Sergio Galleguillo: de los orígenes humildes y el padrinazgo de Los Nocheros a convertirse en el embajador cultural de su provincia
El Gallo, como le dicen todos en el ambiente folclórico, es un emblema de la Chaya; a los 56, dice que quiere retirarse en unos cuatro años
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El motorhome de Sergio “El Gallo” Galleguillo está listo para retomar la ruta. “Voy buscando una copla/que cuente lo que es mi pago,/su siesta de harina y chaya/sus mozas bailando, en un patio regadito/a la sombra de un lapacho”, rezan los versos de su clásico “Buscando una copla”, que sonará en sus nuevos recitales en el país.
Conocido por sus fiestas chayeras de harina, albahaca y folclore bailable, el cantor, compositor y multiinstrumentista está en un momento de gracia y el año pasado superó un récord de conciertos durante la temporada de verano. Capital Federal y el Gran Buenos Aires, sin embargo, fueron conquistas recientes. En 2023 se había presentado por primera vez en el teatro Gran Rex trasladando la Chaya a la Avenida Corrientes con temas como “Pensando en ti”, “Bien riojano”, “Niñachay”, “La taleñita” y “El camión de Germán”. Ese día el Gran Rex brilló a sala llena.
A Sergio Galleguillo se lo conoce en el ambiente como el embajador cultural de La Rioja, además de como el señor alegría y el señor Chaya. “Cuando el Gallo canta nadie se sienta”, reza una frase que se popularizó en los festivales, donde ninguna butaca suele quedar vacía en sus presentaciones, uno de los números más esperados junto a los de Abel Pintos, Soledad Pastorutti, El Chaqueño Palavecino y Los Tekis. Junto a ellos comparte un sonido en común en el campo del folclore tradicional, masivo y popular, sin dejar de sumar distorsión eléctrica y fusión con la cumbia, el cuarteto, el pop y géneros bailables latinoamericanos.
De voz grave y cristalina, algo rockera –no casualmente lo apodan también “El Mick Jagger chayero”, por su performance carismática en el escenario–, Galleguillo empezó a cantar desde chico, y con el tiempo formó parte de varios grupos, primero como músico y luego como cantante. Hace tiempo que es un fenómeno de masas en los principales festivales y peñas de todo el país, copa los escenarios folklóricos y sus videos tienen millones de reproducciones en YouTube. “Donde voy hay alegría y fiesta. Mis shows suelen durar más de dos horas, que no bajan nunca”, dijo recientemente, anticipando el tenor de sus próximos conciertos.
Tierra y milagro, pago y cultura ancestral, fiesta y raíces, canción y baile. De los hitos de su trayectoria, de su nuevo espectáculo y de la polémica reciente sobre los dichos de Roberto Pettinato acerca del folclore, habla el Gallo riojano en esta entrevista con LA NACION, donde además deja pinceladas de su largo y anunciado adiós de los escenarios.

-El nombre de tu espectáculo, “El show de mi vida”, da idea de algo especial. Como si se tratara de una obra conclusiva, casi como un final de recorrido.
-Así es. Lo pensé como una forma artística de lo que sigue siendo mi día a día, de agradecer por una trayectoria de tantos años. Mi carrera profesional empezó allá por 1997, pero en la música vengo desde los ochenta, cuando di mis primeros pasos. Con mi bautismo en Cosquín de la mano de Los Nocheros me impulsé hacia adelante, armando esa pirámide gigante donde me encuentro ahora. Vengo peleándola desde hace 20 años, toqué durante décadas en peñas y lugares pequeños hasta animarme a cruzar el charco y saqué 10 discos. Entonces, con “El show de mi vida”, la propuesta es repasar mis épocas, mis discos, los repertorios que fui armando durante mi trayecto. Desde mis primeras canciones a un homenaje velado a gente que estuvo conmigo y que ya no está más, como mis padres, que se fueron temprano de esta vida.
-¿Y qué canciones, recuerdos y experiencias son las que traés a un primer plano para compartir nuevamente con el público?
