
Ochenta veces Cuchi
La Nación estuvo con el legendario pianista salteño, autor de obras como "Balderrama", que el 29 del actual cumplirá 80 años
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SALTA.- Una melodía conocida, que vuelve a sonar después de mucho tiempo, es lo único que rompe el imperturbable silencio de la siesta salteña. Adentro de una casa colonial, humilde, como tantas otras que pueblan la cuadra de La Rioja al 300, está reunida la familia Leguizamón.
El "Cuchi", uno de los iconos absolutos del folklore, está como perdido en sus propios sueños. Pero resiste. Casi sin habla, y con un estado de salud delicado, el pianista salteño está a punto de cumplir los 80, el próximo 29. A pesar de esto, parece querer tararear la "Zamba de la viuda" que "El Moro", uno de sus cuatro hijos, hace resonar en las teclas del piano de cola que ocupa prácticamente todo el living. Hasta lanza un quejido cuando su hijo le pifia a una nota.
El clima es litúrgico y emotivo. Gustavo Leguizamón no tiene miedo de lo que piensen los testigos ocasionales y lagrimea. Se seca con el poncho de vicuña que lleva puesto, ayudado por el joven enfermero que cuida de sus días. Y, cuando la canción termina, El Moro se le acerca al oído y le dice: "¿Tata, querés que siga tocando...? El Cuchi lo mira, como esforzándose, y le responde con voz estentórea "Tocá, tocá más..."
La llama del músico sigue encendida, pero su enfermedad, de años, lo sumió en una suerte de olvido. Su figura es una significativa ausencia en los bares que rodean la plaza 9 de Julio, ubicada en el centro de la ciudad, donde pasaba las tardes o las noches, filosofando, macaneando, tomando vino o comiéndose "las mejores empanadas del mundo", como solía decir.
Lo que pasa es que el Cuchi siempre se hizo notar. Como cuando hizo las Coplas del Tata Dios ("Pobrecito Tata Dios/ no le queda un solo amigo/siempre rodeado de adulones/que van a chuparle el vino/Pobrecito Tata Dios/Ni siquiera cantar sabe/sin sentimientos ni sueños/no tiene Dios que lo ampare"). O cuando se animó a realizar un concierto con campanas y silbatos de tren tocando zambas y chacareras.
Ahora, se dejó de hablar de la persona, pero de su música jamás. Los salteños siempre sintieron orgullo por ese hombre que se iba inventando la vida y la decía a grandes voces. En el fondo el Cuchi siempre fue un changuito y eso se ha metido muy mucho en su pueblo. Quizás su imagen se diluyó un poco, pero igual nunca faltan en cualquier repertorio dos o tres temas del Cuchi. Y es que no pueden faltar. "Su obra ya no tiene que ver con Leguizamón sino con el arte de un país", asegura el poeta Miguel Angel Pérez, autor de los versos de esa hermosa zamba llamada "Si llega a ser tucumana", que elaboró junto al Cuchi.
Contra el olvido
El testimonio de este músico fundamental está en sus canciones, las que pelean contra el olvido y mantienen fresco su pensamiento. Alrededor de 800 composiciones (muchas sinfónicas y corales), entre las que se encuentran "Balderrama", "La Pomeña", "Zamba del pañuelo", "Serenata del 900", "Maturana", "Zamba de Lozano", "Zamba de Juan Panadero", "Chacarera del expediente", "Zamba de Anta", "La Arenosa", "Zamba del laurel" y "El silbador", componen una obra que abrió el camino de la renovación folklórica.
Algunos de esos temas fueron grabados en un disco prohibido que sacó hace más de 17 años el sello Phonogram. Y otros quedaron registrados durante un recital en vivo que editó Melopea, en 1989, la única grabación que se acerca al universo del músico. Además de las canciones que integran los discos del Dúo Salteño (formado por Chacho Echenique y Patricio Jiménez), donde el Cuchi introdujo sus innovadores arreglos. Una agrupación que hizo historia.
