El éxito de Billie Eilish: ¿solo un fenómeno para adolescentes?
¿Qué hizo Billie Eilish para transformarse a los 18 años en la estrella más grande del pop actual? Con la espuma todavía muy alta después de haberse convertido en la artista más joven en haber ganado el Grammy al disco del año, cabe preguntarse sobre los factores que encierra su figura. Desde que en 2016 apareció en el mundo de la música pop con la canción "Ocean Eyes", hasta su primer álbum del año pasado, When We All Fall Asleep, Where Do We Go? transcurrió muy poco tiempo. Sin embargo, Eilish parecería haber condensado en esos pocos años el espíritu adolescente de una época diferente a la década anterior, aunque muchos no lo detectaron y creyeron que el siglo XXI era todo lo mismo. Los millennials ya son viejos y Eilish no tiene nada que ver con esa generación. El domingo, con un puñado de estatuillas del Grammy debajo del brazo, y después de superar a estrellas adultas como Lana del Rey y Lady Gaga, la joven norteamericana confirmó que no solo es una construcción del marketing de la industria del pop a la cual, sin embargo, pertenece sin contradicciones. Las antenas de Eilish captaron antes que otros muchos sentimientos profundos de los adolescentes a nivel global: la depresión y el aislamiento a pesar de la hiperconectividad, el aura extraviada y dopada en la forma de expresarse, la espontaneidad a la hora de presentarse en público y formas de producción caseras, casi íntimas, en un estudio hogareño con su hermano y productor, Finneas O'Connell. O sea: Eilish sólo tradujo en su obra la incomprensión un tanto patológica que vibra debajo de la línea de los 25 años.
Todavía es muy pronto porque apenas tiene un disco editado y un puñado de canciones. No obstante, el fenómeno "antena" o zeitgeist que representa hoy Eilish podría compararse con otras figuras del rock como Kurt Cobain. La comparación no tiene nada que ver con la música, dado que Eilish crea dentro de los híbridos mainstream del pop y el hip hop, sin la intensidad y la violencia que caracteriza a la cultura rock, pero sí en términos de expresión generacional genuina. Cuando Eilish habla no parece una estrella planetaria; cuando Eilish canta susurra y alarga las palabras como si fuera una amiga en una fiesta. Y cuando sale al escenario, a pesar de su belleza bastante estándar, elige ropa grande, colores que no combinan, pelos mal teñidos en el baño de casa y una sonrisa desencantada, casi irónica. Su generación la entiende, pero no son los únicos: ciertas atmósferas de su música y la idea de incomprensión social que trasluce en sus letras son el abono de la mejor música popular desde hace muchas décadas. Lo que logró Eilish en muy poco tiempo y con apoyo de una industria bastante agotada en términos creativos es salirse de los clichés sin crear nada nuevo, pero sí poderosamente empático. En todo el proceso que encierra el fenómeno Eilish no puede soslayarse el papel de su hermano mayor, Finneas, que también se alzó con un Grammy. Finneas, al parecer, según comentaron varias veces, solo provee las herramientas y el marco sonoro donde su hermana menor se expresa. Esa combinación (sin productores de moda) es otros de los elementos de época. Eilish aprovecha el avance tecnológico de manera intuitiva, como la forma correcta y única de hacer las cosas. Es decir: usar lo que uno tiene a mano para transmitir lo que siente. Eilish llega a la Argentina el 2 y 3 de junio: una oportunidad de corroborar su sensibilidad de época.