-El show es una memoria de mi trabajo en el tiempo. Desde el grupo Los Amigos, pero también lo que me dejó en su momento Pancho Cabral y Rioja Trío, tanto como los grupos Tiahuanaco y Arahuanco. Todo fue parte de mi formación artística y afectiva, y de ahí nacieron las canciones. Es difícil sintetizar el largo camino, pero en mi repertorio se cruzan vidalas, carnavalitos, chayas, coplas, bailecitos, chacareras, zambas. Temas como “Agitando pañuelos”, “Buscando una copla”, luego otros más cercanos a la infancia, como “Tiempo de infancia”, “Zamba del verano”, “La de mi casita vieja”. También los del disco Como esperando la vida, que fue producido por Los Nocheros, y otros hitos como “Niñachay”, “El camión de Germán”. Hoy ya no se sacan más discos, mi último es Volver, de 2019, y a partir de ahí lancé nuevas canciones que reflejan mis ánimos, como “No llores corazón”. Cada etapa, en definitiva, refleja momentos mágicos que al repasarlas se vuelven a revivir con la gente.
-Cuando hablás con el público siempre hacés referencia a tu niñez en La Rioja, a la educación que recibiste, a las raíces que todavía siguen intactas en la música. ¿Cómo lo seguís viviendo a eso?
-Con mucha emoción y la conciencia de que mi camino se va acortando: tengo 56 años y sé que a los 60 me quiero retirar. Si algo aprendí de mi viejo fue su frase de que hay que saber retirarse de los lugares a tiempo. Más allá de todas las privaciones materiales y del aislamiento geográfico de haber nacido en una provincia lejana como La Rioja, me crie en un hogar lleno de amor, y mi riqueza mayor, puedo decirlo sin pelos en la lengua, fue mi familia. En mi barrio la vía del ferrocarril dividía a los pudientes de los que éramos humildes, fue una enseñanza para la vida. Despectivamente nos llamaban los cabecitas negras, por el humo de la locomotora que se metía en nuestros cuerpecitos cuando jugábamos al fútbol. Hoy en la esquina de una calle de La Rioja me hicieron una estatua, y eso fue un reconocimiento más que nada a una disciplina y a una conducta en el tiempo. Mi padre fue boxeador, trabajó en un circo y después en el ferrocarril. Mi madre trabajó a la par, fue una gran actriz. De ellos aprendí los valores sociales y artísticos, fueron mi gran escuela.
-A la hora de repasar los hitos de tu trayectoria, ¿qué otros aprendizajes fueron importantes para lanzarte desde La Rioja hacia el resto del país?
-Mirá, ya había empezado a cantar y bailar en el secundario. Por ese tiempo conocí a la Brujita Salguero, y creamos el Dúo Amanecer. Ella es una de las tantas extraordinarias cantoras riojanas. Después llegó mi estudio en el Centro Polivalente de Arte, que fue mi primera casa y donde me formé como artista. Ahí, además del canto y de mis armas como compositor, empecé a sentirme multiinstrumentista. Tocar el siku, la quena, el violín, el charango, la flauta traversa, el piano, la guitarra. Después lo acompañé a Pancho Cabral en una gira por España, aprendí mucho de la música andina, participé de la Cantata Riojana y cuando volví a la Argentina fundé Los Amigos. Y entonces vino el éxito impensado en las peñas de Cosquín, los 21 días de shows en la peña de Los Nocheros, un hito inolvidable que abrió todos los caminos. Se despertó una dimensión masiva y de artista popular que jamás hubiera pensado, es otro regalo de la vida.

-Recientemente murió Ramón Navarro, un gran compositor riojano con el que también trabajaste. A vos te nombraron como embajador cultural de La Rioja y sos uno de los emblemas de la fiesta de la Chaya. ¿Qué significan semejantes reconocimientos?
-Ser el embajador cultural de mi provincia es una gran responsabilidad. Me gusta sentirme un buen ejemplo, no es que salí de un repollo y me inventé ayer, me gusta ver que los jóvenes cuenten sus cosas, que expresen las características de sus lugares y las compartan con pasión. Ramón Navarro fue maravilloso para La Rioja, siempre con una poesía en el corazón, con una formación intelectual enorme, trabajamos juntos en La Cantata Riojana y en la delegación folclórica. Hay muchos músicos riojanos de excelencia: Chito Zeballos, Natalia Barrionuevo, Ariel Ferraro, David Gatica, José Jesús Oyola. Los riojanos llevamos dentro muchas zambas, mucha poesía. Sentimos que el folclore es una forma de vida, esa cosa de salir al país para llevar las raíces y defender nuestra cultura para que no se pierdan los valores.