Las mil caras del Cuchi
Ateo romántico, aunque se casó por Iglesia. Padre de cuatro hijos: Juan Martín, José María "El Moro", Delfín, y Luis Gonzalo. Abogado penal. Profesor de Historia o "Historieta" como se definía (sólo alcanza con pronunciar su nombre para que cualquier salteño diga que fue su alumno en el Colegio Nacional). Diputado ocasional. Cultor de Arnold Shöenberg y Duke Ellington. Amigo de Borges y el "Mono" Villegas. Son algunas de las facetas que surgen de la charla con su entorno cercano y los lugares que solía frecuentar.
"El Cuchi refleja en sus creaciones todo lo que vivió durante la infancia rodeado de todas esas viejitas sabihondas que le cocinaban, la chinita que barría la vereda y la gracia de los peones. Como paraba la oreja, aprendió toda esa esencia del pueblo y lo complementó con su intuición musical. La pucha si es talentoso", dice José Ríos, otro de los poetas y amigos del músico.
Muchas de las canciones nacieron de personajes que el Cuchi fue conociendo a lo largo de su vida. Otras surgieron de la influencia del entorno que lo rodeaba. "Siempre le gustó cantarle al salteño común. Por ahí el Tata iba a un lugar y se inspiraba en una mujer hermosa, en un paisaje, en una guagua, en algo que lo emocionaba y le hacía una zamba. Así nació la canción que le hizo a la Eulogia Tapia ("La Pomeña") y otras tantas a las que le puso su música", cuenta El Moro, uno de los hijos que vive con su padre, y quiere seguir tocando la obra del "Cuchi".
De esa lista se puede nombrar "Si llega a ser tucumana", que el Cuchi siempre cuenta fue dedicada a una amiga que vivía en París y se estaba por casar con un francés. "Como era muy querida le hicimos una zamba con Perecito (Miguel Angel Pérez) y el muy bandido le escribió esa letra tan jugosa". "Maturana" que le dedicaron con Castilla a ese hachero chilenito, que lloraba cuando cantaba algunas coplas con su guitarra. "La canción de cuna para el vino" que salió un día de asado donde faltaba el líquido espirituoso.
Vino acunado
"El Cuchi y Castilla no encontraban ningún boliche abierto -memora Juan José Botelli, uno de los músicos integrantes del círculo habitual- hasta que ven un ranchito con una gorda que estaba rodeada de damajuanas y botellas de vino. Pero no les quería vender ninguna porque decía que era para consumo personal. Entonces el Cuchi le dice: "Pero mamita te vas a trancar con tanto vino y en vez de decir "a" vas a decir acordeón". La colla se empezó a reír y les terminó regalando dos botellas.
Los dos iban con miedo de que se les cayera. Y Leguizamón le comenta a Castilla:"Barbudo, mirá cómo llevamos los vinos, como si los estuviéramos acunando. ¿Que te parece si le hacemos una canción de cuna al vino? Ya que el vino nos durmió tantas veces a nosotros, es bueno que una noche lo durmamos nosotros a él".
De la misma manera nació "Balderrama", una de las obras que más lo trascendieron, y describía las interminables jornadas en ese boliche a orillitas del canal donde, junto a los amigos de siempre, esperaban el brote del alba.
"Una vez que encontraba el tema lo trabajaba bien. Lo maceraba y no culminaba la obra hasta que pudiera representar su concepción musical. Era muy metódico y muy serio a la hora de componer", sostiene Pérez. El mismo "Gordo" Balderrama, dueño del famoso boliche, contó que: "Les llevó más de un año de trabajo a Castilla y Leguizamón hacer la canción de ÔBalderrama´. A veces pasaban encerrados dos días sin dormir en una de las salitas, que ahora se convirtió en uno de los baños del local". En Salta, que se presenta al visitante con sus veredas angostas, sus casas bajas y coloniales y sus cerros de postal turística, amigos y comprovincianos extrañan al Cuchi, que revolucionó con sus ideas la música popular argentina. También extrañan al personaje irónico, burlón y ocurrente. "Siempre era el primero en festejar sus propios chistes con una sonora carcajada", dice Raúl Anzoategui, otro de sus compañeros de madrugadas. "Nos hace falta ese charlador e inventor de fábulas maravillosas. Siempre fue un hombre que se constituyó en el alma de la fiesta. Eran farras largas y a veces las bromas podían ser muy pesadas, pero sabía cuándo parar. Nunca, a pesar de su inteligencia, deslució a ninguna persona en una reunión", agrega emocionado el poeta.
