Un sueño cumplido para Abel Pintos: brindó un show a puro rock en Obras
Más de treinta canciones en casi tres horas de show. El concierto de Abel Pintos en Obras se transformó en una celebración y un sueño cumplido para el artista. "Es muy fuerte verlos a todos acá", dijo sorprendido. A pesar de ser uno de los artistas más convocantes y vendedores de la escena musical argentina todavía mira con incredulidad a ese mar de público que se agolpa en la platea del templo del rock y que corea sus canciones como él coreó alguna vez las de Soda Stéreo en el mismo lugar. Abel se pone las manos detrás de la cabeza, se emociona y se queda como haciendo una plegaria al cielo y repite gracias, varias veces, a lo largo de toda la noche.
Casi todo se lo debe, además de un largo camino recorrido desde los trece años y el padrinazgo de León Gieco, a una voz que esculpió con el tiempo como un diamante. Es difícil encontrar un cantante como Abel Pintos, que tiene la posibilidad de defender sus canciones propias con un nivel interpretativo que sólo alcanzan algunos privilegiados. En ese arte de la interpretación, que combina histrionismo y actitud de frontman, que por momentos lo asemeja a un cantante desprejuiciado como Miguel Abuelo y, en otros, al torbellino emocional que desataba Freddie Mercury con sus inflexiones y falsetes vocales, reside el magnetismo de Abel.
El concierto en Obras tuvo otros condimentos. La banda sonó decididamente rockera en el primer tramo del show con temas como "De solo vivir", "Revolución"; "Pájaro cantor" y "Juntos", acompañando el decir y los desplazamientos de un cantante que con sus lentes oscuros parecía lanzar guiños o rendir homenaje a íconos del rock como el Indio Solari. La sección de metales aportó otro timbre y color a la propuesta pop de Abel y el show ganó temperatura, desde el inicio.
Las baladas rockeras, pop y más épicas, son las que también ocuparon otro protagonismo. Lo interesante es el arco de Abel Pintos para ir de piezas en diferentes versiones y formatos que tienen un espíritu folk más cercano al de Calamaro en "Como te extraño" a la biográfica "Lo que soy". En ese registro intimo, donde las letras parecen diarios sentimentales de su propia vida y cuyo personaje ambiguo y enigmático representa a la perfección Abel, las canciones ganan en empatía con el público, que celebra de igual manera los temas de su último disco Once como de sus producciones anteriores.
Extrañamente en esa larga lista quedó afuera "Cactus", una canción que sonó en Obras por Cerati. Aunque la apuesta sobre todo se centró en material nuevo y en dividir el concierto en momentos para que cante todo el público ("Aquí te espero", "Motivos" o "Sin principio ni final"), para rockear con su banda ("Cacería" y "Pensar en nada"), para despuntar su gusto por el folklore ("La flor azul" y "Zamba para olvidar", dos de las versiones más celebradas de la noche), para bailar con un set de cumbias; y para apelar a la épica de los himnos sentimentales y estribilleros de su repertorio ("No me olvides" y "La llave").
El artista no desentonó en el templo del rock. Abel es a esta altura un consumado artista pop, que a la vez alterna códigos y registros de la cultura popular argentina y el rock en su sonido. Por eso no fue casualidad que después de los bises, Abel y su banda se despidieron mientras sonaba una grabación de la versión que hicieron con León Gieco de "Pensar en nada" en River, quizás el pico más alto a nivel local al que llegó Pintos. Sin embargo, llegar a Obras fue otro escalón distinto. Un escalón que lo sumó a toda una historia del rock argentino que pasó por ese espacio. Quizás por eso se fue cantando el tema con su público, usando la grabación que sonaba de fondo, como si estuviera en un karaoke colectivo. En ese momento, Pintos se sintió uno más del público, rodeado de su familia.