Piñón Fijo íntimo: de su dura infancia a un inesperado ataque de AFIP, el reencuentro con sus hijos y su nuevo amor
En una charla íntima con LA NACION, Fabián Gómez se sinceró en torno a los altibajos que atravesó en su vida y anticipó el show que ofrecerá hoy en el teatro Broadway
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Cuarenta minutos le insume a Fabián Alberto Gómez maquillar su rostro para transformarlo en la célebre cara de Piñón Fijo. Si se contempla la puesta del vestuario característico, incluidas las chalupas (zapatos de payasos), el proceso se extiende a una hora. En sesenta minutos, este cordobés, nacido hace 59 años en la ciudad de Dean Funes, se convierte en el popular personaje que entona aquello de “chu chu ua, chu chu ua”.
“El primero que tiene que ser feliz es mi propio niño interior”, explica el artista de movida. Con su bagaje de payaso a cuestas, este martes 22 de julio se presentará en el teatro Broadway con un show que anticipa: “Será muy dinámico, donde interactúo con la pantalla, y en el que aparecerán las canciones de siempre, un guiño para los grandes, y temas nuevos; la idea es hacer un show familiar, donde todos la pasen bien”.
Luego de la actual gira, que también lo llevó por localidades como San Isidro y Morón, viajará España para ofrecer A mis Piñones que crecieron, un show para adultos: “Vamos a buscar a los ´Piñones´ que se exiliaron y se llevaron a sus muñequitos de Piñón Fijo en una valija”.
A la hora de explicar su esencia y pensando en la multiplicidad de propuestas que, sobre todo durante las vacaciones de invierno, afloran en los escenarios, reconoce: “No hacemos una franquicia de afuera, en mis espectáculos hay mucho de rock nacional y está presente hasta del humor de Luis Landriscina y Doña Jovita, puede gustar o no, pero es original”.
La televisión no le fue esquiva y, luego de contar con su propio programa en el Canal Doce de Córdoba, pisó fuerte en la grilla de eltrece. Grabó 14 álbumes y logró Discos de Oro y Platino. Piñón Fijo lleva 36 años de vigencia, desde aquellos tiempos de “pasar la gorra” en las veredas hasta su consagración masiva y nacional.
-Con casi cuatro décadas de carrera sobre tus espaldas y con la irrupción de la IA abarcando cada vez más aspectos de la vida cotidiana, ¿considerás que cambiaron los niños?
-Lo que se modificó es el estímulo del mundo de los adultos hacia los chicos. El chico, ante un títere, un mimo, un barrilete y una pelota compartida con el abuelo en una plaza, no puede ingresar nada más. El problema está en delegar en la pantalla.
-¿Qué considerás que imprimió en tu interpretación aquel tiempo de trabajo como payaso y mimo callejero?
-Soy un artista familiar porque la calle es un espacio, en donde tenés que entretener a todos, desde el niño hasta los padres y abuelos. Cuando pasás la gorra, la pasás para todos, por eso disfruto de la risa mancomunada; cuando un chico se ríe y se da vuelta y lo hace junto con sus padres, no tiene precio, es un patrimonio que cuido muchísimo.
-¿Cómo nació tu famoso “Chu chu ua”?
-En un cumpleaños que fui a animar, una nena me dijo que tenía una canción para cantarme. Cuando la escuché, me encantó.
Aquel tema que le susurró la niña, era una marcha militar europea de autor anónimo. “Llegué a mi casa y la ´piñonicé´. Nunca supe nada más de la nena, pero le debo mi himno”.
Subsistencia
Cara blanca, cejas negras, lágrima en cada ojo. La idiosincrasia de aquel mimo con el que comenzó a presentarse artísticamente en la vía pública fue definiendo la personalidad de su caracterización facial. Un sello. “Tenía una onda mimo francés”. Una suerte de Marcel Marceau con tonada y peperina.
-¿Cómo mutás del mimo al actual personaje?
-Me di cuenta de que me estaba entrampando solo porque también quería cantar. Tenía cuarenta kilos menos que ahora y el pelo largo, el protocolo de lo que tenía que ser un hippie artista callejero. Cuando tomé conciencia de mi “autoemboscada”, me pinté el corazón en la boca que me permitía entrar y salir del mimo e ir al canto cíclicamente.
-¿Eras hippie?
-Quería ser hippie, tenía una vida muy austera, así que no me costaba. Era la mística de hacer lo que me gustaba sin transar demasiado los sueños. Cuando una está empezando, no negocia tanto con el sistema. Sin llegar a ser un fundamentalista, se pasaban necesidades. Además, fui papá muy jovencito.
