A una década del adiós, el ex Ratones le rinde tributo al primer Pappo’s Blues y evoca el genio y los fantasmas del gran guitar hero nacional
En un camarín subterráneo de la Usina del Arte, Juanse se mira en el espejo: el pelo un poco desordenado, la mirada cansada, la boca grande entreabierta. Tiene 52 años, casi la misma edad que tenía su gran amigo Pappo cuando, en un accidente en la Ruta 5, cerca de Luján, rozó su Harley-Davidson que había bautizado "Victoria" con la Kawasaki de su hijo Luciano, perdió el control y terminó arrollado por un Renault Clio que venía atrás de ellos. Pappo tenía 54. ¶ Ahora es miércoles 17 de diciembre de 2014 y en un rato, a las nueve de la noche, Juanse subirá al escenario para presentar su nuevo disco, Pappo x Juanse, una colección de catorce canciones que tributa al Norberto Napolitano clásico (el de los primeros cinco volúmenes de Pappo’s Blues) y que van al hueso del rock & roll de guitarras: un disco que, por otro lado, reavivó la carrera solista de Juanse y que lo confirma como un intérprete eficaz y personal de blues y rock, además de un probado hacedor de hits.
La muerte de Pappo ocurrió el 25 de febrero de 2005. Pasaron diez años, pero rara vez Juanse piensa en ese momento. "Habíamos hablado el día anterior", dice una semana después del show en la Usina del Arte. Ya es 24 de diciembre, horas antes de Nochebuena, y es un día especial para este Juanse que hace pocos años abrazó fervientemente el catolicismo. Mientras su mujer, Julia, pone la mesa familiar (los Gutiérrez recibirán hoy a algunos amigos de sus hijos, Daland y Bárbara), el fundador y ex líder de los Ratones Paranoicos evoca a su amigo, el mayor guitar hero de la historia del rock nacional. "Había un tema íntimo que a él lo fisuró tremendamente y quiso resolverlo. Y lo resolvió, pero tuvo sus consecuencias... Y entonces bueno... manejar en ese estado no se puede, eso ya se sabe." Al día siguiente del accidente, Juanse se enteró de la muerte de su amigo por televisión. "Yo pensé que podía llegar a pegarse un palo más en cualquier momento, pero esto fue una cosa traumática por donde la mires. Dios dispone y nosotros tenemos que tener fe: nadie tiene la vida comprada." Juanse no se quita nunca un Cristo que cuelga de su cuello, y tampoco un anillo con la Medalla de San Benito. "Extraño a Pappo sin angustia", dice.
Se habían conocido en los últimos años de la década de 1970, en la casa del humorista Berugo Carámbula, por entonces una celebridad de la televisión que los sábados armaba reuniones en su chalet de la calle Asunción, del barrio de Villa Devoto, a las que iban, entre otros, el músico Rubén Rada, la actriz Gabriela Acher y la cantante brasilera Maria Creuza. Y también Pappo. Juanse, amigo de Gabriel Carámbula (el hijo de Berugo, que grabó buena parte de las guitarras de Pappo x Juanse) también estaba ahí, y sabía de sobra quién era Napolitano: a los 10 años, en 1972, se había comprado Pappo’s Blues Volumen 2, un vinilo que todavía conserva (autografiado por Napolitano, que le puso: "Buscando el tesoro de Borneo encontré un gran ser que es importante. Pappo, para su amigo") y con el que posa en su casa para al fotógrafo de Rolling Stone.
Con los años, Juanse produjo el disco Pappo’s Blues Volumen 8: Caso cerrado, de 1995. Y formó junto a él una banda imperfecta: la Juanse-Pappo Roll Band, que también se llamó Juanito y el Carposaurio, y que nació, murió y renació a lo largo de los primeros años 90 (su show más recordado fue uno frente a 4.500 personas en la Federación de Box, en 1992, pero también hubo una gira por Córdoba y un disco grabado en 1990, que continúa inédito). También hicieron un pequeño tour en formato trío acústico junto a Botafogo, en el verano de 2004/2005, que fue una de las últimas cosas que hizo Pappo y de la cual no hay registro de audio.
