Alejandra Pradón, a corazón abierto: de su dura infancia a la violencia de género y la difícil situación que atravesó en plena pandemia
La vedette brindó una entrevista televisiva en la que dio detalles desconocidos sobre su vida y su historia familiar
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Alejandra Pradón apareció en los medios a finales de los años ochenta, con un cuerpo escultural, una cabellera siempre platinada y una simpatía para nada impostada que la convirtieron en poco tiempo en una de las vedettes elegidas por los grandes del teatro. Así, encabezó algunas de las revistas y comedias más vistas de finales de siglo, y nunca dejó de trabajar. Quizá por eso, a pesar de que pasa largas temporadas alejada de los medios, cada vez que aparece es noticia. Este sábado fue como invitada al programa La tarde del 9, conducido por Tomás Dente y Pía Slapka, y reveló aspectos desconocidos de su vida.
“Empecé de muy chiquita, a punto de cumplir los 18, y nunca dejé de trabajar. Mi papá tuvo que firmar el consentimiento y fui a bailar en lo que hoy es el Hotel Intercontinental con la Rumba Flamenca”, empezó. “Me vinieron a buscar y me fui... Viajé. No paraba, me pasaba los días bailando y ensayando. Hacíamos shows todas las noches en hoteles cinco estrellas con un grupo musical precioso. Con muchas compañeras de esa época, la mayoría centroamericanas, aún el día de hoy nos mantenemos en contacto”, continuó.
Junto a Juan Carlos y la Rumba Flamenca pisó por primera vez un canal de televisión en la Argentina, cuando el conjunto musical se presentó en La Noche del Domingo, el histórico programa conducido por Gerardo Sofovich. A partir de ese momento, comenzó su carrera en el país como vedette y comediante. “Cuando dejé la Rumba y me vine a vivir aquí, me llamaron todos para trabajar, pero el señor Lucho Avilés me llamó a su oficina, puso un contrato en el escritorio y cuando leí la cifra, lo único que le dije fue: ‘¿Dónde firmo?’ Era un contrato con exclusividad”, recordó.
Así, se incorporó a Indiscreciones. “Lucho me dijo: ‘Ahora la gente va a saber quién es Alejandra Pradón’. Conservé mi apellido por mi papá, porque lo amo. Él hizo todo por mí y por mis dos hermanas porque mi mamá nos abandonó cuando éramos chiquitas. Hoy me arrepiento de esa decisión, porque estás en el aeropuerto, en una clínica, o haciendo un trámite y cuando te nombran por el parlante, me quiero matar. Con él trabajé tres años y después me fui con Antonio Gasalla y comencé a hacer teatro y televisión sin parar”, rememoró.
Los conductores, entonces, quisieron saber cómo logró mantenerse en el medio sin entrar nunca en polémicas ni escándalos, como muchas de las vedettes de su generación. Y ella reflexionó: “La carrera de los artistas es como el dólar, a veces sube y otras veces baja. Hay que dejar que suba, subís un poco, y también hay que aprender a bajar. Creo que salí ilesa porque tengo a mi alrededor gente que me cuida. Nunca quise el escándalo. He salido con gente que nadie sabe. Recién en maquillaje me encontré con algunas chicas del equipo de Indiscreciones... En ese momento, teníamos códigos. Ahora sé que las chicas hasta se graban en el camerino... Vos contás algo y está en todos lados porque la misma compañera te manda al frente. Esas cosas no pasaban antes y ahora sí. Hay gente que no se maneja bien”.
“Como mi infancia no fue como la de todo el mundo, con una familia constituida, para mí casi todos los momentos que viví en mi carrera fueron lindos e importantes. Yo no quería ser famosa, la fama se me vino encima, y siempre me lo tomé como un trabajo. Lo que veo ahora es que, por el contrario, todos quieren ser famosos; no quieren trabajar. Es algo que no puedo entender. Te dicen: ‘Soy una figura pública’ y de repente aparecieron en dos programas de televisión”, continuó.