Su primer hijo nació cuando tenía 22 años. “Hubo que apechugar, así que, menos del ajedrez, fui peón de todos los oficios que te puedas imaginar, pero sin dejar la música, que era lo que amaba hacer”.
-¿Cuál fue la actividad más insólita que desarrollaste?
-Hice de todo, peón de albañil, de chapista de auto, de gasista; también trabajé como pintor, lavacopas, hacía lomitos en las cocinas de los bares, pero no rendía, era un inútil, me aburría y hacía las cosas mal.
-Tu talento era otro.
-Sentía que mi historia iba por otro lado, pero trabajaba en lo que me ofrecían para tener ese goteo de plata para subsistir.
-Entonces, ¿qué edad tenías?
-Diecisiete años, una época en la que también enseñaba guitarra a domicilio, iba en bicicleta de un lugar a otro y mis alumnos eran desde niños hasta adultos. A un niño le podía enseñar un tema de María Elena Walsh y, luego, con un alumno mayor podía aplicar mi conocimiento a través de un tema de la (Mercedes) “Mecha” Sosa o Silvio Rodríguez.
Un dolor, una inspiración
-Hablás sobre los niños a los que les dabas clases de guitarra, pero ¿cómo eras vos de chico? ¿cómo germinó tu vocación?
-A tu ultima pregunta puedo responderla diciéndote que lo descubrí hace poco, en una presentación del show para adultos, que tiene que ver con el libro que edité. En ese espectáculo, que es a micrófono abierto, una chica me preguntó cuándo me había dado cuenta que podía hacer reír.
-¿Qué le respondiste?
-Me dejó pensando. Me crie en Dean Funes, solito con mi mamá porque mi papá, en plena época militar, se fue a la ciudad de Córdoba a acompañar a mi hermano que había decidido estudiar medicina. Tengo dos hermanos médicos y yo, que soy el último, salí payaso.
-¿Cómo se relaciona ese contexto con al surgimiento de tu vocación?
-Mi mamá siempre andaba medio “pachucha”, hipocondríaca, psicosomática, aunque también tenía sus problemas reales de salud, era muy “debilucha”. De acuerdo a con qué dolor se despertara, sabía cómo iba a ser mi día de juego, porque si me iba y a ella le pasaba algo, sentiría mucha responsabilidad.
-¿Sucedió algo concreto en torno a esa hipótesis?
-Alguna vez, me pasó de volver a casa y encontrarme con todos los vecinos reunidos porque ella se había desvanecido. Eso me marcó, me dio responsabilidad. Me crie con mucha ternura dándole a mi “vieja”. En esa época, miraba a Carlitos Balá y la única manera que tenía de hacerla reír era imitándolo a él, haciendo el “gestito de idea”, “sumbudrule” o recrear cosas de Pepe Biondi. Me hacía el payaso y ella largaba una carcajada. Ahí radica el placer de la risa del otro en mí. Aún hoy, una risa espontánea la valoro más que un aplauso.
Anónimo y famoso
En una oportunidad, en la ciudad de Ushuaia, una persona le tomó una imagen sin maquillaje y la subió a las redes sociales. Una “viveza criolla” o un hecho egoísta, según como se mire, que buscaba romper la magia y el misterio en torno a uno de los payasos más famosos que ha transitado nuestro país.
“Piñón tiene mucho de Fabián en cuanto a la prudencia y el respeto, pero es mucho más estridente y tiene menos filtros”.
El anonimato preservado a rajatabla por Fabián Gómez le permite la dualidad de ser una figura pública aclamada, cuando se pinta y viste como Piñón Fijo, y un ciudadano de “a pie” cuando sale a la calle con ropa “de civil”. Una posibilidad infrecuente.
-¿Cómo vivís esa dualidad?
-Muy bien.
-¿Disfrutás no estar maquillado?
-Sí, en el tipo extrovertido que ves en Piñón Fijo, por adentro lo transita otro muy enfocado en el trabajo detrás del personaje, muy aprendiz de la tecnología, que le gusta componer y encargarse de todo lo que tiene que ver con videos y redes sociales para difundir la actividad. Soy muy tímido, no me gusta ser estridente y disfruto muchísimo pasar inadvertido. No fue algo planificado, se dio así.
-No mostrarte sin maquillaje es casi una declaración de principios.
-Surgió en uno de los primeros cumpleaños que animé. Los padres del chico me preguntaron si me quería maquillar delante de los amiguitos y les respondí que no, que prefería hacerlo en una habitación y salir ya como el personaje. De ahí en más, siempre fue así.
