John Lennon y Yoko Ono: el documental que rescata los detalles de un concierto histórico en el Madison Square Garden
Ya está disponible en HBO Max One to One: John & Yoko
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“Lo más difícil es enfrentarte a vos mismo. Es más fácil gritar ‘revolución’ y ‘el poder al pueblo’ que mirarte al espejo y tratar de encontrar qué es real dentro de vos y qué no”. Las lúcidas palabras de John Lennon irrumpen, indelebles y calmas, a mitad del documental One to One: John & Yoko, codirigido por Kevin MacDonald y Sam Rice-Edwards y de reciente estreno por la plataforma HBO Max.
A lo largo de una hora y cuarenta minutos, la nueva película sobre Lennon se concentra en un novedoso foco, poco narrado hasta el momento: los primeros meses de su vida con Yoko Ono en tierra norteamericana.
A finales de 1971, John y Yoko dejaron Londres para mudarse a Nueva York. Por dieciocho meses, vivieron en un departamento en Greenwich Village, una zona de artistas, intelectuales y militantes políticos: ese lapso es el elegido por el film. A la vez que se convirtieron en ícono de los años setenta, la famosa pareja se la pasó en su cama, mirando mucha televisión. “Este período de cambio en sus vidas resultó en One to One, el único concierto de John después de los Beatles”, reza una placa introductoria hacia un montaje entretenido y de gran calidad sobre imágenes de archivo tamizadas por la digitalización.
Así es como aparecen misceláneas de la Nueva York de los 70, con Yoko y John en tomas caseras jugando en los parques y bailando en las veredas. Luego se encuentran con el poeta beat Allen Ginsberg, con la canción “New York City” en el horizonte. Se respira un aire cálido, familiar. “Nueva York tiene todo el ritmo, es una ciudad hermosa”, dice John, mientras en el documental surgen grabaciones de conversaciones telefónicas privadas, un pequeño tesoro de archivo que se revitaliza con notable pulso. Poco después, un plano de la pareja en la cama mirando la pantalla chica entre guitarras, mantas, libros y platos.
Yendo de la cama al living
“La tele es el reemplazo del hogar a leña”, le dice Lennon a un periodista y Yoko, gustosa, enfatiza que hay días en que se la pasan tirados en el departamento, viendo tele las 24 horas, y entonces Richard Nixon habla en un acto político. La polarización se siente en la atmósfera: al mismo tiempo que Nixon busca su reelección, antes del estallido del Watergate que lo hará dimitir en 1974, los activistas políticos ganan la calle en manifestaciones radicales, principalmente en contra de la larga guerra de Vietnam.
Lennon y Yoko corporizan ese ambiente. Allí están, junto a ellos, David Peel, Jerry Rubin y la artista conceptual que carga con ser “la mujer de Lennon”, arrastrando el estigma de haber sido la culpable de la ruptura de The Beatles. En un fragmento, ella cuenta que en Inglaterra tuvo tres abortos, los fans le gritaban “japo fea” y hasta hubo quienes le tiraron del pelo. “Me querían muerta”, repetirá. El documental hace justicia con ella y usa el recital One to One como hilo conductor, con cortes musicales de aquella noche, y desfilan temas como “Come Together” y “Power to the People”.
Entre la chorrera de imágenes se suceden discursos del político racista George Wallace, performances artísticas en museos con Yoko como líder de exposiciones y Ginsberg recitando sus poemas. Todo bajo un montaje a modo de zapping televisivo donde conviven epifanías de la mítica pareja con publicidades de época, noticias de rehenes en un banco, Rubin que les pide por teléfono que toquen por la liberación de John Sinclair, un activista de la marihuana; entonces ellos acceden, John le compone un tema y poco después el gobierno lo libera, en una pequeña muestra del poder social que concentra la figura del Lennon post Beatles.

Destellos de la generación hippie y la irrupción de un movimiento revolucionario con la juventud como protagonista, un eco que se expande mundialmente. “¡Paz ahora, paren de bombardear!”, es una de las pancartas que se agitan en una multitudinaria marcha, donde Yoko y John aparecen de improviso, en una breve y tímida alocución ante la gente, que apenas los ve se enciende como todo aquel que los cruza en la ciudad que nunca duerme. Hay charlas donde Lennon piensa hacer giras para liberar a presos políticos y quiere sumar a Bob Dylan, pero no sin antes que un conocido suyo le pida disculpas por haberlo ofendido. “Es como ser Jesse James, o mejor… ¡Robin Hood!”, esboza el músico, aunque la gira debió ser suspendida por el riesgo de que sus enemigos lo atacaran. En otra parte, se habla del reclamo de Yoko por su hija estadounidense, Kyoko, mientras en el siguiente fragmento canta un tema en el concierto One to One. Da sus clásicos alaridos en un desgarro emocional y juega con el micrófono casi en un pequeño trance. Después, consulta por teléfono cómo puede mantener vivas en su casa a centenares de moscas, cuyo objetivo es liberarlas en una instalación en el Museo de Arte Moderno (MoMA) como protesta por la falta de artistas mujeres.
