
Lattuada y una mudanza inesperada
Se sabe que la resurrección que el cine italiano experimentó con la irrupción del neorrealismo tuvo sus raíces en plena época fascista. En el propio Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma, creado -lo mismo que Cinecittà- por Mussolini, para la formación de jóvenes técnicos, había quienes eran hostiles al régimen y vivían al margen de los grandes estudios y los había también hasta en los Grupos Universitarios Fascistas, menos favorables al régimen de lo que su nombre hacía suponer. La revolución estética que rechazaría los gastados convencionalismos, la ampulosa retórica y los artificios del cine fascista se gestaba, por ejemplo, en torno de la revista Bianco e Nero, fundada por el famoso teórico y director del CSC, Luigi Chiarini. Y aun el periódico Cinema, órgano oficial dirigido por el hijo del Duce, sirvió irónicamente como vehículo de difusión de esas ideas nuevas.
El Norte no se mantuvo ajeno a ese proceso: en Milán, entre los jóvenes intelectuales agrupados en torno de la revista Corrente estaba Alberto Lattuada, el futuro realizador de "El molino del Po" y "El abrigo", cuya obra fue justamente evocada ayer en estas páginas al informarse de su muerte, a los 91 años, en su casa de las afueras de Roma.
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Fue Lattuada -junto con dos compañeros de los GUF, Luigi Comencini y Mario Ferrari, tempranamente desaparecido-, quien inició la labor de acopio de films que daría origen a la Cineteca Italiana. Ellos tres organizaron también una exposición de cine con motivo de la séptima Trienal de Milán y un festival retrospectivo internacional. Era en mayo de 1940 (a pocas semanas de la ocupación de París) y hubo advertencias y amenazas porque el programa anunciaba la proyección de "La gran ilusión", de Jean Renoir, cuyo mensaje pacifista había despertado la ira de los críticos afines al régimen en ocasión de su exhibición (y consecuente premio del jurado) en el Festival de Venecia.
Pero así y todo, el programa se cumplió, y se cuenta que fue una sesión memorable, no sólo porque el público rompió en aplausos y unió sus voces a las del film en el pasaje en que se canta "La marsellesa", sino también porque esa reacción hizo estallar una trifulca en la sala que derivó en la intervención de la policía.
En medio del alboroto, Lattuada logró llegar a la cabina de proyección y de allí trepar hasta los techos, por donde pudo escapar, con lo que evitó ser arrestado. Por supuesto, hubo una investigación ordenada por las autoridades, pero como la función había tenido el auspicio de los Grupos Universitarios Fascistas, finalmente se decidió abandonarla: era probable que otras personalidades, más importantes que Lattuada y los demás organizadores por su identificación con el fascismo o porque integraban las filas del movimiento, hubieran estado comprometidas en el asunto.
Tras el episodio, el joven Alberto, que se había interesado desde muy temprano en los temas artísticos y culturales (quizá por influencia familiar, pues era hijo del músico Felice Lattuada), y que siendo alumno del liceo había escrito sus primeras líneas para la prensa en el periódico antifascista Camminare, decidió instalarse en Roma, para ganar allí experiencia como técnico al lado de Mario Soldati y Ferdinando Maria Poggioli antes de lanzarse a la realización.
El 10 de junio de 1940, pocos días después de aquel suceso que forzó a Lattuada a un intempestivo cambio de domicilio y mientras el ejército alemán enfilaba hacia París, Mussolini declaraba la guerra a Francia.
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