
Rapsodias frágiles de la nueva maravilla española
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En sus canciones, nacho vegas es capaz de robarle la dentadura postiza al cadáver de un anciano, de dispararle a la luna –“como Kevin Ayers”– desde la cama de un hospital mugriento y de reunir un ejército entre las góndolas de Carrefour. Y es capaz de alternar rusticidad asturiana con orquestaciones a lo Bad Seeds, baladas lastimosas con pequeñas épicas altaneras, coros de niñas y vómitos aguardentosos. Puede sentirse el tipo más miserable pero no darle demasiado crédito a su desolación. Las desgracias ocurren a diario, hay que aprender a quererlas y reírse de ellas.
VEGAS BANQUET
Nacho es un chaval (o un caballero) que nació en 1974 en Gijón, al norte de España, y que empezó a escribir canciones cuando tenía 12 o 13 años, fascinado por los discos de The Smiths y los misterios de la vida. “Al principio no me sentía cómodo con mi voz, ni con mi forma de escribir letras”, dice este songwriter de corazón roto y ojos de Morfeo, voz ajada y porte de dandy ibérico. Durante sus primeras temporadas en el rock (como integrante de Eliminator Jr. y luego de Manta Ray, mojones del indie español de los 90), Nacho mantuvo sus mejores canciones en secreto. Una noche, escuchando Blonde on Blonde de Dylan, decidió que se haría solista. Y ése es el verdadero nacimiento de Nacho Vegas, el hombre que acaba de desembarcar en la Argentina con su tercer álbum (Desaparezca aquí, editado por Ultrapop) y un disco doble en colaboración con Bunbury (El tiempo de las cerezas, EMI). Un fan de Leonard Cohen y Marc Bolan entregado a las madrugadas humeantes, la narrativa agridulce y la composición de pequeñas y endebles rapsodias folk rock. “Creo que encontré la fuerza de mis canciones cuando empecé a coger cierta distancia respecto de las historias”, dice Nacho por teléfono. “Una cosa que puede fallar al principio es mirarse demasiado el ombligo. Para mí fue importante observar lo que ocurría fuera de mí.”
MULTIPLICADO
“Tracé un ambicioso plan; consistía en sobrevivir”, canta Vegas en “Nuevos planes, idénticas estrategias”. A esta altura, la supervivencia del artista de culto cobra la forma de una carrera en ascenso: el disco con Bunbury probablemente lo lleve a una instancia de exhibición mucho mayor. Nacho dice que eso sólo le genera curiosidad, que no se muere por mantener su espacio de cantautor semimaldito. Y mientras prepara un disco de composiciones asturianas tradicionales en clave rockera junto a una banda folclórica de Gijón, Vegas patenta la pregunta del artista a punto de estallar en un tema ya publicado (“Autoayuda”): “¿Quién entre esos que hoy te adulan y que hablan tan bien de ti, quién permanecerá por aquí en las horas bajas?”. El tiempo dirá. Mientras tanto, él mira el éxito con la misma ternura indolente con que mira el fracaso.






