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Aunque el tenis lo llevó a conocer casi todo el mundo –desde Nueva York, París, Roma o Barcelona hasta Casablanca, Doha, Shanghái o Kuala Lumpur–, Tandil es su lugar, el paraíso en el que sueña envejecer, su refugio personal y privado. En Tandil, Juan Mónaco (34) es simplemente Pico, el hijo de Cristina y Héctor (su papá es el "verdadero" Pico Mónaco, de quien en realidad él heredó el apodo), el muchacho que todos vieron jugar desde chico en las canchas del Club Independiente. Allí, a nadie le importa si Pico está otra vez de novio con Pampita o cuántos puntos de rating hace Con amigos así, el programa con el que debutó en televisión y lleva 370 emisiones. Tandil es su ciudad, la que en 2014 lo distinguió como "embajador" y en la que cada vez que vuelve lo están esperando el "Negro" y sus amigos para ponerse al día con un asado. En Tandil, Pico puede malcriar a sus sobrinos –Delfina, Azucena, Catalina y Beltrán–, compartir confidencias y complicidades con sus hermanos Mara y Andrés, y entrar a la casa del vecino sin tocar timbre. Pico es feliz en Tandil, y se nota. Disfruta de tomar unos mates mirando las sierras y de respirar aire puro. Distendido, aprovechó cuatro días libres antes de Navidad para descansar, y allí –por primera vez posa en la intimidad de su casa– recibió a ¡Hola! Argentina.

–Viajaste por el mundo entero, conocés estrellas del deporte, la televisión y el showbiz, pero seguís siendo "un chico de Tandil". ¿Qué te pasa cuando volvés acá? ¿Cómo te sentís?
–Me encanta venir y lo hago muy seguido, Tandil es mi lugar y acá la paso muy bien. Para mí, todo pasa por Tandil: mi familia, mis amigos, mis sobrinos, el club, mi vida social… Es una ciudad alegre, sin conflicto, en la que se respira buena energía. Soy feliz en Tandil, tengo una casa que me gusta disfrutar, que la armé con todo el amor del mundo, en la que estoy cómodo y siempre recibo gente. Para mí Tandil es sinónimo de paz, de felicidad absoluta.
–¿Sos como una suerte de "embajador" de la ciudad?
–En alguna medida sí, porque adonde voy cuento que soy de Tandil. En la calle me saluda todo el mundo, porque me conocen de chico y me vieron jugar al tenis desde que tenía 12 años. La ciudad nos ayudó mucho a los tenistas que salimos de acá y a mí me llena de orgullo ser de Tandil. Si no tuviera la tele, que me ata a Buenos Aires de lunes a viernes, probablemente vendría mucho más.
–¿Este sería el lugar de tu retiro?
–Sí, me imagino jubilado en Tandil. Es que respirar este aire, que a la mañana te despierte el canto de los pájaros y tomar mate mirando las sierras es maravilloso.


Me costó un poco aprender las nuevas reglas del show, pero fui entendiendo la dinámica y ya no me afecta si hablan de mí. Pero lo sufrí bastante.


–Dejaste el tenis y prácticamente al otro día estabas de novio con Pampita y debutando en un estudio de televisión. ¿Te costó adaptarte a ese nuevo universo, con otras reglas?
–Me costó mucho, porque vengo de otro mundo, de un mundo en el que la vida privada no cuenta en absoluto. Si sos un deportista de alta competencia la prensa se enfoca en tu rendimiento, en las victorias y derrotas, pero a nadie le importa con quién salís, cómo es tu perro o el nombre de tu mujer. Tuve que aprender las nuevas reglas y creo que después de casi dos años, fui entendiendo la dinámica y ya no me afecta si hablan de mí, paso de largo de lo que dicen. Pero lo sufrí bastante.
–¿En los momentos de mayor exposición te arrepentiste del nuevo rumbo que le habías dado a tu vida?
–Arrepentirme no, pero sí creo que al principio fui muy ingenuo. Por inexperto o envalentonado, pequé de inocente. Está en uno ver qué puertas abre y hasta dónde cuenta sus cosas y quizás yo, porque estaba feliz, hablé demasiado. Con el tiempo me di cuenta de que debí guardarme un poco más y que hubo cosas que tendría que haberme reservado.
–Aunque no tenías experiencia ni oficio como conductor de televisión saliste bastante bien parado en tu primer intento. ¿Cuál fue la fórmula?
–Igual que en el tenis, estoy convencido de que si formás un buen grupo humano las cosas salen mejor. Y en la tele, desde que tuve la primera reunión con Martín Kweller, que además de productor es mi amigo, y Mariano Zabaleta, que es mi amigo y mi guía en esto, yo sabía que me iban a contener y a cuidar. Por eso me tiré a la pileta: estaba seguro de que si las cosas no salían bien, la salida no sería traumática ni difícil, porque ellos no me iban a dañar ni a exponer a algo que yo no quisiera.
–Pero a los pocos meses de estar en cable pasaste a la televisión abierta y en prime time, fuiste audaz.
–Sí, ahí la exigencia era mayor. Sábado a la noche, Canal 13 y antes de Mirtha Legrand. Pero esa adrenalina, ese desafío, que era como el que sentía cuando competía en el circuito, es lo que me gusta. Eso me hace sentir vivo.
–Debe haber sido un curso acelerado de lo que es la televisión.
–¡Sí! Fue como un posgrado en Harvard. Pero lo asumí como un desafío, como si fuera a jugar un Grand Slam o contra un top ten.

