En simultáneo con el estreno de la segunda temporada de la serie Tierra incógnita, donde integra el staff protagónico, el actor conversó con LA NACION sobre su presente laboral, pero también desnudó algunas de sus zonas más íntimas y personales
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“Aún no vi nada de la serie porque no tengo computadora”. La aseveración, aunque extraña en estos tiempos de dominaciones digitales, podría ser propia de alguien con unas cuantas décadas sobre sus espaldas. Sin embargo, pertenece al actor Tomás “Toto” Kirzner, quien transita sus 25 años. “Sólo podía ver el material por teléfono, pero me pareció ridículo ante semejante serie”.
-¿Por qué no tenés una pc o un dispositivo tipo tablet?
-Nunca fui chico de computadora, ni siquiera para jugar.
Más allá de la excentricidad, Kirzner conversa con LA NACION en medio de la expectativa por poder acceder a la segunda temporada de Tierra incógnita, la serie de terror y misterio que ya está disponible en la plataforma Disney+ y del a que forma parte de su elenco protagónico, pero también se adentra en cuestiones más personales como el vínculo entre sus padres Adrián Suar y Araceli González, la madurez de enfrentar la vida viviendo independizado y en las huellas indelebles de una dramática situación de abuso que padeció siendo un niño, horror al que se refiere sin medias tintas.
Lejos de montarse en un lugar de estelaridad, Kirzner habla con cautela. No lo hace desde un lugar de falsa modestia, sino de entender que aún le resta un largo camino por delante y que la demostración es siempre una tarea individual.
Estreno
-Tierra incógnita aborda un género infrecuente.
-Es una gran apuesta de Disney+ sobre el terror, algo que hace que, más allá de los jóvenes, abarque al público en su totalidad. Es muy importante poder poner nuestra bandera en el mundo, estar cabeza a cabeza con otras producciones de mayor presupuesto y llegar a competir en los Emmy latinoamericanos, como nos sucedió.
La segunda temporada de Tierra incógnita consta de ocho episodios de treinta minutos de duración -realizados por Non Stop- donde el escenario del escalofriante parque de diversiones sumerge a los personajes en el desafío de lidiar con las consecuencias de haber derrotado al Espanto, congelado en ese lugar. La historia es desarrollada a través de las aventuras de Eric (Pedro “Pepo” Maurizi), Uma (Mora Fisz), Pablo (Thomas Lepera), Lila (Azucena Zhou) y Axel, el personaje interpretado por Tomás Kirzner, quien conoce todo sobre el Espanto y cree saber cómo manejarlo.
Durante la primera temporada, los hermanos Eric y Mora habían decidido volver al parque de diversiones abandonado donde, ocho años atrás, se había visto por última vez a sus padres. Ahora, la instancia es otra, pero el clima de incertidumbre vuelve a apoderarse del grupo de amigos.
-¿Qué le sucede a Axel, tu personaje, en esta nueva temporada?
-Empieza a incrementar su oscuridad y su locura, se le van las cosas de las manos. Cree que puede utilizar al Espanto en beneficio de su propio poder y su mente va a desvariar muchísimo.
Si de materiales audiovisuales se trata, el actor también forma parte de Buenos chicos, la producción de Polka de temática juvenil, única tira de ficción en el aire de la televisión abierta: “Es un peso muy grande, una mochila que me estresó mucho, ya que formo parte del elenco protagónico y uno termina siendo una de las caras de ese bote salvador. Todos queremos que haya más ficción, pero los tiempos por venir no parecen ser tan prometedores”.
Poco hace Tomás Kirzner para subirse a ese tren de estelaridad prestada que le dan sus padres como un legado del que no puede escapar. Prefiere el propio camino. Con todo, es inevitable la referencia familiar, al tratarse de celebridades de un gran peso específico y que siempre despiertan interés en la opinión pública.
-Siendo quien sos, ¿qué tiene a favor y qué te resulta incómodo de trabajar en Polka, la compañía de tu padre?
-Todo es bueno; cuando tenía 14 años, no sabía si ir a castings, seguir estudiando actuación o quedarme solamente en el colegio, que quería terminar sí o sí. A medida que fui creciendo, se evaporó la incomodidad de trabajar en Polka, por eso hoy trabajo ahí. En cuanto a lo positivo, trabajar en televisión te da mucho entrenamiento actoral, ya que hay una cosa de cambio instantáneo que luego te sirve para el cine o, incluso, para hacer teatro. En un plan de rodaje diario pasás por veinte escenas y, en cada una, con una situación y un estado de ánimo del personaje muy diferentes.
-El entrenamiento que posibilita la ficción televisiva es bien interesante.
-Los grandes maestros te dicen que tenés que hacer televisión. En el teatro comparto el trabajo con Muriel Santa Ana, quien me ha contado que Walter, su padre -que fue uno de los actores de teatro más grandes de nuestra historia- siempre le decía que hiciera televisión. Hay algo de esnobismo cuando se dice que los actores de tira actúan así nomás, ya que es, verdaderamente, algo muy complicado de hacer.