Para ella, la clave de su éxito fue la capacidad de trabajo: “Con Antonio Gasalla nos poníamos en el piso a escribir los carteles con la letra; yo trabajaba con la producción. Con Lucho, lo mismo. Atendía los teléfonos... Soy una más. No hay que creérsela. Se perdió la cultura del trabajo. Las redes hicieron que todo cambie”. Y, risueña, agregó: “¡Nosotras no teníamos Photoshop! De hecho, yo no sé ni usarlo”.
Para Pradón, la cercanía con su hermana menor, Popupée, es fundamental. “Mi papá trabajó 40 años en el Correo Central y nos tuvo que poner en un colegio de monjas como pupilas. Cuando terminamos la escuela primaria, a ella la crió mi tía, la familia hermosa por parte de mi papá”, explicó. Por eso, los dos primeros años de la pandemia los padeció muchísimo porque, otra vez, no pudo verla. “Yo amo vivir sola, pero durante la pandemia fue complicado. Yo amo a mi hermana Poupée y no poder verla a ella, que es el amor de mi vida y vive en zona norte, porque no se podía pasar la General Paz, fue terrible para mí. Encima, vivimos pérdidas terribles. Hablaba con ella todo el tiempo, porque estaba muy mal el papá de su marido. Y yo le propuse verla desde la esquina. ¡Qué locura! Son cosas que pensabas que nunca ibas a vivir en tu vida. Una escena de película. Pero no nos pudimos ver, por cuidar a la gente que uno más quería, gente más propensa al peligro del Covid”, rememoró.
En ese momento, intentó refugiarse en la rutina. “Tengo un gimnasio en mi casa dentro del living, pero en un momento ya era demasiado... Una hora de bicicleta, paraba la bici y hacía espalda, después piernas, más tarde sentadillas... ¡Una loca! Me la pasaba limpiando. Era todo un sacrificio salir a hacer las compras, porque no sabíamos muy en claro cómo se producían los contagios. ¡Tenía mucho miedo! Me siento una elegida de dios y le pido que proteja a todos los que en este momento están pasándola mal. En ese momento, pedí mucho por el mundo. Hoy, todo lo que pasa en el mundo también me duele”.
Esa angustia se trasladó al cuerpo: “Durante la pandemia lloré mucho. Andaba con doble barbijo, encapuchada, con guantes... ¡Una locura! En un momento me dolía el pecho y no sabía qué era. Fui a la clínica y me conectaron y me monitorearon durante todo un día. Y no tenía nada, el médico me dijo que del corazón estaba bien. Es que yo no aguanto la maldad. Yo veía los cajones, todo lo que pasaba y lloraba. Era un horror todo”.
Cuando finalmente la cuarentena se flexibilizó, Pradón comenzó a salir a la calle con menos miedo, pero encontró nuevas complicaciones: “Nunca me molestó que la gente se acercara, pero con la pandemia todo se vive de manera distinta. Se me acercaban, me pedían sacarse conmigo una foto y que me quitara el barbijo. Yo pensaba: ¡¿Están locos? ¿No saben lo que está ocurriendo?’ Recién el año pasado, cuando comenzó el tema de las vacunas me animé a ir a cenar, pero en las veredas, al aire libre”.
Con respeto a qué tiene que tener un hombre para conquistarlo, no lo dudó: “Ternura. Con todos los novios que tuve he convivido. Mi primer convivencia fue con el productor teatral Daniel Comba, él me iba a ver mucho a Centroamérica y me pedía que volviera Buenos Aires. Me decía que me iba a dejar trabajar, porque es un aburrimiento estar con un hombre que te banca y te da todo. Están buenos los regalos, pero a mí me gusta el trabajo. Y con muchos de mis novios el tema era: ‘¡No te pongas la minifalda! ¡No te maquilles!’. En su momento, con Claudio Arzeno, un jugador, parecía una pelota de fútbol: me vivía tirando del pelo, pegándome patadas... He dejado una obra, La noche de las pistolas frías, en el teatro Tabarís, que tiene capacidad para 1500 personas y llenábamos tres funciones, porque él me dijo que no quería que trabajara más. Yo lo quería y dejé mi trabajo, y eso no está bien”.
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