Descubrí que soy emprendedor. Me gusta generar proyectos, dar trabajo a la gente y encarar nuevos desafíos constantemente

Hace poco nos juntamos a hablar con Carolina. Hacía seis o siete meses que estábamos separados y si bien teníamos contacto telefónico no nos veíamos
–¿Tuviste miedo a hacer el ridículo?
–Sí, claro que sí, y de hecho me equivoqué mucho al principio. Pifiaba en las PNT, por ahí el productor me decía una cosa por la cucaracha y yo nervioso hacía otra. También sé que tuve una oportunidad que poca gente tiene, incluso gente con años de carrera en televisión, y soy un agradecido por eso. Ahora que ya pasó me doy cuenta de que cuando perdí el miedo y entendí que tenía que ser yo mismo, lo más natural posible, lo empecé a disfrutar. Cuando me relajé, lo disfruté.
–¿Extrañás el tenis?
–La mayoría de los deportistas que se retiran buscan hacer una actividad vinculada a su deporte. Yo busqué algo bien distinto, sentía que necesitaba un cambio drástico porque si seguía ligado al deporte, iba a extrañar mucho el tenis y seguramente hubiera vuelto a jugar. Necesitaba mantener la cabeza ocupada y estar motivado para no deprimirme.
–¿Buscaste ayuda profesional en ese momento?
–Me sirvió mucho hablar con amigos y con jugadores que ya se habían retirado, y también lo hablé con mi psicólogo.
–¿Qué descubriste de vos mismo en este tiempo?
–Descubrí que soy emprendedor, que me gusta hacer cosas, darle trabajo a la gente y encarar desafíos. Y soy valiente: aun sabiendo que la situación del país es mala yo tiro para adelante, reinvierto todo el tiempo en Argentina y especialmente en Tandil.
–¿Hay algo de lo que te enseñó el tenis que te sirva para esta etapa?
–Yo me tomo la vida como me tomaba el tenis. Con las mismas ganas y el mismo entusiasmo, encarando todo el tiempo, y sabiendo que me puede ir mal. Quiero aprender porque si me quedo estancado, me aburro. Y el deporte me enseñó mucho sobre el sacrificio, la frustración y el fracaso. Si fracaso en alguna inversión seguramente eso me va a hacer más sabio y mejor persona para el futuro. Ojo, igual yo soy muy responsable y no hago locuras.
En esta cancha les doy clases a mis sobrinos. Me encantaría que se vinculen con algún deporte y, si fuera tenis, mejor, sería una locura

–¿Le pedís consejos a tu padre antes de hacer un negocio?
–Sí, lo consulto. Aunque antes quizás le preguntaba más. Ahora siento que ya tengo 34 años y es hora de hacer mis propias inversiones. Me gusta arriesgar y que sea mi decisión. El desafío constante me alimenta. Mi cabeza va a mil y necesito estar haciendo cosas.
–Cuando ves a tus hermanos con sus hijos, ¿te dan ganas de ser padre?
–Sí me veo papá, me proyecto hacia adelante y me veo con hijos. Pero la paternidad va a llegar cuando tenga que llegar. No me pongo plazos ni me corre el reloj biológico: el día que quiera ser padre, voy a serlo. Y eso puede ocurrir mañana, en 2019 o en cinco años. Me encanta interactuar con los chiquitos y aprendí bastante con mis sobrinos y con los hijos de Carolina [Ardohain].
–¿Cómo estás con Carolina?
–Nos volvimos a ver después de un tiempo, tuvimos un reencuentro, y estuvo bueno. Hace seis o siete meses que nos separamos y teníamos contacto telefónico, pero no nos veíamos, así que juntarnos a hablar era algo que nos debíamos. La quiero muchísimo a Carolina, aprendí mucho de ella, que es más madura que yo, y me hizo bien reencontrarnos. Pero la cosa es muy paso a paso. Yo soy positivo y trato de ser feliz. Quiero ser feliz. Y partiendo de esa base, voy día a día tratando de construir mi felicidad. Ojalá que funcione, que vaya bien.
–Pareciera que sos un hombre sin conflictos, que todo el mundo quiere y con el que es muy fácil relacionarse. ¿Sos así?
–Soy un tipo simple, sin vueltas, que no pelea con nadie por cuestiones políticas ni por pavadas. Mis amigos son los mismos de que era chico y yo soy el mismo de siempre.
–Tenés amigos de toda la vida en Tandil, tenés amigos en Buenos Aires, tenés amigos en distintos lugares del planeta por el tenis, y tenés negocios con amigos que también son socios. ¿Ya estás llegando al millón de amigos?
–[Risas]. Sí tengo amigos, pero no tantos. Y obvio que no es que me puse selectivo con mis amigos pero, de un tiempo para acá, priorizo quedarme con la gente que fluye igual que yo, que tiene expectativas de vida parecidas a las mías. Soy positivo, creo que todo se puede arreglar, y necesito estar con gente que piense parecido en ese sentido porque si no, siento el contraste y eso me frena. No me meto en la vida de los demás y trato de que no se metan en la mía, intento tener buena vibra y extenderla.
Busqué hacer algo distinto cuando me retiré, porque necesitaba un cambio drástico. Tenía que estar motivado y con la cabeza ocupada para no deprimirme



Producción: Laura Fernández. Maquillaje: Florencia Pissani. Agradecimientos: Rochas, Bowen, Terán y Adidas
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