
Marlene Dietrich visitaba Buenos Aires
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Cuando hace 50 años, en Buenos Aires, Alberto Delmar conoció a Marlene Dietrich, cumplió mucho más que el sueño de un admirador. La diva alemana se presentó aquella vez en el cine Opera y pudo conocerla luego del show.
Sin embargo, el medio siglo exacto de distancia, justamente un miércoles como hoy, parece hacer más presentes aquellos recuerdos en Delmar, de 84 años, y una importante trayectoria como neurólogo y escritor, y que de hecho prepara un libro biográfico sobre la actriz alemana.
Delmar cuenta: "Mi admiración por Marlene comenzó a los 12 años en un cine de La Plata. Me estremeció verla en la película El cantar de los cantares". Dirigida por Robert Mamoulian en 1933, la Dietrich, 22 años entonces, encarna a una joven que se debate entre el amor no correspondido de un escultor y un millonario que la idolatra.
Como si fuera un mantra que desde entonces lo acompaña, Delmar recuerda de esa cinta una frase: "Llévame como una marca sobre tu brazo".
Y eso hizo, más precisamente en el espíritu, como le gusta diferenciar, porque "en el brazo sería ostensible, en el espíritu no se ve, pero reverbera en mi memoria; ella me enseñó el arte por el arte".
El relato de aquella noche en la sala de la avenida Corrientes revive a la célebre protagonista de El ángel azul.
"El teatro estaba repleto; apenas apareció, la ovacionaron. Con un vestido de strass pegado al cuerpo, que se lo dibujaba escultural, entró al escenario con pasos cortos, de geisha, como si flotara en el aire. Allí estaba ella, con su mirada de alcoba y su sonrisa ambigua; sentí que se acababa todo lo demás", cuenta.
Sobre el escenario, sólo un micrófono; en el foso, una orquesta a cuyo director, Burt Bacharach, presentó como "mi pianista, mi arreglador, mi amante".
Canciones, anécdotas y chistes se fueron alternando en la presentación, que duró cerca de dos horas. El final llegó con un número con bailarinas locales, y Dietrich en un frac y sombrero de copa blancos.
Con esa misma ropa, Delmar la vería entrar poco después a una boîte del Bajo llamada Jamaica, adonde lo llevó su amigo Francisco Lococo, empresario del Opera. Cuenta: "El me la presentó allí. Tuvimos una charla cara a cara, ella me tomaba las manos y me preguntaba a qué me dedicaba. Ahí hablábamos de mi profesión y le conté que también estaba escribiendo una biografía sobre Oscar Wilde. Y me terminó diciendo que por qué no escribía un libro sobre ella".
Así, previo intercambio de direcciones, el neurólogo y escritor recibió tiempo después datos y fotos autografiadas de la estrella, elementos que hoy utiliza para el volumen que prepara con el auspicio de la embajada alemana en el país.
Aquel libro mencionado sobre Wilde también le sirvió para relacionarse con otra figura, esta vez de las letras. "Yo lo tuve a Borges en calzoncillos", comenta, y la idea puede sonar improbable y equívoca, aunque queda aclarada cuando cuenta que llegó a relacionarse con él a partir de estudios que le hizo al escritor. Delmar le propuso un canje: sus servicios de neurólogo a cambio de que corrigiera aquel trabajo sobre el escritor irlandés, titulado Vida de Oscar Wilde - El famoso y el desconocido, y que terminó por ser finalista de un concurso y con dos ediciones en España.
Pero el tema Dietrich siempre vuelve en la charla. Como un intento por definir a la actriz, dice de memoria un fragmento del Evangelio de San Lucas: "Nadie enciende una vela y la oculta, sino que la pone sobre un candelero para que los que entran vean su resplandor".






