Mario Massaccesi: "Me perdí de vivir etapas por miedo, por dolor, vergüenza y culpa"
PINAMAR (ENVIADO ESPECIAL).- "El Mario que ven ahora y que salió durante la pandemia, es el auténtico. Es la persona, no el periodista", resume el conductor de Síntesis, Mario Massaccesi, en medio de su primera gira teatral por centros turísticos de todo el país. El desembarco en "las tablas" es el segundo eslabón de su primer libro Soltar para ser feliz, que escribió y publicó en un 2020 donde encontró en las redes sociales un lugar para vincularse en forma intima con su audiencia.
Las preguntas recurrentes, su relación con Susana Giménez, las heridas que le tomaron varias décadas en sanar y una sensación de "felicidad plena" son algunos de los conceptos que dejó en la charla que mantuvo con LA NACION, sobre el cierre del primer fin de semana de gira donde pasó por General Madariaga y Cariló.
-¿Cómo es este pasaje del noticiero a los teatros?
-Lo vivo como un desafío y estoy haciendo carne algo que creo que se da en todos los seres humanos que nacemos únicos y morimos múltiples. Esta elección que me estoy dando ahora de integrar varias cosas, me permiten ser más auténtico. Durante muchos más, más de 20 y pico desde que me vine a Buenos Aires y comencé a trabajar en los medios, la persona estuvo detrás del periodista. Ahora, siento que "comparten cartel", por decirlo de alguna manera.
-¿Cómo sería eso?
-El periodista hace lo suyo y la persona comenzó a hacer algo que siempre quise hacer, que es el servicio, acompañar en la transformación a otras personas y seguir con la mía. Todo se multiplicó a partir de la cuarentena. Seguí trabajando, por un lado, pero por otro me vi obligado a buscar alternativas y formas de expansión que no las hubiese buscado de no haber estado encerrado en mi casa. Por ejemplo, los zooms y los vivos de Instagram. Comencé a usar las redes sociales, donde se generó más que un público una comunidad, una especie de red en la que puedo compartir mi experiencia y charlar. La cuarentena destapó a la persona que públicamente estaba tapada, que soy yo.
-¿El mostrarte vos, en esencia, fuera de ese rol de periodista, cómo te hace sentir? Más aún, sabiendo que cuando abrís una puerta la gente quiere saber más...
-A mí, todo eso, me humanizó. Siempre fui muy esquivo a contar cosas que fueran muy mías. El poder compartirlas y, a la vez, saber cuál es el límite de lo que no quiero compartir. En especial, algunos dolores que los voy a mantener allí para cuidar al niño que fui. Todo eso me descontracturó, me ayudó a soltar muchas cosas que yo propongo en el libro que se deben soltar, como es el caso del control o exceso de control. Soltar la exigencia de que tenía que ser de determinada manera. Ahora me permito ser. Con virtudes y defectos. Con aciertos y con errores, que siempre van a existir porque soy un ser humano que me equivoco todo el tiempo y, de vez en cuando, meto algún gol.
-Relajarte...
-Sí, dejarme ser, sin estar dominado por nadie ni por nada, a mí me permite vivir con una libertad que era lo que yo quería. Ahora, me preparé para esto. No es que soy erudito. A mí todo me ha llegado tarde y, tal vez, lo aprendí demasiado tarde. Pero ahora lo aprovecho, lo disfruto, me gusta y acepto esa otra parte de que quieren saber más o hacen preguntas indiscretas.
-¿Cuáles son las preguntas indiscretas que te siguen haciendo?
-Las tres o cuatro que siempre me hacen en la calle o en la puerta de mi casa o en la verdulería son: la primera, "cuál es el secreto que no le querés contar a Mirtha Legrand", es la que se cae de cajón. "¿Qué secreto guardás?", es la otra. La más nueva, y que por suerte alivianó la situación es "cómo es pasar la Navidad con Susana Giménez".
-¿Y cómo es pasar la Navidad con Susana Giménez?
-Es pasarla con una anfitriona de lujo que se ocupa de todos los detalles. Desde poner la mesa, destapar el vino, sacar el hielo, hasta juntar los platos de la mesa. De charlar sin ningún tipo de divismo, aunque sigue siendo una diva. Ella misma se ocupaba de todos los pequeños detalles de una cena. Una persona que estaba lista desde que llegamos, y hasta que no nos fuimos no nos descuidó ni un minuto. Nos acompañó hasta la puerta y se quedó saludando hasta que el auto dobló en la esquina. De una sencillez, pero a la vez, de todo lo que implica el mundo Susana.
-¿En qué porcentaje sentís que sos auténtico hoy?