Pappo fue despedido en el panteón de músicos de SADAIC del Cementerio de la Chacarita por 3.000 fans (algunos de los cuales saltaban entre los techos de los mausoleos) y dejó completamente desolado, en ese naciente 2005, a un universo rockero ya absolutamente en shock por la tragedia de Cromañón, que había ocurrido dos meses antes. El año anterior, Juanse había hiteado por última vez con los Ratones Paranoicos: "Sigue girando" (del disco Girando) fue el último éxito de la banda, que Juanse decidió desarmar en 2011, después de haber editado un último álbum de estudio producido por Andrew Loog Oldham (Ratones Paranoicos, 2009), y uno doble conmemorando los 20 años de su segundo y consagratorio álbum, Los chicos quieren rock 1988-2009 (editado en 2010).
Desde entonces, Juanse dedica buena parte de su vida a comportarse de acuerdo con los preceptos del cristianismo. "Ya no me interesa lo que piense la gente, no me interesa el halago ni la crítica", dice. "No respondo a nadie más que a Dios, concretamente a Jesucristo y a la Virgen María, que son los que me dan la fuerza y la seguridad de estar haciendo lo que corresponde con respecto a mi vida. No me interesa que vaya gente al teatro; más me gusta tocar en la iglesia. En cada octubre toco en la parroquia de la Virgen del Rosario, de Avellaneda. La última vez hice ahí ‘El rock del gato’ porque el padre Abraham me lo pidió. Fue alucinante."
Juanse, que tuvo un paso breve por un colegio católico privado y que viene de una familia moderadamente cristiana, abrazó la fe con fuerza luego de tener una revelación en el living de su casa. "Sentí que me caía una ficha rectangular de lágrima, algo que me atravesó: un baño de lágrimas que tenía el sabor de las lágrimas y un aire que no sé cómo explicar, y una vez que eso terminó, sentí que no sabía dónde estaba", dice. "Después empecé a conmoverme por todas las cosas relacionadas con Jesucristo. Esa dificultad que tuvo… Dios quiso expresarse a través de la humanidad para salvar su creación. Y yo empecé a sentir de esa manera. No soy otra persona, pero ya no me interesan las cosas de antes. Lo único que me interesa es no equivocarme con Cristo: es mi único motivo de existencia en este momento."
Su primer disco solista, Expresso Bongo (en el que buscaba otro sonido, rockero pero diferente del de los Ratones Paranoicos) salió en 1997 y en 2007 editó Energía divina. Juanse se dedicó totalmente a su carrera en solitario cuando los Ratones se disolvieron, aunque se encontró, en su primera temporada sin banda, con una agenda anual de once shows que distaba mucho de la de los Ratones, que tenían entre 80 y 120 shows por año. Como sea, lanzó entonces dos discos solistas: Baldíos lunares (2011) y Rock es amor igual (2013). Con esta suerte de regreso a las raíces que es Pappo x Juanse, el guitarrista y cantante se reencuentra también con el público masivo.
Rubén "Pelo" Aprile, el gran cazatalentos del rock argentino y propietario del sello Pelo Music, fue en realidad quien tuvo la idea. "Quiero que grabes un disco tuyo pero con versiones de temas de Pappo", le propuso, y le pasó una lista de 28 canciones. "Había estado buscando un compilado de Motown en mi casa, un día de fines de agosto, a las 11 de la noche, cuando se me cayó el último disco de Juanse. Yo tenía la idea de hacer un tributo a Pappo desde hacía tiempo y en ese momento todo me cerró", dice ahora Aprile. "Nunca había trabajado con Juanse y tampoco sabía que había sido tan amigo de Pappo, pero me parecía que podía interpretar bien estos temas. Fue todo muy casual… ¿O causal?" Finalmente, fue el diseñador Alejandro Ros (responsable del arte de varios discos clásicos del rock nacional) quien encontró el título. "Es un disco clásico", asegura Aprile, "que se va a escuchar durante los próximos 30 años".
En tren de apuntar casualidades –o causalidades–, Juanse también recuerda que la tapa de RS 174, con el especial "100 grandes guitarristas del rock argentino", estaba encabezada por el título "Pappo por Juanse". "Para mí fue como si hubiera sonado un campanario importante", sigue Juanse. Y agrega que él mismo había tenido la idea de homenajear a su amigo antes de su muerte, y que Pappo le había dicho: "Bueno, pero me vas a dejar tocar un tema a mí, ¿no?". Entre el llamado de Aprile y la edición del álbum (que tuvo la ingeniería de Jorge Da Silva, "el Portugués", que también había trabajado con Pappo) pasaron tres meses, un tiempo récord para cualquier disco. Juanse grabó con la receta que Andrew Loog Oldham le había enseñado en los años de los Ratones Paranoicos: toda la banda tocando en directo un par de veces, sin overdubs, para elegir luego la mejor versión, que por lo general –asegura Juanse– suele ser la primera. "Al final no hicimos más que dos o tres tomas de cada canción", dice.