Muchos de sus amigos mantienen un código de silencio con respecto al presente del artista. Prefieren evocar al vital hombre que supo retratar a Salta de una manera que nadie lo hizo. Al bohemio que se bebió las noches de un solo trago. Y al fino pianista que reunió en sus composiciones el toque aristocrático de un pasado patricio, una erudita formación musical y la cultura popular que cosechó en jornadas regadas de vino tinto junto a Manuel J. Castilla, "El Barbudo" (con el que compuso páginas gloriosas del folklore argentino).
Sobresale el hombre profundamente aquerenciado a su tierra: "Una vez se volvió a Salta en medio de una gira por Alemania porque estaba desesperado por comer empanadas", cuenta su hijo. Y el personaje que fue protagonista de un glosario de anécdotas tan ricas y misteriosas que lo han transformado en un mito en vida.
Humberto Echechurre, autor del libro "A solas con el ÔCuchi´ Leguizamón", recuerda la vez que durante la época de la dictadura militar el músico estaba en el tradicional Club Ô20 de Febrero´ leyendo un libro del Che Guevara. Se le acerca un oficial y le dice: ÔDoctor, cómo va estar leyendo esos libros, si sigue así se va a convertir en un idiota útil´, y el Cuchi lo mira y le dice: ¿Y vos, changuito? Cuando vas a leer un libro así dejas de ser un idiota inútil".
Leyenda en silencio
Ese Cuchi, que se alimenta de la leyenda, está sentado en silencio. Tiene el rostro cruzado por las cicatrices de un tiempo que disfrutó intensamente. De aquellas épocas sólo conserva la barba blanca y la intensa mirada de diablo. Dicen los suyos que, en la intimidad, el músico todavía regala algunas sonrisas. "Ahí están las zambas para que ellas se pongan tristes y yo pueda vivir tranquilo", dijo una vez con su tonada tan característica.
Cuando el tiempo es bueno lo sacan a pasear por el parque San Martín, cerca de la terminal de ómnibus, donde está el anfiteatro que lleva su nombre. "El Moro", gritón, abogado y músico, como su padre, dice que también hay un barrio que lleva su apellido. Quizás algún día la calle donde vive (a la que llegan turistas de todo el mundo guiados por la placa de abogado que sigue en la puerta), pase a llamarse Gustavo "Cuchi" Leguizamón.
Puede que sea el último reconocimiento que le ande faltando en la ciudad que lo vio nacer (el año pasado fue homenajeado en Cafayate y, hace tres, en el teatro San Martín a sala llena, pero nunca se le brindó un homenaje a nivel nacional).
Con el tiempo, Salta se convirtió en uno los testigos privilegiados de sus aventuras musicales más vanguardistas. Y es todavía uno de los pocos lugares donde siguen silbando las zambas del Cuchi, sin saber de quién son. "Ese es el elogio más grande que puede recibir un artista _solía repetir_. Cuando la obra se convierte en anónima pasa a ser parte sustancial del pueblo y no del que la compuso."
"Yo siempre fui un gran farsante"
Algunas frases vertidas por el Cuchi en diferentes charlas _una de las ocupaciones que más le gustaban_ lo pintan de cuerpo entero. Lo que sigue es apenas un puñado de ejemplos de un hombre sabio:
- "Los salteños somos capaces de juntarnos y cantar o recitar veinticuatro horas seguidas. En Atenas, los peripatéticos inventaron la forma de filosofar caminando; nosotros encontramos la forma de beber caminando. Por eso, en Salta los boliches no tienen puerta, porque no cierran nunca. Así que están las mujeres dando vueltas porque el marido se está gastando todo el jornal."
- "La felicidad es una excelente salud y una pésima memoria."