-De uno a 100, es un 100. Hoy la gente ve a "el Marito", pero sabiendo claramente que hay retazos de mi vida o aspectos de mi vida que no fueron los mejores, pero que yo los cuido. Los cuido, los protejo, pero no los escondo. Pero los cuido porque ahí estuvo, sin haberlo elegido, la mayor fuente de aprendizaje. Uno aprende mucho más en los momentos de dolor, desafiantes, de pérdidas, donde la vida te despeina. Esos momentos, una vez que pudiste sanar, hay que cuidarlos mucho, porque ahí está la parte más vulnerables. Ojo con las heridas de la vida, porque si se vuelven a abrir implican revivir procesos que yo no quiero volver a vivir.
-¿Cuánto tiempo te tomó cerrar esas grandes heridas que vienen desde la infancia?
-Tengo 54 años, a los 33 comencé a trabajar sobre mí. Llevo más de 20 años de trabajo sobre mí que incluye desde insight, el arte de vivir, retiros espirituales, psicóloga, más de 10 años de terapia, certificación de coaching ontológico y cuanto taller haya dando vueltas. Que dejó de doler y que llegué a este estado de plenitud y felicidad, unos cinco años.
-¿Nada más?
-Es más el tiempo que la he pasado mal que el tiempo de plenitud. El tema es que ahora no me quiere perder un segundo del tiempo de plenitud. Porque cuando llegás al paraíso, después de haber conocido el infierno, hay una elección muy clara de donde uno quiere estar y a dónde no quiere volver. Entonces, vivo este estado de paraíso y no lo quiero vivir solo. Sería muy egoísta de mi parte. Lo quiero vivir y compartir; antes no lo podía hacer porque no tenía la felicidad. Ahora que la tengo, que la conozco, vivo, siento y la tengo en abundancia. No quiero vivirla solo conmigo, quiero compartirla de todas las maneras posibles y con todas las personas posibles. Me tuve que multiplicar y salirme del rol de periodista, que se conocía públicamente, para darle este lugar a la persona. Ahí, el periodista no tiene nada que hacer. La persona es la que puede compartir eso que me está pasando en la vida. Es una gran alegría no quedarme en el paraíso solo. Compartirlo me lleva a una felicidad mayor.
-En este paraíso, ¿qué lugar tiene una pareja?
-Tener una pareja no está en los planes desde hace varios años. Puedo tener relaciones, historias y vínculos, como cualquier persona. Pero no está el proyecto de pareja instalado, de tener una convivencia y un proyecto en común a largo plazo. No está ahora porque no lo tengo claro. No sé si estoy dispuesto a hacerlo. Me perdí de vivir etapas, por miedo, por dolor vergüenza, culpa y los juicios que tenía sobre mí. Me perdí de vivir la niñez, la adolescencia, la juventud, la madurez. Te estoy hablando de mucho tiempo que hay una necesidad de revivir ese tiempo perdido desde otro lugar, ahora. Sigo siendo un eterno joven. Así me siento. Creo que necesito recuperar todo eso que no viví.
-¿Cómo querés vivir?
-Feliz, en libertad, sin ningún tipo de presión interna. Ya sea la presión del miedo, del deber ser, del tener que hacer. Si no ir tomando elecciones libres sobre lo que se me va presentando y que en otro momento no me hubiese animado. Siento que ahora tengo el poder para hacer lo que se me vaya presentando.
-¿Cuáles fueron las sensaciones al subirte a un escenario en que el protagonista es Mario y no el periodista Mario Massaccesi?
-Tanto para escribir un libro, como para los talleres y en el escenario, la condición que pongo es compartir parte de mi vida. Sería muy fácil hacer una propuesta sin ponerle el cuerpo. Para mí es muy fácil contar las historias de otros, porque es lo que hacemos los periodistas. Cuando te ponés en el rol del otro y tenés que contar tu propia vida, es donde está el desafío del coach. Soy el primer alumno de lo que propongo en el libro y en la obra.
-¿Cuánto hay hoy en vos de ese "Marito" que para su cumpleaños solo tenía un alfajor sobre el cual soplaba una velita y que ahora pasa una Navidad en Miami con Susana Giménez?
-La presentación del espectáculo justo termina con la única foto que yo tengo de mi infancia. Yo le hablo a ese "Marito" que fui. ¿Cuánto hay de ese "Marito"? Todo. Es el lugar al que me comprometo a volver todas las veces que sean necesarias para acordarme de dónde vengo. Para volver a ver la raíz. Por otro lado, porque en ese "Marito" que todavía no se había roto en mil pedazos, como me rompí muchas veces, estaba toda la felicidad del mundo sin darme cuenta. Para volver a donde comenzó la historia. Por otro lado, mi promesa de seguir cuidando a ese niño de la foto, que ya tiene más de 50 años.
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