El clima de espontaneidad que atraviesa el disco (Juanse se preocupa por aclarar que son sus propias "versiones", algo muy diferente de "covers") tiene una lógica implacable, y es consecuencia de un proceso que llevó prácticamente toda una vida. Juanse y Carámbula, cuya sociedad musical se remonta a una banda pre-Ratones llamada Puñalada Amistosa, atacan el núcleo duro del repertorio de Pappo’s Blues con la naturalidad de quienes hablan su segundo lenguaje, ese que han estudiado desde siempre para permitir que les salga como si lo estuvieran inventando en ese preciso instante.
Esta especie de psicodelia porteña que es patrimonio de Pappo’s Blues, imbuida del lenguaje de los primeros héroes de la guitarra de blues mutante (Eric Clapton con Cream, Jimi Hendrix con el Experience, Peter Green con Fleetwood Mac) y bañada en la poesía urbana alimentada por las experiencias de expansión de conciencia de la generación de La Cueva (especialmente Javier Martínez con Manal, pero también Litto Nebbia con Los Gatos y Miguel Abuelo con Los Abuelos de la Nada, bandas por las que Pappo había transitado antes de formar su propio grupo). Toda esa alquimia única marca Pappo encuentra una adecuada traducción en las vibrantes interpretaciones de Juanse y su banda. El dice que una premisa importante para elegir los temas del primer Pappo’s Blues es valorizar también a su líder como letrista y compositor, facetas que no siempre son tenidas en cuenta cuando se analiza su obra, algo ocultas por su talento guitarrístico.
Las versiones se mantienen en su mayoría fieles a las originales, pero también se permiten algunas variaciones. Por ejemplo, las armonizaciones de voces en "Desconfío" realizadas por Juanse y el invitado Andrés Calamaro (quien ya había registrado el tema junto a Pappo durante las sesiones de Honestidad brutal, un material que finalmente fue editado en sus Obras incompletas), o la participación del violín de Peteco Carabajal, que acentúa el aire country de "Trabajando en el ferrocarril" y realza el lirismo de "Una casa con diez pinos". Este último, el tema de Manal preferido de Pappo –que lo hizo suyo en una versión grabada para Blues local junto a la base original del trío–, es uno de los dos temas que no pertenecen a Napolitano. El otro es "Ruta 66", el standard de Bobby Troup que Pappo transformó en un clásico del rock nacional, y del cual Juanse participara en la versión de Caso cerrado. Los otros invitados son Daland Sepum, nombre artístico del hijo de Juanse y líder de La Armada Cósmica, que aporta su guitarra en "Pájaro metálico", y el virtuoso guitarrista uruguayo Christian Cary, de La Triple Nelson, con un solo memorable en la poderosa "Sucio y desprolijo", de la cual Juanse se enorgullece por haber versionado también la compleja introducción, que él ubica al nivel de la música clásica. "Pasé 20 años al lado de Pappo: las canciones me salieron como las tocaba él por la costumbre de haberlas tocado juntos. Si fuera por mí, hubiera grabado 50 de sus temas."
"Pappo era un tipo muy inteligente: inteligentísimo, brillante desde donde lo mires", sigue Juanse. "Toda su parafernalia, toda su estética intelectual era de un alto nivel, yo diría metafísico. Lo que pasa es que estaba muy brindado a su densidad. El Carpo no era un tipo oscuro, sino un tipo denso. Su personalidad lo marcó porque para él todo era negro o blanco. Entonces esa timidez, esa falta de expresividad en el afecto, él la resolvía con una piña. O con un .38, o con un cuchillo o con el auto. Pero para mí es como un familiar. Un hermano no: un tío, un tío-primo. Una cosa rara." A continuación, más recuerdos y definiciones de Juanse sobre esta leyenda inmortal de la música argentina.
Aventuras del repertorio
Para Pappo x Juanse elegimos un repertorio muy clásico de Pappo’s Blues porque Pappo no era famoso en esa época. Era conocidísimo, pero no famoso. Era un integrante de Los Gatos y después de Pappo’s Blues Volumen 2 se fue de viaje. Cuando volvió tuvo que rearmar su carrera y así lo fue haciendo todo el tiempo, cada vez que se fue. Se hizo conocido por Riff en los 80. Pero decidí hacer el repertorio clásico porque creo que no se conoce: "El hombre suburbano" quizá sí, pero "Malas compañías" no; y "Desconfío" se conoce por las versiones de Celeste Carballo y de Andrés [Calamaro].