-Se trata de no romper la magia.
-Eso mismo, pero aunque lo soñaba, no imaginaba que podía pasar lo que pasó. Yo me imaginaba contratado en cumpleaños y trabajando como artista callejero.
-Te habrá sucedido salir del teatro sin maquillaje y caminando al lado de los chicos que acababan de disfrutar del espectáculo de Piñón Fijo.
-Muchísimas veces.
-¿Te detenés a escuchar sus comentarios?
-Sí, me encanta.
-¿Anécdotas?
-Una vez, luego de probar sonido en el Gran Rex, me fui a tomar un poco de sol a la vereda, frente a la imagen de Piñón Fijo, pero, como no estaba maquillado era el hombre invisible. En un momento, pasó un grupo de chicas adolescentes y, cuando vieron mi foto, una dice “a este estúpido no me lo banco”. Agarré mi autoestima, me la puse en la mochila y me fui a ensayar.
Pedalear para adelante
Durante aquella temporada en el Gran Rex, el artista realizó 57 presentaciones, todo un récord que se dimensiona aún más dada la gran dimensión de la sala. También pisó el Luna Park, donde agotó las localidades del histórico estadio en 19 funciones.
A la entrevista con LA NACION llega caracterizado. Baja del remise en pleno Palermo Soho y no son pocos los que se paran para observarlo, siempre con una sonrisa dibujada en el rostro, el signo inequívoco de lo que despiertan quienes hacen más felices a las infancias.
“Hoy se abrió la puerta del ascensor del hotel y una nena gritó ´el payaso Plim Plim´, pero la madre, casi enojada, enseguida le dijo ´nooo, es Piñón Fijo´”. Fabián Gómez lanza una carcajada. Anécdotas le sobran. Tanto como la certeza que hoy ya son tres generaciones las que concitan su atención.

Pensando en torno a la dualidad entre la fama y el anonimato, espacios de los que entra y sale rápidamente -o al menos en el tiempo que le insume ponerse y sacarse el maquillaje- las anécdotas no se hacen esperar.
“En plena fama de la televisión, la gente de eltrece me había puesto una combi con vidrios polarizados para ir del hotel hasta el teatro ubicado a solo tres cuadras, pero, una tarde, preferí ir caminando, me resultaba más natural”.
Se emociona al recordar el encuentro inesperado en tan corto trayecto: “En el semáforo de la esquina de Carlos Pellegrini y Lavalle vi a un ´changuito´ muy pobre, de unos 12 o 13 años, que tenía puesto un bonete, traje y guantes de Piñón, rotos y muy sucios, haciendo malabares con naranjitas. Acababa de hacer dos Gran Rex repletos y me senté en el cordón de la vereda a observarlo. No podía entender los dos extremos, en esta Argentina siempre tan ´cascoteada´. Nunca le dije a ese niño quién era yo, pero le escribí la canción ´Pelotitas de la esquina´”.
Interpreta algunas estrofas de ese tema que no excluye una precisa radiografía social. Sabe de qué se trata. Luchó años en las calles para ejercer su arte y cosechar monedas. Sin embargo, siempre su meta fue clara. La música y el humor como lenguajes para llegar a buen destino. De ahí su nombre artístico: “Por más que el piñón de la bicicleta esté fijo, se pedalea siempre para adelante”.
-Anécdotas sobran.
-Una noche, salía del hotel Alvear, luego de participar en un evento de mucho glamour, y, ya en el auto, se nos acercó un muchacho cartonero. Nos encerró en el semáforo y no dejaba de hacernos señas. El productor y el chofer estaban tensos, pero yo decidí bajar el vidrio.
-¿Qué sucedió?
-Imaginaba que me iba a pedir plata, pero, me agarró la mano, me la besó y me dijo “gracias porque sos la alegría de mi hijo”. Terminamos todos llorando. Si no aprendés algo de todo eso, es porque estás hecho de uranio.
Extorsión y cambio
-¿Por qué, en el momento de mayor éxito, te bajaste de tu programa en eltrece?
-No fue contra el canal, sino porque se trató de un momento muy difícil.
-¿A qué te referís?
-Comenzaron a sucederse una seguidilla de ataques hacia mi persona y familia. Notaba que se iba engrosando más el calibre. Mis hijos eran chicos y estaban en Córdoba con mi compañera de ese momento y sentía miedo. Era el tiempo de los secuestros exprés. En esa época, entró la AFIP a mi casa y me dio un tratamiento que no implementa con ningún corrupto de la Argentina.
