Eugenia Laprida estuvo viviendo tres años en Dubái y cuenta todo sobre su vida en los Emiratos Arabes
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La cita es en un coqueto departamento, decorado por su suegro, el arquitecto César Bustos. Allí, entre juguetes, mamaderas, enciclopedias de arte y lápices de colores, abre las puertas Eugenia "Geni" Laprida (29), la hija mayor de la Trilliza de Oro María Eugenia Fernández Rousse (53). Después de vivir tres años en Dubái junto con su marido, César Bustos (34), y el pequeño César (5),
regresó a Buenos Aires para apostar a su carrera en su propio lugar. Además de una prolífica artista plástica, hace diez meses volvió a ser mamá, ahora de Cala. Mientras terminan de construir su nueva casa en Pilar, da las últimas pinceladas a los cuadros que va a exponer en el Abierto de Polo de Palermo. Con una amplia sonrisa, asegura: "El apoyo incondicional de mamá es fundamental y de gran ayuda para mí".
–¿Qué tal es tu madre como abuela?
Geni: Es un placer, cuento con ella ciento por ciento. Una de las razones por las que nos volvimos de Dubái fue porque no queríamos que nuestros hijos se perdieran ese vínculo tan especial que te marca para siempre. Nadie te va a malcriar como un abuelo. Quiero que César y Cala sientan lo que yo sentí de chica. La familia es todo. En ese sentido, las Trillizas son más que hermanas, son íntimas amigas, siempre hicieron y vivieron todo juntas. Yo miro a mamá y me encanta ver cómo nos malcría? Extrañaba mucho los mimos de la familia. Eso es lo más duro de vivir afuera.
Eugenia: Yo soy la abuela, estoy para mimarlos. Para educarlos están Geni y su marido. Lo bueno es que ya tengo un espacio para disfrutar a mis nietos. Mientras César va al jardín, me quedo cuidando a Cala. Eso es así al menos dos veces por semana, cuando ella da clases de pintura. Una vez por semana tengo un plan con mi nieta.

–¿Qué es lo que más disfrutás de tu rol de abuela?
Eugenia: Poder malcriarlos. [Risas].
Ahora estoy mucho más relajada. Con mi primer nieto, César, creo que más que abuela fui casi madre, porque con las ganas locas que tenía de ayudar, sin querer queriendo me había vuelto muy pendiente de cada uno de sus pasos, tal vez sin darme cuenta. En algún punto hay que cortar el cordón umbilical…, aunque también es cierto que nuestros hijos nos hacen partícipes de sus vidas cada día más. Y eso hace que a veces pareciera estar viviendo la vida de ellos. Con el nacimiento de mi nieta, me relajé por fin. Organizo salidas, juego con ellos.
–¿Cómo la ves a Geni de mamá?
Eugenia: Creo que se parece a mí. La gran diferencia es que hoy en día las madres jóvenes les hablan mucho a los chicos. Me acuerdo de que en nuestra época no se discutían las cosas: el no era no. En cambio, ahora veo que Geni le explica mucho a César, se toma el tiempo para escucharlo. Tiene mucha paciencia.
Geni: Es que es muy buena beba, dormilona, muy simpática. Cada vez que te ve se ríe y eso te hace sentir especial. Gracias a mamá y mis hermanos, puedo hacerme un tiempo para seguir pintando. Busco el equilibrio en esta nueva etapa e intento encontrar huecos para seguir trabajando. Cala cada tanto me acompaña al taller y mientras pinto, ella duerme. Lo genial de los chicos es que se adaptan enseguida. Recuerdo cuando era chica y dormía la siesta en el camarín del teatro cuando mamá tenía función.
–¿Suelen juntarse todas las mujeres de la familia?
Eugenia: Yo trato de juntarlos a todos en casa, que es más grande. Generalmente, tratamos de festejar Navidad o Nochebuena todos juntos, con maridos, hijos, nietos…., pero es necesaria una gran logística para que coincidamos. Eso sí, cuando lo logramos, las mujeres no paramos de hablar. Preguntamos y nos contestamos al mismo tiempo. [Se ríe]. Cuando tenemos algún tipo de problema, estamos todas al pie del cañón.
Geni: Esa es una de las cualidades de nuestra familia. Las mujeres somos muy atentas con la gente que más queremos. Venís a casa y enseguida podés ver cómo las madres cuidan a sus maridos y a sus hijos, e incluso entre los mismos primos nos cuidamos. La típica pregunta que siempre me hicieron cuando era chica es si alguna vez había confundido a mamá con mis tías y la verdad es que no. Salvo que estuvieran de espaldas, entonces yo gritaba "mamá" y una de las tres se daba vuelta. "No, no soy tu mamá, pero decime qué necesitás". Así son las Trillizas y así nos enseñaron a nosotras: a ser generosas y a acompañarnos siempre.
Texto: Jacqueline Isola
Fotos: Paul Roger
Maquillaje: Mariana Bianchi, para Sebastián Correa Estudio, con productos Lancôme
Peinado: Luis Fernando García, para Sebastián Correa Estudio
Agradecimientos: Chocolate, Vevu, La Folie, Natacha, Sofi Martiré, Naima, María Cher, De la Ostia, Mimo &co y Rapsodia
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