-En alguna oportunidad, se convocaron a actores y actrices extranjeros para realizar tiras en Argentina y, en poco tiempo, renunciaron a la propuesta por no poder adaptarse a la grabación de un capítulo diario.
-A Margot Robbie le preguntaron cómo hacía para llorar en una escena de cine con tanta verdad y respondió que lo había aprendido al haber hecho muchas novelas en Australia. Estaba entrenada y bajo las exigencias de la urgencia de la televisión.
Más allá de Tierra incógnita y de Buenos chicos, Kirzner se encuentra entusiasmado con el reestreno de Votemos, la pieza que el próximo 10 de enero volverá a subir al escenario del Metropolitan: “Es la primera vez que haré la segunda temporada de una obra”.
El material está basado en el corto español Votamos, de Santiago Requejo, que fue nominado a los premios Oscar y Goya, enfocado sobre los límites de la convivencia en un edificio de departamentos, a partir de la intolerancia en torno a la aceptación de las diversidades psíquicas. Una reunión de consorcio se convierte en una batalla campal ante la posibilidad de la llegada de un vecino que padece una enfermedad mental de grado menor. Con dirección de Daniel Barone, la pieza también cuenta con las actuaciones de Agustina Cherri, Muriel Santa Ana, Virginia Lago, Carlos Portaluppi, Gustavo Garzón, Juan Gil Navarro y Alan Daicz.
A esta altura del partido, aunque en las marquesinas de los teatros donde actúa y en los créditos de los títulos audiovisuales de los que forma parte figura como “Tomás Kirzner”, lo cierto es que, en el medio, casi todos se refieren a él como “Toto”, ese apodo cariñoso que lo define: “Me lo puso mi familia, supongo que es una deformación de mi nombre y porque a mi hermana, que es diez años mayor que yo, mi mamá le dice ´Tota´, es un chiste que quedó”.
Independencia
-Repasando tus redes sociales, no veía fotografías tuyas junto a tus padres. ¿Es algo adrede?
-Pura casualidad, ya que suelo subirlas a las historias del momento; prefiero lo instantáneo, me divierte más.
Hace tres años que vive solo, motivado, como tantos, por esos deseos que aparecieron en una coyuntura extrema: “Durante la pandemia tuve tantas inquietudes como frustraciones, así que decidí mudarme. Por supuesto, también apareció la culpa y la duda de si iba a poder o me saldría mal, pero estaba muy confiado y mi familia me apoyó. Hoy siento el crecimiento lógico de la madurez y por el hecho de estar solo y tener que preocuparte por otras cosas. Seguramente, hay muchos cambios de los que ni siquiera yo me doy cuenta, ya que ocuparte de todo, incluso del dinero, te modifica”.
-¿Qué lugar ocupa el dinero en tu vida?
-El mismo que para cualquier ciudadano argentino. En lo personal, no me gusta hablar de plata.
-Casi es de mal gusto hacerlo.
-Me da incomodidad, por eso tengo un representante que se encarga de ese trabajo.
-¿Cómo ves al país?
-Es un momento particular y distópico. Sería muy mandado de mi parte dar una opinión, hay gente que sabe muchísimo más que yo.
-Sin embargo, definiste como “distópico” al momento que atravesamos.
-Sí, claro, es así. Hay incertidumbre, nadie tiene certeza de nada.
El horror en primera persona
En octubre de 2021, Tomás Kirzner vistió el programa PH, podemos hablar (Telefe). En ese conversatorio, en el que los famosos invitados suelen contarle al conductor Andy Kusnetzoff sus intimidades, el actor confesó haber sido abusado de niño en dos oportunidades.
La confesión impactó, aunque, luego de aquella emisión, “Toto”, si bien jamás le restó el peso que tuvo aquel suceso de horror, no buscó evitar el tema. Probablemente, sintió y siente que existe allí una suerte de mandato buscando darle luz a la sombra y espejar, en su propia experiencia, lo que les sucede a tantos.
-¿Considerás que es valioso continuar hablando sobre ese hecho?
-Es muy importante una visualización de las víctimas. Siempre que la persona lo quiera contar y que haya quien la pueda contener, es muy positivo. No me genera incomodidad contarlo, no me sucede nada con que me lo pregunten. Puedo hablarlo porque es parte de mí. Si se habla de mi vida es lógico que vaya a aparecer, porque es un hecho traumático y trágico. Convivo con eso con total naturalidad.
-¿Se te acercó gente que ha pasado por una situación similar y que, a partir de tu testimonio, haya podido poner en palabras su propio drama?
-Me han parado en la puerta del teatro para contarme sus experiencias, pero no siento que haya hecho un bien, sino que solo conté una experiencia personal; aunque es válido que se me acerquen y me cuenten que ayudé en algo.