Vida como hijo
A Pappo lo conocen por "Mi vieja" y ésa era su tremenda indignación. A mí me dijo: "¿A vos te parece? Me quieren hacer grabar esta canción que encima no es mía". Yo le dije: "Pará, quedate tranquilo, frená la moto". Y cuando la escuché, le dije: "Grabá esto, grabalo ya, es buenísimo". Además, él no se había ido nunca de la casa y quería mucho a su vieja, así que no me parecía mal. Una vez me dijo: "Me voy a construir una casa", y cuando le pregunté a dónde me respondió: "Al lado de la de mi mamá". Y se hizo un búnker, ¡con jacuzzi y todo!
Un especialista en el autoboicot
No hubo otro músico argentino con las cualidades y la capacidad que tuvo Pappo para acceder a la internacionalidad. B.B. King, que recorría todo el mundo, lo eligió a él y dijo que era uno de los mejores guitarristas que había escuchado en su vida. Pero Pappo era un especialista en autoboicotearse. Yo soy testigo de la popularidad y de la identificación que sentía el público con él: era un tipo que se subía al escenario y no podía bajar, se quedaba con tu show. Pero por otro lado cierto desgano de la industria, sumado a su actitud frente al negocio, hizo que él no pudiera nunca armar un espectáculo convocante que tuviera mantenimiento, porque es incuestionable que las presentaciones de Blues local y Caso cerrado fueron exitosísimas, pero ir a la esquina con él era dramático: o no iba gente o el dueño del lugar no quería que tocara porque decía que le iban a romper todo. Siempre pasaba algo.
Exilio en una calle secundaria
A finales de los 80, Pappo renegaba del rock: se había retirado. Y como sabía de motores, había decidido dedicarse a eso para vivir. Trabajaba en el taller mecánico con su viejo, en un local desgastado en la calle Camarones, en el barrio de Paternal. Yo lo iba a visitar seguido. No podía creer que fuera él la persona que estaba en la fosa arreglando cajas de cambios. Y tal vez por eso el viejo de él me quería. Pappo estaba alejado del rock desde que había terminado con Riff. En realidad, en el medio tuvo una experiencia en Estados Unidos (vivió en Nueva York y en California). Se instaló en la Costa Oeste y, después de leer un aviso en el diario L.A. Weekly, se unió a los Widowmakers, una banda que le había llamado la atención. Llegó a convencerlos para venir al país y tocaron acá, pero después los dejó ir. En 1988, a Pappo sólo le interesaba el taller Napolitano Hermanos. Su viejo estaba muy mal. Y ni se imaginaba que iba a volver a tocar en serio. De hecho, se había armado una casa rodante y un Chevy para correr. Hasta que llegó Keith Richards, en 1992. Yo no podía dejarlo a Pappo afuera de esa. El mismo día del show fui a buscarlo al taller. "Salí de ahí abajo de los autos", le dije, desde el borde de la fosa. "Ponete algo como la gente que vamos a tocar con Keith Richards en Vélez." Y así fue que tuvo su regreso.
El hombre inseguro
Pappo padeció de una gran inseguridad interior, una timidez. El siempre la disfrazó con esa actitud dura y un humor increíble. Se refugiaba mucho en esa defensa. Creo que él encontró un refugio en mí, como yo también me refugiaba en él.
Algunas zapadas domésticas
Hace unos 20 años, yo vivía solo en Belgrano y él venía a casa. Yo no tenía muchos muebles y a él le gustaba tirarse en el piso con un vaso de Coca-Cola o de agua (no tomaba alcohol más que socialmente). Y ahí se quedaba tranquilo, con cierto pudor. Dos o tres veces nos quedamos a dormir juntos en algún hotel por casualidad y él se preocupaba especialmente de no compartir habitación ni nada: no le entraba en la cabeza, él tenía que estar durmiendo aparte. Cuando estábamos en mi casa hablábamos mucho de rock, de música, de blues. A él le gustaba grabar cosas en casetes. Nos gustaba tocar con las guitarras desenchufadas, ése era nuestro más grande rictus, digamos. También venían Gabriel Carámbula y Sarco [Pablo "Sarcófago" Cano, guitarrista de Ratones Paranoicos]. Zapábamos blues, rock & roll. De los Rolling Stones le gustaba "My Obsession". También hacíamos "Una casa con diez pinos", "Carolina" (de los Ratones) y algunos de Hendrix: "Castles in the Sand", "Hey Joe" y "Little Wing". El era hiperactivo con la guitarra: tocaba acostado en la cama, en calzoncillos, en el inodoro: adonde iba con la viola tocaba.