-¿Qué cosas te quedaron inconclusas o todavía tenés pendientes?
-Me considero que he sido un pionero en eso de fusionar el folclore con otros ritmos populares bailables, pero siento que me falta estudiar más las cosas modernas de estos tiempos, como las nuevas tecnologías y la Inteligencia Artificial. Así como siento que siempre tendré la posibilidad de hacer folclore de raíz con una guitarra y dos bombos, hoy carezco de otras herramientas, las que las nuevas generaciones manejan fluidamente. Soy muy agradecido con la época que me tocó y de haber visto a figuras de nuestra cultura en acción, como Fangio, Messi, Maradona. En algún momento me dije que no me faltaba nada más con respecto a “escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo”, pero ahora me gustaría meterme con algo más audiovisual, una serie, o un documental, donde se puedan ver imágenes de mi carrera. Que se sepa quién fue el Gallo, el folclore del cual bebí y del cual formo parte. Y respecto a los pendientes, hay muchos lugares de Argentina a los que todavía no pude ir, por ejemplo en el Conurbano, donde hay tantos provincianos. Me imagino algo así como una gira que se llame “Un Gallo por el Conurbano”, con carpas que ofrezcan comidas típicas. Me gustaría tocar en lugares más abiertos para que asista la gente que no puede pagar una entrada. Hoy celebro seguir tocando en Buenos Aires, cuando por muchas décadas fue algo muy difícil para nosotros, los que venimos del interior.
-Ya anunciaste el retiro de los escenarios, ¿cómo imaginás que sigue tu vida?
-Imagino, antes que nada, estos cuatro años a full. Vengo con un promedio de casi 50 conciertos por temporada. No será una larga despedida como Los Chalchaleros (se ríe), pero sí quiero retirarme bien, no dejar de tocar en tantos sitios de Argentina que se alegran con nuestra presencia. Hoy sigo teniendo ganas de agarrar la motorhome, de ir con toda mi banda y mi equipo. Somos 20 personas que vamos todas juntos, sin estrellato. Con mi pareja, Silvana, que es una mujer luchadora, que es la número uno del paddle femenino y me acompaña a todos lados. Durante años viví esa cosa hermosa de los escenarios pero también con tanta gente que te grita terminás abrumado. Si no estás acompañado, te la pasás hablando solo con la almohada. Y también me da mucha alegría que mis hijas sean parte del grupo en los coros.
-El folclore volvió a debatirse con los dichos de Roberto Pettinato y la respuesta de Juan Falú. ¿Qué pensás sobre eso?
-Me causó gracia lo de Pettinato. No hay que enojarse porque lo dice desde su lugar. Siempre nos han ninguneado desde esos micrófonos de los que forma parte. Hoy los artistas estamos en el tiempo de sacar dos canciones al toque en las plataformas que desaparecen rápidamente, pero el folclore aparece y deja huella para toda la vida. Si él tiene un problema de ignorancia, lo invitaría a mi casa, le daría de comer un locro o le convidaría una empanadita y debajo de un árbol, de un quebracho o de un lapacho, le diría que toque el saxo mientras me pongo a tocar el charango y armamos algo juntos. Me agrada Pettinato, calculo que lo dijo para que se hable del tema, y si fue así, bienvenido sea. No me molesta. Si él tiró esa piedra, a mí me sale acariciarlo. En mi casa en La Rioja hay un piano, una guitarra, un estudio al lado de la pieza, instrumentos por todos lados. Lo invito cuando quiera.
“Nada más lindo que matear en el patio y crear la música, cada melodía, cada sonido que entra. Recuerdo a mis viejos que me decían que elija entre unas zapatillas o un charango, y siempre elegía lo segundo. Tuve la suerte de que ellos me apoyaran desde chiquito. El día que pierda esas ganas de que la gente me abrace, de encontrarme a celebrar con el público, de compartir nuevas y viejas canciones, entonces todo se habrá acabado”, comenta el Gallo a modo de cierre.
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