“Con Matías llevamos veinte años juntos y dieciocho de casados: fuimos creciendo, haciéndonos a nuestra medida", dice en una charla a solas
La casa de Dolores Barreiro (40) en Maschwitz es un paraíso verde. Un limonero cargado da la bienvenida y enseguida se asoma una huerta, muy buen surtida, y un poco más allá, sus hijos, Milo (10) y Suria (4), que dibujan sobre enormes hojas blancas un planeta multicolor con la leyenda "Amemos, Tierra". Mientras tanto, Salvador (12) mima a Indra, de 6 meses, la princesa de la familia. ¿Ausentes con aviso? Su marido, Matías Camisani (45), y Valentino (15), que están en Nueva York festejando el cumpleaños del mayor en plan de "hombres solos". Dolores, descalza, nos invita a pasar con una sonrisa cálida y enseguida nos sentimos a gusto para empezar la charla.
–Estás en los 40, una edad bisagra para muchas mujeres.
–Los 40 me trajeron el bienestar de la experiencia. Todos somos tan distintos e individuales que algunos llegan a los 40 y sienten que les falta mucho por hacer, otros se sienten viejos… En mi caso, es la edad de la armonía, me encuentro muy bien parada y eso me da seguridad.
–Los 40 además trajeron a Indra…
–Teníamos pendiente esa asignatura y ¡la prueba quedó plasmada con éxito! ¡Somos un familión!
–¿Cuánto hace que estás con Matías?
–Llevamos veinte años juntos y dieciocho de casados. Sorprendente, pero con amor y voluntad se puede. Con Matías fuimos creciendo, haciéndonos a nuestra medida, acá los engranajes encajaron. Nos gusta estar juntos, viajar, la pasamos bien. ¡Ojo! También hay días en que lo quiero matar y él me quiere matar a mí.
–¿Vivieron alguna crisis profunda?
–No, la verdad que no. Me gustaría decirte que sí porque para muchos el amor es más valioso si superás una crisis profunda, pero no.
–¿Quién es más difícil de llevar?
–Él es más complicado porque cuando se enoja puede pasar una semana sin hablar. Yo no sostengo mucho el enojo.Igualmente, tampoco soy fácil.
–¿Siempre tuviste el sueño de formar una familia numerosa?
–Nosotros somos seis hermanas, la melliza de mamá tiene cinco hijos. Conviví con multitudes y me parece lindo y enriquecedor. Como dice mi prima Jimena: "Dolo, tu misión en este mundo ha sido tener hijos porque te salen buenos, sanos, divinos".
–¿Podés describirte como madre?
–Según Matías, soy un desastre porque los vivo amenazando y nunca cumplo. "Si no te lavás las manos para comer, tal cosa…" y nunca lo hago. [Se ríe]. Esta es la historia de todas las madres, ¿viste? Cuando la madre es la que dice: "¡Andá a lavarte los dientes!" a la mañana, a la tarde y a la noche, llega el padre y lo dice una vez y ya está, el hijo lo hace. En esta familia, funciona igual.
–¿Te encontrás repitiendo cosas de tu madre que juraste no hacer?
–Quizás algún que otro grito… Cuando éramos chicos, nos gritaban bastante. No está bueno gritar, pero a veces me sale la loca gritona.
–¿En qué cambiaste como mamá desde Valentino a Indra?
–Como mamá primeriza estás a la expectativa de todo, no sabés qué hacer con el chico que llora… Sos un ser estresado, en realidad. Con un tercer hijo, un cuarto o un quinto, tenés otra tranquilidad. Para mí, el primer hijo se las come todas y el último tiene la suerte de tener unos padres más experimentados. Igualmente, soy muy relajada.
–Cuando viajan en familia, ¿quién arma todas las valijas?
–¡Yo! Matías hace su bolsito y aparte se lleva un calzoncillo, un par de medias, un pantalón. Llegamos y te dice: "¡Uy! no tengo calzoncillos". Yo me ocupo del equipaje porque si fuera por él un chico queda sin medias, el otro sin remeras… [Se ríe a carcajadas]. Aprendí a convivir con eso, si no te enamorás de esas diferencias o no te lo tomás con humor, se acaba el matrimonio.
