Hernán Cuevas, íntimo: del abandono paterno y la agresión que le permitió enamorarse a su trabajo en la exitosa División Palermo
En una charla con LA NACION, el dramaturgo y director también cuenta cómo vivió su escolaridad, analiza la mirada de la sociedad ante la discapacidad y celebra el estreno de su obra Jarana o la epidemia del baile
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“La primera función es ver cómo la gente desenvuelve el regalo que venís preparando desde hace mucho tiempo”. Buena metáfora la de Hernán Cuevas, pensando en el debut de Jarana o la epidemia del baile, la pieza que escribió, dirige y protagoniza -junto a La Compañía del Grito- en Área623, el espacio fundado por la reconocida iluminadora Eli Sirlin.
“El verdadero estreno de una obra es la segunda función. Allí aparece la mirada crítica, constructiva, porque el teatro nunca puede ser ni bueno ni malo, es y es subjetivo”, reflexiona el actor.
A poco de comenzar la charla, un grupo de escolares -en plena excursión teatral vespertina- lo descubre y lo saluda. Él responde. Complicidad entre las partes.
Hernán Cuevas trabaja en el medio artístico desde hace más de una década, pero su papel en la serie División Palermo -dos temporadas completas que exhibe Netflix- lo catapultó a una infrecuente masividad y a una mirada validada.
Cuevas es una persona de talla baja y, a partir de tal condición, conoce muy bien cómo opera la mirada externa, que no siempre es la más amorosa, ante los colectivos minoritarios de la sociedad. Está claro que eso no sucede con los pibes que acaban de subirse al micro escolar y lo ovacionan como a un ídolo.
Estreno
Jarana o la epidemia del baile tiene su inspiración en un suceso poco difundido acontecido en 1518 en Estrasburgo, entonces una ciudad del Sacro Imperio Romano Germánico, territorio que hoy conforma la región noreste de Francia.
Aquel episodio, que muchos ubican en París, tuvo ribetes inusuales, ya que se trató de una congregación masiva y espontánea de cientos de personas que danzaron durante días en las calles con el corolario de numerosas muertes por causas no del todo deducidas.
“Scrolleando, en medio de las grabaciones de la primera temporada de División Palermo, saliendo de la pandemia, pero aún en tiempos donde había que utilizar barbijos e hisoparse para trabajar, me apareció en el celular un informe sobre las diversas pestes que azotaron a la humanidad y, una de ellas, era la ´epidemia del baile´”, explica Cuevas.
El actor también se anotició de una “peste de la risa” que sucedió en África, pero los ribetes teatrales que podrían ponerse de pie desde la danza le parecieron los indicados para generar su dramaturgia.
“En la denominada ´Epidemia del baile´ murió mucha gente y no se supo bien por qué, se dijo que podría haber sido un virus, el estado del agua o hasta una maldición divina”, explica el actor, ya un entendido en el tema, quien situó su dramaturgia en la localidad bonaerense de General Rodríguez.
Masividades
En la serie División Palermo, creada por Santiago Korovsky, una suerte de “guardia urbana” conformada por ciudadanos que integran colectivos minoritarios pone en blanco sobre negro lo políticamente incorrecto.
“En nuestro archivo audiovisual, cada vez que hubo un tema tabú, la rompió; pensemos en Esperando la carroza o en La nona”. Al mencionar las piezas de Jacobo Langsner y Roberto “Tito” Cossa, el actor entiende que “mucha gente se perturbó porque pensaba que esas historias se reían de los viejos, pero, en realidad, era reírse de las personas que pensaban que esos viejos eran una molestia. En Esperando la carroza, el personaje de Mónica Villa (Susana) en el final de la película dice ´de todos nosotros me río´”.
–¿Cómo considerás que interpela División Palermo?
–La serie está planteada desde el humor social y muestra cómo se las ve a las minorías y cómo esas minorías ven a las personas que son consideradas “normales”.
–Una “normalidad” entendida en términos de mayorías, lo cual ya es un error conceptual.
