero en el piano reconoció dos influencias primordiales, Teddy Wilson y Bill Evans.
Baby López Fürst fue uno de los pocos músicos que pudieron confesar: "Vivo de la música". Porque, paralelamente al jazz, se dedicó a la música para publicidad.
"Mi contacto con la música publicitaria fue a través de la productora de jingles de Pino Solanas. El componía silbando y yo escribía la música. Eran cosas sencillas y sumamente rentables." Baby resumía así, con su clásico humor, estas pequeñas lides: "Son musiquitas, porque se escuchan muchas y pasan rapidito, pero me dan mucho trabajito". Trabajito rentable, quiso significar.
A los jingles para los avisos de Renault 21 y del Rural 21 Nevada -y algunos otros que recibieron premios- sumó Baby la composición de música para varias películas, entre las que cabe mencionar "El faro", "Sol de otoño", "Espérame mucho" y "El desquite".
Proyectos y realizaciones
Con treinta largos años de pianista, Baby, sin duda uno de los mejores músicos argentinos de jazz, barruntaba en 1991 un proyecto personal: "Algo que no hice nunca: un long play de jazz hecho y grabado por mí". Ni el país, ni sus mecenas, ni sus discográficas se interesaron por su idea. Su fracaso es parte del destino de muchos músicos argentinos.
En cambio, dos realizaciones privadas y providenciales de estos años 90 dan testimonio de su última etapa como músico de jazz. Uno es el disco compacto "Dúo", que recoge, en 1994, la grabación en vivo de una de las sesiones que Baby y Jorge Navarro protagonizaron en la librería-bar Clásica y Moderna, de Callao al 800, con música de Porter, Ellington, Monk, Gershwin y Jobim. La otra es el CD "Jazz en buenas manos", con "You made me love you", "Close your eyes", el bolero "Una mujer" y una atrapante versión del tiempo lento del "Concierto de Aranjuez", de Rodrigo, convertido en una flamante edición de la otra librería-bar de la calle Paraná: Opera Prima, en la que recalaron los sábados, desde hace varios años .
Baby, de dúo
El López Fürst que recordarán los nuevos, los que lo conocieron estos últimos años, es el del dúo de pianos con Jorge Navarro.
Desde aquella "primera vez que tocamos juntos en pianos acústicos en el hall del San Martín", en 1986, Baby y Jorge fundaron una sociedad indisoluble. Entre sus hitos figura el homenaje que con el título "El hombre que amamos" tributaron a Gershwin en 1998 en el Teatro Avenida, junto a Acher.
Esencialmente creativo, Baby ha dejado su sello irrepetible.
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