Pelea y reconciliación
Pappo queria escaparse mediáticamente y a veces hacía un personaje. Dentro de su humildad estaba también ese aspecto superficial. Una vez hizo un comentario despectivo sobre los Ratones, y aunque fue en broma, yo me fisuré. Fue en 2004. No le atendí más el teléfono. Pasaron seis meses hasta que volvió a llamar. Atendió mi mujer; yo estaba en el living tocando y ella me dijo: "Es Pappo". Yo no lo quería atender, pero ella insistió. "Hola, qué hacés", me dijo Pappo. "Qué hacés, qué pasó", le dije, desganado. "Nada... Te llamo para pedirte disculpas si dije algo que no te gustó." Le dije: "Dejate de hinchar, Carpo", y nos reconciliamos en el acto. Y al otro día pusimos unas milanesas en un tupper y nos fuimos de gira.
Guitarras y fantasmas
Pappo tenia una obsesión con "El hombre suburbano", que nunca fue un tema de alta difusión aunque es un hit de los más tremendos que hizo. Me pregunté cuál era el tema más técnico de la lista que me había pasado Pelo y vi que era "Sucio y desprolijo", porque nunca nadie lo había versionado con la introducción. Nosotros lo versionamos con la introducción: es muy complicado, no se lo recomiendo a nadie; pero es mágica, es excelente, es una obra maestra de la música. Grabé todo el disco con los equipos que usábamos con Pappo: un Marshall JCM 800 de 50 y una guitarra Les Paul Custom. Usé un estuche que me regaló él, un Gibson rígido de goma: cuando estaba pensando con qué viola tenía que grabar, se cayó el estuche al piso. Tengo una hilera de estuches en mi casa y justo cuando me estaba yendo a ensayar, agarré la Custom y cuando estaba saliendo del living escuché: "¡PAM!". Me dio un escalofrío, se me puso la piel de gallina: abrí la puerta y la guitarra no estaba en el lugar donde la había dejado. Estaba al revés. "Bueno, quedate tranquilo, Carpo", dije. Y dejé la Custom y agarré la Les Paul Anniversary, que a él le gustaba mucho y me la pedía siempre para tocar. A él le gustaba tanto la Stratocaster como la Gibson Les Paul y usaba la Flying V porque es un punto intermedio entre una Gibson y una Strato. El Carpo sostenía que a una Gibson Custom le podés dar sonido de Strato, y la ponía en un punto (que no voy a revelar) y sonaba igual. En cambio, una Strato no la podés usar como Gibson.
Sus años finales
Nuestra vida se habia reducido a que el venía como invitado de Ratones o invitado de La Renga o Los Piojos, después se pasaba el verano en la costa y cerrábamos el 7 de febrero en San Bernardo o en Mar de Ajó o en Santa Teresita, para 70 mil personas en la calle... Y así vivíamos, no teníamos problemas. El había empezado a controlar su aspecto financiero y se había ido a vivir con Daisy, su última mujer. El había empezado a sentirse bien, a tener un lugar donde volver. Pero había algunos factores que lo desestabilizaban: él siempre tenía su talón de Aquiles y ese talón de Aquiles hizo que a lo largo del tiempo, tarde o temprano, siguiera siendo el mismo. Prefiero no revelar cuál era: es algo muy íntimo, es su rollo, pero contrariamente a lo que se pueda decir, Pappo era una persona feliz. Sólo estaba desencantado con su propio ambiente, con su entorno a nivel profesional, en guerra con los medios y decepcionado por la falta de difusión.
A contramano y sin luces
Cuando salíamos, teníamos ese famoso juego de ir por la Costanera a contramano sin luces, esquivando autos al palo. Una vez, cuando mi mujer estaba embarazada, tuvo un antojo y tuvimos que salir a buscar fainá por toda la ciudad. Como no encontrábamos por ningún lado porque eran las 6 de la mañana, Pappo agarró por la Costanera. "No vas a hacer eso ahora", le dije. Pero lo hizo: íbamos en la Chevy sin luces, de frente por el carril contrario. Pappo era un niño inadaptado, pero tenía un gran corazón y era un tipo muy humilde, capaz de despreciar cosas que se le presentaban y que podría haber usufructuado.
Por Claudio Kleiman y Javier Sinay
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