–En definitiva, todos somos personas.
–Existen las temáticas tabúes, aquello que no se desea exhibir o ver.
–A las personas con discapacidad se las infantiliza, discrimina o victimiza. En realidad, hablamos de seres humanos con sentimientos como cualquiera y merecen los mismos derechos, respeto y justicia que todos. No se trata de alguien especial. “Especial” es una pizza.
-¿En qué te cambió la vida participar de la serie?
-Modificó la mirada de la gente. La serie, a pesar de exhibirse en una plataforma, tiene una masividad increíble. División Palermo se metió en las casas del público y eso, para los que conformamos minorías, es lo que más buscamos.
–¿A qué te referís?
–A la aceptación, que se nos integre en el día a día, que se entienda que conocer a alguien con discapacidad o que pertenece a una minoría no debe ser algo especial.

–¿Cómo construiste tu personaje?
–Fue difícil, no soy nada parecido. No me gusta pelearme, estar en contacto con armas ni digo todo a boca de jarro; en cambio, mi personaje toma un arma y sale a la calle a pelearse con quien sea.
–Violencia instalada en la calle.
–Basta ver el mundo de la política o el fútbol. Las redes sociales también alimentan el comentario escondido, donde un anónimo puede decir cualquier m… Esa violencia llega.
En el foco
–Hablabas sobre la violencia anónima. ¿Recibiste manifestaciones de ese tipo?
-Sí, pero mi familia y mis amigos siempre me dijeron: “el que te quiere hacer daño, está un segundo y se va, ¿le vas a dar pelota?”.
-No es tan sencillo poder despegarse de algunas miradas o comentarios dañinos.
-Hay que intentarlo. A lo que viene con mala onda, lo dejo de lado. Trato que las balas me reboten.
-¿A qué atribuís esos dichos violentos?
-Para cierta mirada, la discapacidad es una inferioridad o, por ser gay, piensan que sos menos como persona, entonces te atacan por ahí.
-Dolorosamente absurdo.
-Piensan que, por que soy de talla baja o gay, me va a doler que me lo digan. Cuando sucede, me gustaría decirle a esa persona “¿sabés cuántos antes que vos ya me insultaron, bolud…? Hacé la fila”. La gente busca pertenecer a la “normalidad” y tener el mismo celular. La supuesta inferioridad no es un punto débil, es donde nos hacemos más fuertes.
Mutó la incomodidad en humor y hasta recuerda cuando una mujer lo tocó en la calle aduciendo que “las personas enanas traen buenas suerte”.
-¿Hiciste terapia?
-No mucho, pero ahora me estoy analizando.
Estudió teatro en el ex IUNA y con maestros de la talla de Javier Daulte, Susana Pampín, Cristian Drut, Pompeyo Audivert, Silvina Sabater, Martin Salazar y Liliana Flores.
A los 35 años, lleva una década generando proyectos independientes y, junto a su compañía, reafirmando esa vocación que lo acompañó desde siempre. “Nunca me vi o pensé en otra actividad”, dice.
Empezó su carrera profesional en la versión de La vida es Sueño, de Calderón de la Barca, dirigida por Calixto Bieito en el Teatro San Martín.
–Evidentemente, tu talla baja no fue inhibitoria para que desarrollaras un trabajo de tanta exposición en una sociedad que, como dijimos, no siempre es receptiva de determinadas características o condiciones.
–Me gusta mucho recibir mensajes de personas de talla baja o algún otro tipo de discapacidad que me dicen “por verte a vos me animé a anotarme en un curso de teatro”. En la década del noventa no tuve un referente.
-Previo a los noventa, las personas de talla baja, que incursionaban en el espectáculo, eran tomadas con sorna, burlonamente.
-Se nos tomaba desde la humillación. Había un uso distorsionado de una condición.
-Hubo una evolución social al respecto.