Tomás Kirzner construye su testimonio con las palabras precisas. Es consciente que no sólo está hablando de lo propio, sino de la posibilidad que muchos se espejen en él. El tema, dada su envergadura, jamás deja de aparecer -como les sucede siempre a las víctimas que lo atraviesan-, y, en su caso, muchos años de terapia y la madurez de haber dejado atrás al adolescente le permiten entender desde un lugar más aplomado: “El tema siempre está ahí, tiene la forma de un mal recuerdo o de chiste, pero dentro mío, engendrado, no hay escapatoria, entonces, a veces, trae angustia y ansiedad o hasta algo cómico que puedo pensar y me causa gracia. Como es muy pesado, prefiero que vaya mutando en distintas formas. No me puedo librar de eso, lo sé, condiciona, pero puedo vivir igual, trabajando como cualquier persona”.
Camino
Alguna vez confesó que haber protagonizado la pieza La naranja mecánica le permitió “recibirse de actor”. “Fue una bisagra en mi forma de actuar, son esos momentos primerizos que te modifican, fue un desafío hacer tres personajes, incluso tener que reemplazar sobre la marcha al actor principal que, por alguna razón, no podía llegar a la función. Fue muy fuerte lo que me sucedió con eso, me hubiese gustado seguir con esa obra”.
Elige bien sus trabajos, tanto como la naturalidad con la que lleva sobre sus espaldas la identidad legada por sus padres de notable popularidad y el compartir una misma vocación con ellos: “Siempre quise ser actor”.
-¿No hubo presión de parte de tus padres?
-Mis viejos siempre me respetaron y valoraron que yo haya querido estudiar, ya que ellos no tuvieron esa posibilidad.
Se formó con Nora Moseinco, pero también reconoce que “se aprende siempre y trabajando con grandes directores, como me sucedió cuando hice Lo que nos une, dirigido por Carlos Rivas”. Y no duda en afirmar que observar a sus compañeros también es una herramienta de crecimiento, tal como le sucede en Buenos chicos compartiendo el trabajo con Gabriela Toscano y Luis Machín: “Les tocó hacer de mis padres, me llevaré sus tips para siempre”.
Antes de definir su camino, quiso ser biólogo marino, afición que mutó en el buceo, una disciplina que practica con asiduidad en mar abierto en México y en Estados Unidos. “No me quiero poner místico, pero bucear me da mucha paz. Es una sensación única, a la que no estamos acostumbrados. Es lo más parecido a estar en el espacio, tus propios pulmones mantienen el balance en el agua”.
-¿Viviste alguna situación de riesgo?
-Me tocó toparme con unos quince tiburones que se estaban apareando, era una especie de orgía. Como me dio gracia la situación, me reí y despedí muchas burbujas, eso hizo que me distrajera y perdiera la visual. Terminé acomodado lejos de mis compañeros, del otro lado del círculo de tiburones.
-¿Cómo resolviste la situación?
-Me quedé quieto y comencé a sacar fotos, algo que le llamó la atención a un tiburón que se me acercó con curiosidad y me terminó rozando.
-¿No te dio miedo?
-Sí, obvio, me dio un miedo terrible, era estar cara a cara con una situación impredecible. Si quería, me podía morder, pero me tocó un tiburón curioso.
Familia expandida
Cuando Tomás Kirzner se refiere al actor Fabián Mazzei -pareja de su madre Araceli González- lo hace con mucha afectuosidad, fruto de años de una convivencia diaria en esos tiempos de infancia y adolescencia: “Son personas que llegan para cuidar y modificar tu vida, no es necesario un vínculo biológico o generacional para que eso se dé. Fabián tiene la sensibilidad de un padre, la energía de un tío y lo compinche de un amigo, es un todo. Fue muy importante para mí, llegó cuando yo tenía nueve años, así que me ayudó muchísimo en mi crecimiento”.
-Como hijo, ¿existe la fantasía que, alguna vez, se crucen tu padre y tu madre o no es un tema que te preocupe?
-Si sucede será de casualidad o porque quieren o, quizás, no sucederá nunca, pero no tengo esa fantasía de verlos juntos. Eso se trabajó en otra época, en otra etapa de mi vida.
-Me parece que es una foto que busca más el periodismo y la opinión pública.
-Si sucede, volverían los noventa.
Es hora de terminar la charla y aparece el deseo de construir un proyecto propio vinculado al lenguaje del streaming, tan instalado desde plataformas como Olga y Luzu TV, entre varias otras: “Fui mucho como invitado y comprobé que me divierte, así que voy a pensar en hacer algo con eso. No sería un emprendimiento macro, sino un proyecto individual, la idea de un tipo que prende la computadora y hace algo”.
-Volvemos al principio, entonces vas a tener que amigarte con la computadora.
-Ya me la compré.
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