Marina Olmi: "Soy una india en el cuerpo de una sajona"
Un espacio experimental en busca de la entrevista soñada: el invitado se interroga y se fotografía
La artista plástica Marina Olmi (hermana de Boy, sí) se lanza a la autoentrevista con un orden de temas sorprendentes: anuncia que sabe curar el empacho, imagina colegios donde se enseñe meditación, cocina, masajes y agradece por ser feliz. Que ya es bastante. Su autofoto, también sorprendente.
-Si fueses un color, ¿qué color serías?
-Sería, mejor dicho soy, un azul profundo, turquesa, esmeralda... Según como me dé la luz.
-¿Cómo te ves a vos misma?
- Me veo como si fuese una india con trenzas largas: tiro el cuerito, curo el empacho, creo en la palabra, confío, escucho señales... Pero mi pinta es la de un elfo. Soy una india en el cuerpo de una sajona.
-¿A qué te gustaría dedicarte si no fueses artista plástica?
- Me gustaría trabajar en educación: cambiaría el sistema educativo, creo que es un buen comienzo para cambiar la sociedad.
-Danos algún ejemplo.
- Los chicos no pueden ni deben levantarse al alba, ni estudiar 14 materias por día. Tienen que estar en sus casas, con tiempo suficiente como para descubrir quiénes son y qué les gusta hacer. Del aburrimiento y la soledad aparece quiénes somos. ¡Ah! Y tienen que tener materias como masajes, cocina y meditación antes de comenzar las clases. Y esto también debería ocurrir en los organismos públicos y en demás lugares donde se trabaja en grupo.
-¿No sería todo muy hippie?
-¡ Todo lo contrario! Sería todo más serio y verdadero, el tiempo rendiría más y se aprendería de verdad. La gente sería amable y, al estar en contacto con lo esencial, no existirían problemas de violencia ni de drogas.
-Suena raro tu planteo, ¿sabés de lo que hablás?
- Lo sé porque lo viví: tengo tres hijos que amo y admiro, y fueron mis maestros. Los eduqué con mucho cuidado y dedicación. Lo hice con enorme respeto a quién es cada uno, y cada decisión que tomé o respuesta que di la medité desde mi corazón. Con ellos aprendí mucho de medicina, porque tuve que atender sus cuerpos y almas. Aprendí sobre los límites del respeto y, sobre todo, a que jugar no es cosa de niños, es cosa de la vida. Aún hoy, que ya son todos jóvenes y adolescentes, jugamos y reímos como hace 20 años. Jugar es algo que aprendí de mi papá, y doy gracias a él y a mamá porque esto me abrió una gran ventana y me dijo que todo era posible.
-¿Te fuiste muy joven a vivir a España?
-¡ Fui una gran viajera! Viví 20 años fuera de la Argentina, me moví con libertad y desapego, escondí mi dolor, me reinventé y morí muchas veces. Me divertí mucho, me enamoré siempre y lloré mucho también. Ahora vivo aquí, donde siento que debo quedarme y hacerme cargo de tantas cosas. No tengo ninguna duda de que estoy en el mejor momento de mi vida, y saber esto no es ninguna tontería: me da una perspectiva que, a pesar de lo difícil que resulte mi realidad, indica que hay una certeza secreta que me protege.
-¿Sos feliz?
- Muchas veces en el día, y doy gracias.