-Sí, pero, aún hoy la talla baja sigue siendo tabú, un poquito peleada. Discapacidades como la ceguera o el Síndrome de Down tienen otra imagen. Hace poco, el futbolista Lamine Yamal contrató gente de talla baja para servir en una fiesta.

El deportista, que juega en el Barcelona de España y actualmente es la pareja de la cantante argentina Nicki Nicole, recibió un aluvión de críticas por su actitud de contratar a personas con acondroplasia. “Habla de una sociedad que sigue viendo a la talla baja como diversión. ´Te contrato para que nos diviertas con tu forma´, sería el argumento”.
–Mencionás el término “discapacidad”, una palabra que también forma parte del glosario segregacionista de la sociedad.
–A la gente le cuesta pensar en estos temas, en los diferentes, y conocer gente con discapacidad. En mi caso, cuando me conocen, me llaman Hernán, lo otro es secundario.
–¿A qué atribuís esa barrera?
–Las mayorías ponen distancia, no se plantean hacer amistad o salir con una persona discapacitada. Estamos en un país con una apertura muy grande, pero con la discapacidad aún cuesta. Habría que preguntarse por qué. A las personas distintas se nos corre del foco y lo que no se entiende es que quienes tenemos una discapacidad no buscamos ayuda, sino autonomía.
–A tus cuatro años, tu abuelo te sentó sobre la mesada de la cocina y te dijo “sos chiquito y te van a cargar, pero no les des importancia”.
–No les des “pelota”, me dijo.
Rubén fue aquel abuelo sabio que le dibujó el mapeo existencial de manera prematura y clarificadora: “Fue un ´chabón´ de otra era. Se me fue pronto. Vino a cumplir lo que tenía que hacer y partió”.
–¿Recordás aquella charla?
–Aún siento el granito frío de la mesada.
–¿Te marcó? ¿Te insufló entereza?
–Sí, claro. 31 años después, sigo repitiendo la frase de mi abuelo. Me marcó. Para muchos, decirle eso a un nene de cuatro años puede resultar un hecho traumático, pero creo que, cuando se va con la verdad, duela o no, es importante. No se puede dibujarles a los chicos un mundo Disney y que, cuando salen a la calle, se den cuenta que no es así. No todos somos Cenicienta.
-Entiendo que los impedimentos no habrán sido pocos. Desde góndolas de supermercados y mostradores altos, estribos de colectivos dificultosos, hasta butacas de cines inabarcables, ¿has tenido que sortear muchos obstáculos físicos?
-No estamos en un mundo construido para las diferencias, sino para el promedio. Hay que llegar a tal estatus de situación, porque, cuando no se logra eso, es muy difícil la convivencia social para cualquier tipo de cuerpos. Debería haber desde el Estado algo que visibilice todo eso, pero no existe. Por suerte, está División Palermo.
-¿Se rodará una tercera temporada de la serie?
-Por ahora, no.
Mirando al sur
-¿Dónde te criaste?
-En Monte Chingolo, Partido de Lanús.
-Sos la estrella de Lanús.
–Es raro eso…
Lanza una carcajada estruendosa. No será la primera a lo largo de la charla. Hernán Cuevas desparrama espontaneidad y alegría contagiosa. El entusiasmo de alguien que se siente realizado con su hacer y con su vida personal. “Me criaron con valores”.
–En tu familia, ¿hay antecedentes de personas de talla baja?
–Solo mi mamá y yo.
Suele referirse a su abuelo materno como figura masculina referente ante la ausencia de su padre: “Tuve un progenitor, no un padre. Para mí, padre es otra cosa”.
–¿Lo conociste?
–Es una historia rara.
–¿Por qué?
–Es un culebrón…
El actor relativiza lo que para muchos podría ser un trauma. Empeñosa tarea de focalizar en la parte llena del vaso: “Mi progenitor vivía cerca de casa, así que me lo he cruzado sabiendo quién era”.
–¿Qué te sucedía cuando lo veías?
–Ni fu ni fa…
-¿Te saludaba?
-No, pero tampoco me interesaba.
–¿A qué atribuís la actitud abandónica?