- "Si uno pudiera liberarse de la memoria quizá sería posible vivir como los pájaros y también morir como ellos, convertir a la muerte en un hecho natural, en una mansa entrega a la tierra. Pero yo tengo mi mente perjudicada por la filosofía; me resulta imposible dejar de pensar en las cosas que dejo o los que necesitan de mí, y me cuesta aceptar que después de todo la muerte es una aventura hermosa. Siempre me acuerdo de una copla de Castilla que decía:Cuando la muerte venga no le ei de poner asiento/así no vuelve a venir/y le sirve de escarmiento."
- "A mí me gustaría tener un Dios criollo que se mache los sábados; que los domingos, mientras su mujer lo reta le haga cariños, y que el lunes tenga el corazón blandito para dar felicidad a todos los que la necesitan. Que alguna vez ponga en peligro toda la justicia divina preso de la pasión por una muchacha, que haya tenido que ir, como yo, a la facultad para recibirse de algo. El es muy soberbio, nunca cumple horarios, nunca duerme y, como buen fascista, pide incondicionalidad como única prenda aceptable."
- "¿Dónde vas a encontrar a un tipo silbando en una calle de Buenos Aires? ¿Dónde vas a encontrar un porteño que se detenga a ver el cielo? Porque hay días que nos pertenecen. No podés constituirte nunca en un empleado público del paisaje."
- "Lo que más me gustaba era cocinar, especialmente para los amigos. Es una especie de profesión dormida porque actualmente no la puedo ejercer. Como vas a estar de mal genio y sin humor cuando comés un locro pulsudo, tomás un buen vino y estás frente a una linda muchacha."
- "Llevo mi tierra desde el taco de los zapatos hasta el corazón cuando yo toco o bailo una zamba. Porque es mi música, porque soy un rococó que necesita de un río crecido de zambas."
- "La canción popular es una síntesis de emoción y sabiduría. Es por muchas razones un mensaje muy breve, aunque nunca de menor calidad ni de una pequeña trascendencia frente a las grandes obras, siempre y cuando tenga el nivel que debe tener."
- "Yo fui un gran farsante. Contaba tantas cosas, la mitad eran mentiras, pero la gente se acercaba y me escuchaba atentamente."
- "Hacer música no me alcanza para vivir, pero me hace vivir. Mirá lo que son las cosas. Antes, cuando era abogado vivía de la discordia y ahora de la alegría."
- "Yo le escribo a mi paisaje, a todo el mundo. Si logro expresar lo que siento, si mi pueblo lo interpreta y si sienten más queridas sus cosas, entonces me considero satisfecho."
(Extraído del libro "A solas con el Cuchi Leguizamón", de Humberto Echechurre, 1995)
Al maestro, con cariño
León Gieco: "Gracias al Cuchi nos podemos vanagloriar del folklore. Tiene una música donde se mezcla lo clásico y el jazz, pero esta armonizado con otros tonos. Es una música complicada, pero conectada con lo popular, como el tango: porque es difícil de cantarlo y tocarlo. No hay muchos como él. Cuando nos encontramos para el disco "De Ushuaia a la Quiaca" me dijo que me iba a enseñar a cantar "Maturana" con el ritmo del baile de la zamba, pero como yo no sabía me dejó una versión instrumental para que yo la aprenda igual, y algún día la cante. También me grabó "Me voy quedando". Estos temas quedaron para una nueva versión de "Ushuaia a la Quiaca" que estoy tratando de sacar. Incluso en ese disco pienso grabar esa versión de "Maturana", donde voy a tener el privilegio del acompañamiento en piano del Cuchi".
Chango Farías Gómez: "Al Cuchi lo conozco desde los 15 años, cuando me fui a Salta, y pude ver de cerca toda esa movida de los intelectuales salteños que incorporaron la música a su creación. El Cuchi aparece ahí como un maestro porque la música más profunda de Salta es la baguala y él la incorpora a la zamba, que es más española. Creó una impronta particular con estas armonías que me hacen acordar a las cosas brasileñas. Por eso hablar del Cuchi es hablar de un maestro al que uno admira sobre todas las cosas. Es un erudito de su pueblo, pero desde el lugar de la gente y comprendiendo sus colores y sonidos".