La pareja de las mil causas
A Lennon le proponen infinidad de shows por causas de las más dispares. “Somos el club de la liberación del rock”, bromea en una reunión, donde todos fuman empedernidamente. Lennon estaba en el ojo de la tormenta política y siente que su teléfono podría haber sido pinchado por los servicios de inteligencia, y a un amigo le confiesa que un auto lo sigue por toda la ciudad.
En el documental se escuchan más discursos políticos que música, la campaña electoral de Nixon se mezcla con cortes de puro rock and roll del recital, proliferan grupos de jóvenes contra la derecha conservadora. “Los verdaderos héroes de la sociedad no son las estrellas de rock sino los revolucionarios”, agita un activista y en una pancarta se lee: “Capitalista: deja de intentar separar a John y Yoko. ¡Ya no es un beatle!”.

La liberación de Angela Davis se intercala con imágenes de un noticiero que anuncia un viejo proceso judicial contra Lennon por posesión de marihuana, y en la tevé se mezclan cuadros de la familia tipo norteamericana con el consumo de artículos para el hogar y un jingle con bailarinas que promociona el último auto de moda. La dupla responde amablemente a la prensa confirmando que buscan la ciudadanía estadounidense para pelear por la hija de Yoko. Charles Chaplin visita Nueva York después de casi dos décadas, el movimiento feminista organiza convenciones con Yoko participando de las mismas, Lennon se pregunta dónde están las mujeres en un movimiento político de la época que acusa como predominantemente masculino, y en el documental se escuchan los primeros acordes de “Mother”, un manto de introspección en medio del caos.
Es la era de las terapias primales y, de pronto, el hospital Willobrook, la institución más grande del mundo para enfermos mentales, es denunciado en la prensa por su absoluto estado de abandono. John y Yoko lo miran en la tele desde su cama, se sensibilizan y deciden hacer un concierto de beneficencia. “Estos niños son casi el símbolo de todo el dolor de la tierra”, dice Lennon en una entrevista, y ese es el grado cero del recital One to One en el Madison Square Garden, y en el documental hay un montaje paralelo de “Imagine” con una suelta de globos en el Central Park.
Contracultura y violencia institucional, polarización ideológica y degradación democrática, la urgencia y la rabia, los sesenta-setenta como una herida abierta y un espejo áspero de resonancias en el presente, la otra cara de Yoko Ono, finalmente retratada por fuera del estereotipo, y Lennon que pone un freno cuando observa la derivación de la insurrección política con una salida de violencia que, paradójicamente, terminará con su muerte a manos de un fan a comienzos de la siguiente década.
“Y acaso por eso, más que nunca, necesitamos volver a escuchar a John Lennon. No al Beatle, sino al hombre que creyó que el arte podía ser acción directa, y que la paz era un acto de desobediencia civil”, escribió André Didyme-Dôme en Rolling Stone. Entonces la coda con un Stevie Wonder que entra en el proscenio del Madison aullando el himno “Give Peace a Chance”. La presencia del joven maravilla negro irradia un sentido de comunidad en un escenario atestado de artistas, un aura de nostalgia domina el documental con Ginsberg bailando ampulosamente y las palmas agitadas del público. El dúo se muda a otra zona más residencial de Nueva York.
“John y yo vivimos, amamos y morimos”, acota Yoko, y un epígrafe cuenta que John finalmente no fue deportado de Estados Unidos como Nixon deseó, que luego nació Sean Ono Lennon, y que en 1994, catorce años después de la muerte de John, Yoko por fin se encontró con Kyoko, quien había sido criada en una comunidad cristiana.
Entre la cama y la calle, entre la comunidad y la introspección, entre el amor con Yoko y la permanente turbulencia política, entre el fresco de época y la vigencia de uno de los líderes contemporáneos más extraordinarios, One to One: John & Yoko se puede disfrutar con la escucha de la reciente colección Power to the People, grabaciones remasterizadas de esa época compiladas por Sean Lennon, con la lectura de la biografía exhaustiva de Philip Norman sobre John Lennon, o revisitando otros films como Imagine o The U.S. vs. John Lennon. Sin embargo y por su propia cuenta, One to One: John & Yoko no sólo luce en el retrato de la pareja y su convulsión íntima y social sino que lanza una interrogación de las ruinas de la utopía y la condición humana, a punto tal que quizás, desde allí, exista una de las tantas claves para entender la reacción conservadora y los atropellos democráticos signados por el vigor ascendente, e impensado para los jóvenes de aquella época, de la ultraderecha en el mundo actual.
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