–En la década del ochenta, no se sentía capacitado para tener un hijo.
–Lo tuvo. ¿Llevás su apellido?
–No.
–En alguno de esos cruces, ¿no tuviste la posibilidad de conversar con él?
–No. Si él no tuvo interés por mí desde el principio, ¿por qué yo voy a tenerlo por él?
El dramaturgo y director tiene una hermana, Violeta -a quien le lleva catorce años- fruto de una pareja posterior de su madre. “Ni mi progenitor ni el papá de mi hermana, ya fallecido, son de talla baja. Se ve que a mí mamá le gustaban altos”. Otra vez la risa, por cierto, muy contagiosa.
“Mi madre, que es de los sesenta, se llevó una parte fea de la exposición. En esa época, era todo más difícil para la gente de talla baja, pero, por suerte, tuvo una hermosa familia que le hacía de ´guardaespaldas´. Yo también tuve la suerte de estar muy protegido, incluso en el colegio. La consigna era ´si le decís algo a Hernán, te salimos todos en contra”.
–¿Cómo viviste el tiempo de escolaridad?
–De manera espectacular, no me puedo quejar. Eso tiene que ver con cómo uno se para ante el mundo. “Si te molesta, no me mires”.
–Cero bullying.
–Nada, pero, de todos modos, falta educación emocional en los colegios, hay muchos pibes con ansiedad y depresión. Y, a partir de las redes, se fue perdiendo vocabulario.
Si bien no padeció discriminación durante el tiempo en los que cursó sus estudios primarios y secundarios, hace poco más de un año, recibió la agresión de un taxista por portar un prendedor (pin) vinculado al colectivo LGTBIQA+. “En el mundo, hay más gente buena que mala, pero los malos existen y tienen más prensa”.
–Sin embargo, enhorabuena aquel suceso. Esa situación desagradable que comentaste en tus redes sociales te permitió recibir el comentario de apoyo de Pablo, quien hoy es tu pareja.
–De toda situación mala, algo bueno surge. Intercambiamos mensajes y, rápidamente, reparé en él, así que apelé a la mejor cita “che, ¿vamos al teatro?” y aceptó. Nos conocimos un patrio 25 de Mayo. No comimos locro, porque él es vegano.
–¿Quién tomó la iniciativa para comenzar a noviar?
–Yo. Es muy bello encontrar a alguien con la misma cabeza, que te diga que está todo bien. Hoy cuesta mucho hablar. Escribo siempre desde la empatía, pero noto que a mucha gente no le es fácil decir cómo se siente, qué le pasa. División Palermo y Jarana o la epidemia del baile tienen que ver con la comunidad de amigos, personas muy diferentes, que van a hacer algo en conjunto.
–Poner en valor lo colectivo.
–Estamos todos muy egocéntricos e individualistas.
Una comedia trágica
–¿Qué quisiste contar a partir del acontecimiento histórico que fue el disparador de Jarana, o la epidemia del baile?
-Hay médicos que hablan que aquel hecho fue la primera manifestación conocida de histeria colectiva. Me interesa hablar sobre qué sucede con los vínculos cuando sucede una situación tan al borde, cuando algo oscuro puede amenazar nuestro ocio. En una situación extrema aparece lo mejor y lo peor de cada uno.
El dramaturgo y director define a su material como una “comedia trágica”, mote en torno a aquello donde “se ríe el público, pero los protagonistas la están pasando muy mal”.
–Te multiplicás en los roles de dramaturgo, director y actor.
–Desde el comienzo me vi en uno de los personajes. Una locura. Me pongo a prueba, me desafío, me reto.
–La esencia de las artes escénicas.
–Ni la IA podrá con el teatro.
Antes de la despedida, y a su estilo, remata con una buena definición de su ADN: “Soy de Escorpio, muy efusivo, voy de frente, me gusta estar con la gente”. Se nota.
Para agendar
Jarana o la epidemia del baile
Jueves a las 21 en Área623 (Pasco 623)
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