Diez años pegándole al mismo bombo
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Si alguna vez se preguntaron cómo hacían Los Natas para sonar tan avasallantes en discos como El hombre montaña, puede que acá encuentren la respuesta. Walter Brodie, actualmente tras los parches de Poseidótica, encontró la batería que lo completa en una vidriera de la calle Talcahuano y no la piensa cambiar ni aunque El Tanque de La Renga le ofrezca la suya.
¿Cuál es tu instrumento favorito?
Mi batería, una Tama Master Rock, que es un modelo bastante raro. La tengo hace como diez años, pero ahora estamos viviendo un romance: me encanta mirarla, llevarla a todos lados… Estamos a pleno.
¿Cómo la conseguiste?
La veía siempre en la vidriera de Mannys, un viejo negocio de la calle Talcahuano. Estaba siempre ahí, porque no la quería nadie: era demasiado grande, doble bombo, tenía todos los toms, entonces era cara e incómoda. Yo me había mandado a fabricar un bombo de 26 pulgadas acá en el país, uno de los primeros que se hicieron de ese tamaño, con madera de guatambú, pero igual andaba en la búsqueda de algo nuevo, porque el resto de mi batería ya estaba muy cagada a palos. E intuía que esa que veía en la vidriera de Mannys era una batería de caballero.
¿Qué buscabas, exactamente?
Necesitaba un cambio rotundo de sonido, porque si bien con Los Natas todavía estábamos experimentando con el Toba Trance, ya se venía perfilando lo que sería El hombre montaña, un disco más pesado, más en tu cara, sin tanto viaje. Esa Tama estaba hecha con una mezcla de maderas muy interesante, que ya no se usa, y que le da más volumen. Me iba a permitir sonar más en vivo.
¿Cómo terminaste de decidirte?
Fui a hablar con el vendedor y le dije: "Mirá, la batería me interesa, pero me quiero llevar la mitad: sólo las partes grandes. No quiero los toms chiquitos, dame lo más demoledor". Por suerte arreglamos, así que me llevé lo que más me gustaba: bombo de 24, chancha de 18, todo lo grande.
¿Cómo te la llevaste?
La fui a buscar con Sergio (Chotsurian), los dos re emocionados. La levantamos, la llevamos derechito a la sala, le cambiamos todos los parches, la preparamos… Fue muy importante, porque estábamos terminando de encontrar un sonido bien de macho, y ya encarando una carrera a nivel profesional. Todo aporte a nivel de equipos para nosotros era algo central. Y al final terminé encontrando mi sonido, totalmente mancomunado con esa batería.
¿Es la única que tocás?
Voy con esta hasta las últimas consecuencias: shows grandes, shows chicos, todo. Salvo cuando girábamos por el exterior con Los Natas, que era muy engorroso llevarla, entonces aprovechaba para alquilar una Ludwig que siempre me gustó mucho. Pero imaginate cómo será que una vez estábamos grabando acá con Billy Anderson en un estudio buenísimo, había mil baterías para usar, e incluso El Tanque de La Renga me había prestado la Ludwig que usa él –hermosa–, y sin embargo, por respeto y amor a mi instrumento, preferí usar la mía.
Además ya la conocés bien...
Claro, sé que responde hasta donde a mí me gusta. Y tiene un sonido que es a la vez contundente y cálido. Yo busco que suene orgánico y grande, no me gusta que tire una onda muy moderna, y las baterías nuevas te llevan un poco para ese lado, más definido. A mí me gusta algo más cavernícola, más empastado, más humano.
¿La cuidás mucho?
Más o menos. Entiendo que los instrumentos están para usarlos, y creo que tienen que acompañar los momentos de las bandas. Tanto antes con Los Natas como ahora con Poseidótica, suelo transitar caminos que son medio de batalla, y eso me lleva a exponer la batería a ciertas situaciones que preferiría evitar, pero bueno, es así.
¿Sufrió algún golpe trascendente?
Una vez hubo una inundación muy fuerte, se quebró el techo de la sala en la que la tenía y me llamaron para avisarme que el bombo estaba flotando. ¡Me agarró un ataque de pánico!
¿Cómo zafó?
Hablé con varios colegas para escuchar sus consejos y entendí que la clave era dejarla secar a una temperatura justa durante mucho tiempo. Me la llevé a lo de un amigo que tenía un hogar encendido todo el día (medí la temperatura y todo) y la dejé como veinte días. Por suerte se recuperó bien. Vos la ves hoy y está divina, te dan ganas de ir y darle un abrazo y un beso.
Por Lucas Garófalo
La semana que viene: la flamante trompeta de Hugo Lobo.
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