-¿Cuál fue la razón?
-Se trató por una diferencia de criterio en cómo evaluarme, si era músico o actor. De acuerdo a eso, debía pagar o no determinadas cosas. En ese ínterin, me trataron como si me hubiese robado un PBI. Me expusieron en los medios como un millonario y corrupto. Me dolió mucho. Además, como estaba en eltrece, que tenía sus adversarios, el costado más vulnerable del canal era Piñón Fijo. Llegué a tener miedo que, como se decía lo que se decía, me terminaran secuestrando a uno de mis hijos. Me pegaba un tiro si me sucedía algo así.
-¿Eso te llevó a abandonar el programa de eltrece?
-Sí, Adrián (Suar) y Pablo (Codevilla) se portaron muy bien, me entendieron y me apoyaron.
Un dolor público
A pesar de su estricto bajo perfil personal, en agosto de 2022 tuvo un arrebato que le costó caro. Con una foto de su nieta Luna de fondo, el artista posteó en Instagram su deseo de reencontrase con ella y bregó por los derechos de los abuelos y de los nietos.
Esa manifestación pública desnudó la interna familiar y expuso el distanciamiento con sus hijos Sol y Jeremías, quienes habían sido fieles colaboradores en los espectáculos y en la televisión.
La crisis familiar se habría desencadenado cuando Fabián Gómez se separó de su esposa, y madre de sus hijos, luego de 20 de matrimonio.
-¿Cómo se encuentra hoy la relación con tus hijos y nietos?
-Muy bien. Nos abrazamos hace mucho tiempo, pero tratamos de no cometer el error de mediatizar la cosa. Una periodista me dijo que la mediatización fue responsabilidad nuestra, pero lo que yo hice fue publicar algo sin pensar que iba a ser tema nacional durante un mes.
-¿No pensaste que publicando aquel posteo se iba a desencadenar lo que se desencadenó?
-Me parece que el periodismo tiene derecho a republicar lo que yo hice público, pero, comenzar a operar y sacar lo peor de cada uno e ir con chismes al otro, con la única finalidad de que su jefe le dé una palmadita en la espalda y que le diga que ganó media centésima de rating gracias a una familia a la que están destrozando, no está bien, eso no es periodismo, es perversión.
-¿Cuál es la situación familiar hoy?
-Nos abrazamos de nuevo, pasamos en limpio todo, fue más temprano que tarde y con perfil bajo. Hoy, con los chicos y con mis nietos estamos de primera.
Luna (8) y León (3) son hijos de su hija Sol, dedicada a la animación de shows para chicos; mientras que Jeremías, su otro descendiente, no tiene hijos y suele girar por el país con su propio proyecto artístico. “Con ellos estamos mejor que antes de esa crisis, pasamos cosas en limpio, hablamos de adulto a adulto”.
Nuevo amor
El presente afectivo de Fabián Gómez no solo se encuentra armónico con sus hijos, sino que también pudo reincidir en una relación. Fernanda Sellenza, su nueva pareja, de profesión geóloga, es una vieja conocida, ya que se conocieron siendo compañeros del colegio secundario.
“Yo era el hippie de camisola hindú, que vendía pulseras de mostacillas y tocaba la guitarra, y ella era la reina de la belleza”.
-¿Te gustaba?
-Sí, pero ella tenía a su novio. Para mí, era una mujer inalcanzable y yo, para ella, un hombre invisible. Solo éramos compañeros.
Durante 40 años no se vieron más. Así como Fabián Gómez formó su familia, Fernanda también hizo lo suyo. “Durante la pandemia se armó un grupo de WhatsApp con gente de Córdoba. No sé cómo me invitaron a participar porque había médicos, científicos, circulaban los papers a lo loco. Yo ponía memes y molestaba, no podía hacer otra cosa. En un momento, el fundador del grupo me comentó que una chica, que formaba parte del mismo, le había preguntado si el Fabián que molestaba con los memes era Piñón, porque me conocía”.
Cuando le pidió la identidad de la mujer, rápidamente reaccionó: “El amor imposible de mi secundaria”, le dijo al organizador del grupo, quien rápidamente los puso en contacto. “Cuando pasó la pandemia y nos pudimos ver, nos tomamos de la mano y acá estamos, juntos desde hace seis años”.
-Estaban predestinados.
-Eso parece.
Para agendar
Piñón Fijo, martes 22 de julio, a las 17. Teatro Broadway (Av. Corrientes 1155).
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