Cómo Keanu Reeves logró convertirse en el hombre más querido de Hollywood
El taquillero actor, que mantiene un perfil bajo desde el comienzo de su carrera, se transformó en un favorito de las redes sociales
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“¿Qué crees que sucede cuando morimos, Keanu Reeves?”, le preguntó el conductor y comediante Stephen Colbert al actor en 2019 para cerrar su charla televisiva. El tono era liviano, estaban hablando de la nueva trama de Bill y Ted salvando el universo. Y aun así, después de tomarse un minuto para pensar su respuesta, Reeves concluyó: “Lo que sé es que los que nos quieren nos van a extrañar”. Y ahí, con esa frase, se terminó de construir el altar de San Keanu.
Reflexivo, profundo y sincero, el protagonista de Matrix llevaba décadas como uno de los actores más exitosos y misteriosos de Hollywood, un tipo que aunque comenzó a trabajar desde chico nunca quedó atrapado en el circuito de celebridad y excesos de sus contemporáneos. Alguien cuyas -escasas-declaraciones y apariciones públicas y su belleza apenas modificada por el paso del tiempo, redes sociales mediante, cambió de registro. Patrón de las artes y capaz de transmitir una ternura que no figura en la caja de herramientas de ninguno de sus colegas, el actor ya le estaba disputando el podio de “mejor persona de Hollywood” a Tom Hanks, cuando esta semana se reveló que donó el 70 por ciento de sus ganancias por la primera entrega de la saga de las Wachowski para la investigación de la leucemia, enfermedad que en ese momento padecía Kim, su hermana menor.
Según publicó el diario New Yok Post, de los 45 millones de dólares que el actor ganó por interpretar a Neo en la primera entrega de la saga de ciencia ficción, Reeves donó más de 30 millones para la investigación del cáncer y creación de una fundación para ayudar a un hospital oncológico para niños. Para los medios de su país fue tan sorprendente la noticia de la cantidad de dinero entregada como que lo hiciera con la misma discreción con la que suele conducirse. En Hollywood la generosidad muchas veces puede ser una oportunidad publicitaria tan rendidora como una caminata por la alfombra roja.
La fascinación que Reeves despierta en el público hace años parece haberse amplificado en el último tiempo gracias a las redes sociales, cuyos usuarios se divierten con la figura del actor. Lo poco que se sabe de su vida- la enfermedad de su hermana, el fallecimiento de su hija al nacer y el de su exnovia en una accidente automovilístico pocos años después-, lo convirtió en una figura trágica que hasta consiguió su propio meme. La imagen del actor sentado en un banco, cabizbajo y meditabundo fue bautizado como “Sad Keanu” (Keanu triste) y compartido hasta el cansancio. Una sorpresa para él que hace poco explicó que en ese momento no era tristeza lo que sentía, sino hambre. “Estaba comiendo un sándwich y pensando en mis cosas”, contó, otra vez en el programa de Colbert, en medio de la campaña de promoción por el estreno de Matrix: Resurrecciones.
Está claro que, más allá de sus cualidades y carisma, para parte del público que lo admira Reeves funciona como un ideal, un avatar de sus propias aspiraciones, “el novio de Internet” como algunos lo calificaron. Su opacidad lo vuelve una tábula rasa para que sus seguidores fantaseen sobre su vida, su personalidad y el misterio de su juventud eterna.
Curiosamente, durante años, lejos de la intriga y la fascinación que ahora generan, esas características se evaluaban como inexpresividad actoral. Una opinión que muchos críticos y espectadores compartían al ver sus interpretaciones en films como Punto límite, Drácula y Máxima velocidad, entre otros de sus éxitos de los noventa. Pero aquellos duros comentarios -sobre su actuación en Man of Tai Chi (disponible en Movistar Play), la película que también dirigió, Variety dijo que era una interpretación “rígida e inexpresiva”-, quedaron en el pasado. La persona Keanu Reeves -o quien el público piensa que es-, superó los escollos que el Reeves actor experimentó en su carrera. Tal vez porque hace tiempo que ambas facetas parecen haberse fusionado gracias al humor. Uno de los mejores ejemplos de esa alquimia ocurrió en la notable comedia romántica Quizás para siempre, disponible en Netflix, en la que Reeves interpreta a una ridícula y extremadamente graciosa versión de sí mismo que se destaca desde el primer segundo en que aparece en pantalla. Y lo mismo puede decirse de su aparición en Toy Story 4 en la que le presta su voz en la versión original en inglés a Duke Caboom, un personaje animado tan apasionado por las motos como él.
Entre Neo y John Wick -su más reciente y exitoso personaje de acción-, Reeves parece haber encontrado roles que le calzan como un guante, que ofrecen entretenimiento a los espectadores y mejoran las películas que los contienen. Y, lejos de ellos, la posibilidad de protagonizar la miniserie The Devil In The White City -producida por Leonardo DiCaprio y Martin Scorsese, y basada en el libro de Erik Larson ambientado durante la feria mundial organizada en Chicago en 1893-, podría completar el círculo virtuoso de su vida pública. Aunque, de todos modos, los acólitos de San Keanu ya tienen todas las pruebas que necesitan para creer en él.
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