Con Kirsten Dunst, Jason Schwartzman y Rip Torn.
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Revolución afrancesada
María Antonieta le sirve a Sofia Coppola para jugar a las Barbies en el siglo XVIII.
Maria Antonieta pasó a la historia como el ejemplo más acabado de la frivolidad, la ignorancia, la autocomplacencia, la insensibilidad, el derroche y la existencia parasitaria de la monarquía. El broche de oro de este retrato es su famosa boutade "que coman torta" (en respuesta al reclamo de que el pueblo no tenía pan). Sin embargo, más o menos recientemente, algunos biógrafos intentaron un saneamiento de su figura: la esposa de Luis XVI habría tenido cierto carácter que salió a relucir tras la muerte de su hijo Luis José y, en particular, sobre el final de su reinado, cuando permaneció confinada en el palacio de Tullerías. Además, parece que nunca dijo eso de la torta.
El film de Sofia Coppola (basadoen La última reina, una nuevabiografía revisionista escrita porAntonia Fraser, la mujer de HaroldPinter), de hecho, muestra a la caprichosamonarca bajo una luz muyfavorable, tanto que acaso sea laprimera película que, al narrar sucesosde la Revolución Francesa,pone su simpatía del lado de la monarquía.
Como la protagonista de Perdidosen Tokio (2003), esta María Antonietaes una mujer joven que fuearrastrada a un lugar al que no pertenecepara luego ser ignorada porsu marido y retenida en una cárcelde cristal. Coppola jamás abandonael punto de vista de su protagonista,quien está en todas las escenas.Claramente, la hija preferida deldirector de El Padrino se interesamucho por estas mujeres solitarias,consentidas, frívolas e indolentes.Lo curioso, entonces,es que tenga tan pocoque decir acerca deellas. La historia decadentede María Antonietase muestra aquícomo un cuento dehadas para niñas soñadorasy malcriadas, en el que se saltanlas partes feas (no hay prisión,ni guillotina para esta reina), perose cuentan profusamente las otras:los vestidos, las golosinas y las fiestas.Para Coppola hija, María Antonietaes Barbie en el siglo XVIII yesta película es su onerosa forma dejugar con ella: la pasea con un vestidoy con otro, le cambia los peinados,le prueba infinitos pares de zapatos.El único problema es que nosfuerza a ser testigos de este juego.Acaso como la cabeza de su directora(quien, antes dehacer películas fue,por un rato, fotógrafay diseñadora demoda), la película estávacía de cualquier ideaque no tenga que vercon el estilo: no nosrevela nada acerca de su personajeo de su época y, menos aun, acercade nosotros o de nuestra época.Las heroínas desganadas, letárgicas, desorientadas e inconstantesde Sofia Coppola –que viven en unmundo de privilegio y están desconectadasde cualquier otro, cuyossentimientos más poderosos sonel ennui y la insatisfacción– son unautorretrato. Para hacer películas,Coppola se conforma con mirarse así misma. Su problema es que lo másinteresante que había allí ya lo usóen su película anterior.
La banda sonora incluye a Gangof Four, New Order, The Cure,Bow Wow Wow y a artistas máscontemporáneos como The RadioDept., Air o Aphex Twin (además,una irreconocible MarianneFaithfull interpreta a la reinaMaría Teresa de Austria). Pero elanacronismo se queda allí. Es sóloun guiño de entendidos, un gestocool. Obvio.
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