–¿Vos sos el sostén económico de la familia?
–Puede ser… En realidad, parece que soy la que más trabaja porque es lo que se hace público, pero acá todos le ponemos el pecho a la vida y al trabajo y la organización familiar.
–¿Pero sos la "mujer proveedora"?
–Si te referís a si yo gano más plata que Matías, eso es cierto, pero no es un tema para nosotros, se dio así. Ya son veinte años de un camino recorrido de esta manera.
ARRIBA BIEN TEMPRANO
–¿A qué hora empieza tu día?
–A las 7. No bien me despierto me tomo un vaso de agua caliente con jugo de limón y después desayunamos todos juntos. Yo sólo tomo mate. Matías lleva a los chicos a la escuela y yo me quedo con la gorda porque entre que abre el jardín, la primaria y la secundaria se te va más de una hora. Tenemos todos los "escalones" de la escuela cubiertos.
–¿Van a un colegio Waldorf?
–Sí, tiene más que ver con nuestra filosofía de vida. La Waldorf tiene una currícula igual que la educación tradicional, pero está más orientada hacia lo artístico y es muy cuidadosa de la individualidad de cada chico. Además, es una escuela integradora y a mí me encanta porque los chicos conviven con realidades diferentes desde el jardín.
UNA TOP DIFERENTE
–A seis meses del parto, estás en línea. ¿Cómo recuperás tu peso y tus formas tan rápido?
–Hice ashtanga durante muchos años y ahora después de este último embarazo empecé pilates, que es más amable para recuperar el tono muscular y las articulaciones. Hace dos meses que hago y estoy contenta.
–A la alimentación saludable también le prestás atención...
–Matías es vegetariano desde hace quince años. Yo fui durante seis años y medio, pero dejé. Yo cocino solamente vegetariano, soy muy buena cocinera. El vegetarianismo es un aprendizaje en cuanto al balance, qué alimentos consumís, cómo los combinás.
–¿Tus hijos son vegetarianos?
–No, ellos comen de todo. En casa consumimos muchísima fruta y verdura: dos cajones de naranjas por semana, para que te des una idea. En realidad, tratamos de no comer carne, pero a mis hijos les encanta y si van a lo de algún amigo y hay carne, ellos felices.
–Yoga, India, vegetarianismo… Siempre le sumaste a tu vida una mirada diferente.
–Fue Matías el que me señaló ese camino. El trabajo espiritual y el tratar de ser mejor persona, también te lo dan los hijos. Es como una exigencia para criarlos de la mejor manera posible.
–¿Dónde nació el amor por la India?
–En realidad, llegamos a la India de casualidad porque nos fuimos un mes de vacaciones a Maldivas y a la semana de estar ahí y de recorrer, partimos a Sri Lanka. Como todavía nos sobraban días dijimos: "Bueno, vamos a conocer algo más" y la India estaba cerca. Nos pareció un mundo por descubrir, la verdad es que necesitás una vida para conocer la India: hay mil culturas en una, todo es interesante.
–Cuando viajás sola con Matías, ¿con quién se quedan los chicos?
–Con Vivi, mi suegra. Se han quedado con mis viejos, con mis hermanas, pero Vivi deja todo y se instala en casa y así es más fácil para los chicos.
–¿Cómo viven la adolescencia de Valentino?
–Hay algo de rebeldía adolescente en casa, pero la verdad es que tengo un hijo supersano al que le gusta tocar el bajo y está muy contenido en la escuela, con amigos que están en la misma, medio burbuja un poco, pero saludable. Las reuniones son acá en el parque con el fueguito a la noche.
–¿Te da miedo el afuera?
–A uno siempre le da miedo, el mundo está al acecho permanentemente, pero bueno… Yo no quería que Valen volviera caminando de la escuela y él me dijo: "Mamá, yo quiero volver caminando". Ahí intervino Matías y me dijo: "La cortás, va a volver caminando". Tuve que soltar.
