Natalia Oreiro confesó sus miedos más profundos, reveló su costado “no tan cándido” y contó por qué retomó terapia: “Soy muy controladora”
La actriz y cantante uruguaya habló de la maternidad y los temores que despertó en ella, se refirió a sus zonas más oscuras y contó que atraviesa un proceso de intentar soltar ciertas estructuras
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El domingo a la noche se estrenó la tercera temporada de Las piban dicen, el podcast de Ana Paula Dutil, Fernanda Cohen, Rosario y Julieta Ortega, con una invitada de lujo: Natalia Oreiro. El tema a abordar fueron los miedos, y durante la distendida charla, la artista uruguaya se abrió para revelar sus principales temores. Habló de cómo la maternidad le despertó miedos que desconocía, de su esencia controladora, de su pánico al cantar y del proceso terapéutico que atraviesa con el objetivo de soltar ciertos patrones y estructuras.
Oreiro arrancó diciendo que, a priori, no se describiría como una mujer miedosa; sin embargo, los temores aparecieron cuando nació su hijo Merlín Atahualpa: “No me puede pasar nada porque tengo que vivir por alguien, él me necesita, y por supuesto, está el pánico de que le pase algo y de convertirme en esa cosa sobreprotectora que, recién a sus 12 años, estoy trabajando para soltar porque soy recontroladora. Eso también me da miedo”, confesó.
También contó que, de chica, lejos de ser miedosa, tenía un montón de iniciativas: se escapaba para salir a bailar a los 12 años, a los 15 se fue a ver a Los Ramones a Chile, y con apenas 16 se mudó sola a Buenos Aires con el fin de probar suerte. Si bien ella jamás pensó que podía pasarle algo malo, en la familia caló hondo su decisión.
“Mi madre es una mujer muy miedosa, un poco por herencia. Sus padres se escaparon del hambre de España y repercutió mucho en ella. Sigue siendo una persona muy miedosa y triste con cosas que no pudo hacer”, reveló. Sus padres, sin embargo, la apoyaron en su decisión de emigrar y así “rompió la cadena del terror” familiar.
Pánico escénico
La primera vez que la uruguaya hizo un Gran Rex tenía apenas 21 años y la invadió un enorme miedo: no se había preparado para ser cantante sino para actuar, pero a raíz del éxito de Un argentino en Nueva York, donde cantó la popular “Que sí, que sí”, terminó subiéndose a uno de los mayores escenarios porteños.
“No tenía herramientas y sentí pánico. Estaba en el baño, con las piernas apoyadas arriba del inodoro y pensaba, ‘un agujerito para escapar’, porque no puedo con tanta presión. Bajé colgada del techo porque hacía telas, y fue medio tirarse a los leones”, expresó. Y enseguida confesó que cada vez que se sube a un escenario o que alguien la invita a cantar, termina rechazando la propuesta: “Lo paso tan mal antes que no puedo ir”.
En Rusia, en cambio, le sucede algo totalmente diferente. Allá sus novelas hicieron historia, despierta adoración en el público, y cuando hace un show, jamás siente temor. “¿Por qué? No lo sé. Quizás tiene que ver con el miedo a lo que digan tus padres, o la sociedad donde vivís”, especuló.
Contó también que la única técnica que tiene para que se le vaya ese acelere del corazón que siente cinco minutos antes de salir a escena a cantar, es procurar contacto visual con alguien del público: “Busco una persona y la sola mirada y sonrisa me relaja. Cuando no veo, es como tirarse a un océano”.
Volver a terapia
Durante la charla, Oreiro también reveló que se encuentra en un proceso de querer soltar ciertas estructuras sociales y familiares: “Estoy segura de que cuando pueda abrirme a nuevas experiencias o situaciones que hasta el momento controlaba, voy a ser más yo, o voy a ser una nueva yo”.
En ese contexto, en pandemia retomó terapia, vía Zoom, y que como siempre le sucedía, había abandonado cuando sentía que era el momento de abordar asuntos muy profundos o privados. “Siempre iba y era todo periférico, me hacía la comprometida con lo que contaba pero sabía que cuando llegara a meterme el dedo ahí, me iba”, confesó.
Fue entonces que llamó a su terapeuta y le dijo que necesitaba volver, pero presencial. “Fui, me senté y le dije: arrancamos hablando de lo que nunca conté, que es por lo que siempre termino dejando, así después ya tengo que volver. Largué todo y me fui contenta”, contó.
Y agregó: “Mi gran miedo es a traicionarme, ver cosas mías y por comodidad quedarme en ellas, sabiendo que ya está, que tengo que atravesar las grandes aguas. Un poco lo que a veces vemos de nuestros padres”.
Confesó también que no maneja por temor a matar a alguien y que a pesar de que se la ve muy simpática, también tiene un costado oscuro, “no tan cándido”, pero que se esmera en controlar. “Para una intérprete es necesario porque hice personajes muy oscuros y siempre la herramienta es tu conocimiento, lo que te pasó. Trabajar con todo eso me hace dar cuenta de que tengo esa dualidad”.
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