Manolo Juárez: "Hay músicos que, con sus obras, modifican el pensamiento de sus semejantes. Es el caso de Gustavo "Cuchi" Leguizamón, espíritu inquieto, hombre de la cultura, que supo testimoniar alegrías y tristezas de la gente de su pueblo. Hábilmente modificó gran parte de la música folklórica, introduciendo en sus composiciones, giros melódicos y armónicos de gran belleza. Hace unos pocos años en el ciclo que organicé, tuve oportunidad de realizar varias actuaciones en esta capital y giras por el interior en las que más que compañero de tareas, gozaba como espectador de la magia de su lenguaje. A él le debemos gran parte de la música definitiva de nuestro país".
Suna Rocha: "El Cuchi, como músico, ha sido un adelantado a su tiempo. La particularidad de su melodia y la manera de combinar las sucesiones armónicas, es única. Es un tipo de una gran personalidad, con una riqueza musical que la expuso a pleno en la dirección del Dúo Salteño. Y que por las formas musicales en las que incursionó no se volverá a repetir. Pero es lamentable que al Cuchi lo hayan conocido muy pocos músicos argentinos. Incluso me hubiera gustado saber qué pasaba con el Cuchi en el mundo. No me cabe duda de que hubiera tenido gran recepción. Porque el Cuchi es tremendamente moderno".
Raúl Carnota: "El Cuchi es uno de los grandes de la música nacional y es uno los pianistas que inluyó a muchos músicos. Es un gran maestro para todos. Y es de uno de esos talentos que no aparecen todos los días. Por eso, hay que cuidarlo y homenajearlo como se debe".
Leyendas y mitos que suben hasta el cielo
SALTA.- Por los lugares que el Cuchi frecuentó dejó un nutrido historial, que lo fue transformando en una leyenda viva. En esas noches largas, cuando aflora el folklore y los parroquianos se atreven a las confesiones, aparece la figura del mito. Ya es parte de estas historias un cuento popular que tiene como protagonista al autor de "Balderrama".
Dice la leyenda que una vez el Cuchi subió al cielo y le pidió a una ángel que quería hablar con Dios. Al saber de su presencia el "supremo" se hizo presente y le dijo: "No lo hacía tan pronto por acá". Y el Cuchi le explicó: "No piense que me vengo a quedar, es que quiero decirle nomás al Barbudo´ Castilla que no se preocupe, que Balderrama no se ha apagado". Dice entonces la leyenda que Dios, con su infinita paciencia, le permitió un abrazo con su entrañable amigo. Y también dice que Dios le recriminó al Cuchi: "Me enteré que usted anda diciendo por allá abajo que soy un fascista y no sé qué otras cosas más. Me parece que usted no me conoce". Sin impacientarse y mascando sus hojitas de coca el Cuchi le contestó: "Vea, amigo, como yo soy medio empírico, si quiere lo charlamos abajo y con un vino de por medio".
Orgulloso, Dios bajó de las nubes, conoció la pobreza de los ranchos, acompañó al Cuchi con varias botellas de vino y ya cuando los dos estaban bien machaditos dice la leyenda que Dios hasta le llegó a confesar al Cuchi su amor por una pecadora. Y dice también que el músico lo aconsejó.
También dice el cuento que Dios miró al cielo y exclamó:"La pucha que lindo se ve desde acá abajo". Y le pidió al Cuchi quedarse para poder ver el amanecer. Al otro día un ángel guardían vino a buscar a Dios. Fue cuando el Cuchi le dijo: "Con cuatro horas de sueño se le va a pasar la tranca. Después decile que algún día le voy a subir a afinar las campanas para el día del juicio final". Desde ese día finaliza la leyenda -que los parroquianos se florean contando y que añaden: es obra de un porteño- Dios anda con gesto melancólico y cara larga. Y que cuando mandaba amanecer sobre Salta se lo escuchaba tararear eso de una tal Eulogia Tapia, esa que le daba al aire su ternura.