–¿Cómo se relacionan tus hijos con las redes sociales, el celular, el iPod?
–Valentino usa teléfono celular y él y Milo tienen Instagram, obviamente privado. Fue lo primero que les dije: "Esto es así, cuando no saben quién es, me preguntan y vemos si lo puede aceptar o no". Valen es muy techie, tiene su X-Box y sus juegos en inglés, los otros no. Igual, todos tienen iPod pero juegan muy poco porque no es algo saludable. La tecnología es un "embobador" de chicos. Yo les dejo usar el iPod dos horas por día y sólo viernes, sábado y domingo.
INDRA, La REINA DE la LLUVIA
–¿Quién eligió el nombre de la beba?
–Desde un principio dijimos Indra, nos gustó así, igual que Suria.
–Empezaste con nombres más tradicionales, Valentino y Salvador.
–Bueno, tenía 20 y pico y ahora tengo 40, imaginate todo lo que cambié. Suria, por ejemplo, es el dios del sol y apareció cuando estábamos en Nepal. Yo estaba embarazada y entramos a una librería en Katmandú. Compramos unos libros de mandalas para pintar y otro que era sobre Suria, con dibujos del sol, y ahí le propuse a Matías: "Le tenemos que poner Suria".
–¿Indra también salió así?
–No sé cómo apareció el nombre. Indra es la deidad de la lluvia y todo lo referente a las tormentas, el rocío, el agua. Ella es una beba luminosa, buena onda, siempre contenta, duerme bien de noche, es sana, pura felicidad. ¡Es la reina de las flores!
–¿Tuviste algunos cuidados especiales en este último embarazo?
–Viste que por la edad te dicen que entrás en grupo de riesgo, pero mi obstetra –Rolando Martinotti– no me dio mucha bolilla cuando le dije: "¡Ay, estoy grande para un bebé". "Escuchame, es tu quinto hijo, tuviste cuatro partos espectaculares, tus hijos son sanos, vos sos sana", me dijo. Yo tenía un poco de miedo, pero confié.
–¿Cómo tomaron los hermanos la llegada de una nena?
–Están todos más enternecidos porque es una beba y también está bueno porque Suri sigue siendo el más chiquito de los varones y no se siente desplazado.
–¿Tus hijos están bautizados?
–No.
–Indra tiene sus tobilleras ahuyenta-demonios…
–Sí, y tiene pulseras también. En realidad, fue así: estábamos en India cuando Suri tenía tres meses y yo me estaba comprando un anillo y el joyero le regaló unas pulseritas de plata con unas piedritas negras y se las puso en las muñecas. "Va a parecer una mujer con las pulseras", me dije, pero se las había puesto con tanta buena onda, que se las dejé. Después se les rompieron y le compré otras y ahora él va feliz con sus pulseras a todos lados. Y antes de que naciera Indra fui a comprar las pulseras y descubrí que también había tobilleras. ¡Y compré tobilleras y pulseras!
–Tus chicos tienen una forma particular de vestir, un look original ¿Te molesta cuando hablan de acierto o desacierto?
–Me parece retrógrado. Que cada cual haga lo que quiera con su vida: a uno le gusta ponerse babuchas, a vos te gusta comer choclo, que sé yo. Entiendo que mis hijos se visten diferentes, ¿alguien tiene algún problema? ¡Lo lamento!
–¿Tienen ganas de tener más hijos?
–¡No! Cerramos acá, estamos perfectos así.
–¿En qué creés?
–En la naturaleza, en su fuerza, en el karma. Me gustan los rituales: prender una vela y hacer un pedido, tener un momento de contemplación hacia algo majestuoso –un atardecer, el mar, el fuego– y poder compartirlo con los chicos. Creo que cada familia es un mundo. Mis hijos tienen un amor por la naturaleza y los animales bien arraigado y eso me parece sagrado, divino.
- Texto: Sebastián Fernandez Zini
- Fotos: Soledad Rubio
- Producción: Georgina Coizani
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