La cantautora mexicana ha vuelto a producir una nueva joya para el catálogo de música de América Latina
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Álbum: Cancionera. Artista: Natalia Lafourcade. Temas: “Apertura cancionera”, “Cancionera”, “Cocos en la playa”, “Como quisiera quererte (feat. El David Aguilar)”, “Amor clandestino” (feat. Israel Fernández), “Mascaritas de cristal”, “El Coconito” (feat. El David Aguilar), “El Palomo y La Negra”, “Cariñito de Acapulco”, “La Bruja” (versión Cancionera), “Luna creciente” (feat. Hermanos Gutiérrez) y “Lágrimas cancioneras”. Edición: Sony Music. Nuestra opinión: excelente.
Natalia Lafourcade juega en una liga donde no tiene rivales. No porque sea mejor que el resto, sino porque es difícil encontrar a alguien con similares características en la industria de la música. Es una artista sin par. Se la puede ver en las ternas de los premios más importantes de la música sin que lo suyo encaje con lo que el resto hace. Y se impone. En su carrera ha cosechado cuatro premios Grammy, dieciocho Latin Grammy y cinco MTV Video Music Awards Latinoamérica.
La mutación de su arte -desde el primer disco, que llevó su nombre, atravesado por una bossa chill y cierto pulso electro-pop, hasta su más reciente álbum- ha sido maduración. Y si a partir de la producción de homenaje que hizo en 2012 a Agustín Lara, su mexicanismo se fue profundizando. Ha salido y entrado de ese México de maneras diversas, buscando raíces, interpelando su espíritu veracruzano. Con cada producción dio un paso adelante, desde las que fueron evocativas del cancionero hasta las que trajeron producción propia. Y en esa línea, este Cancionera, que acaba de publicar, es una de sus más preciadas gemas.
En cuanto a aquello de los premios, Lafourcade jamás se mete en los mismos andariveles que el resto, jamás nada en las mismas aguas (es cierto que lo ha hecho en el comienzo de su carrera) y cuanto más personal se muestra, más fascinación despierta con su arte. Ha tenido tiempo para cerrar las puertas de su casa, para confundirse y aclararse, para abrir otra vez las ventanas y dejar que el sol entre. Y cada vez que lo ha hecho, ha sido con total certeza de que mientras el mundo de la industria musical a gran escala suena en una clave, ella sigue en su pentagrama y redobla apuestas.
Esta vez es con un disco de grabación analógica, hecho por corte directo (es decir, los instrumentos no van por separados) y con una orquestación exquisita, que le queda como el mejor traje para su voz. Siempre colorido, como se suele verla. Con gracia y felicidad (“Cocos en la playa”), o con ese estado de ánimo nostálgico y a la vez de expresión de deseo (“Cómo quisiera quererte”), ese que se suele transmitir en canciones mexicanas, tan clásicas, de ritmos en tres tiempos. Y por supuesto que el bolero, que en varios tramos se impone con su peso específico. Hay formas muy clásicas, como “Amor clandestino” y otras, como “Carita de cristal”, que son casi una sátira que se pone medio tanguera, en la que la protagonista espeta a un amor ausente, epítetos del tipo, “tan lejana tu estrategia de aumentar algunos likes, encubriendo tus mentiras, mascaritas de cristal”. Se convierte en un doliente tangazo, que se conecta imaginariamente con clásicos de un sur muy lejano, que hubieran salido de la inventiva de los hermanos Expósito.
También hay un toque andaluz que se cruza en todo este guiso, suculento, sabroso. El álbum cuenta con 12 tracks y tiene a modo de coda un par de bonus, que son temas ya incluidos en la lista, pero en otras versiones. Se las llama acústicas, aunque, quizás, la diferencia no radique en eso sino en un corrimiento estético que hace con artistas como Diego del Morao. La versión que Natalia hace con el músico jerezano del tema “Amor clandestino”, es una verdadera perla dentro del disco. También participa, como en la versión original que es un bolero, Israel Fernández, y Lafourcade se corre con ellos hacia el flamenco, con total naturalidad.
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