Gustavo López: "Cuando Mariano Closs se fue de La Red fue agresivo conmigo, me deseaba el mal"
Gustavo López tiene perfil bajo. No se pelea a los gritos ni arma escándalos. Tiene una vida privada tranquila y se mantiene lejos de las polémicas. Su fuerte es el trabajo y los números lo acompañan. Hace seis años conduce en La Red los dos programas deportivos más escuchados de todo el dial: De una, de 12 a 14, y Un buen momento, de 18 a 21.
Fue panadero, quiso ser actor. Se dio cuenta que lo suyo era el periodismo deportivo apenas puso un pie en la escuela de Niembro y Araujo, a los 23 años. Después de haber pasado por todos los puestos posibles en un programa de radio, se convirtió -hace tiempo- en uno de los más importantes comentaristas de fútbol de la Argentina.
"Yo vivía en Lanús, tenía una panadería con 25 empleados, estudiaba periodismo deportivo y un día me llamaron y me dijeron que había una vacante para laburar en una radio de La Plata."
-¿Fuiste corriendo?
-Sí, así empecé. Pero antes hice otras cosas. Intenté hacer el profesorado de Educación Física... Pero al año me di cuenta de que no era lo mío y volví al negocio familiar. Mi viejo había fallecido joven y yo me tuve que hacer cargo, con mi hermana y mi hermano, de la panadería que había fundado mi abuelo. Pero un día mi hermana me dijo que abrían un escuela de periodismo deportivo. Fui y me di cuenta que eso era lo mío.
-Al toque.
-No falté a ninguna clase. Me gané un premio especial cuando me recibí por eso.
-¿Te gustaba mucho el fútbol?
-Sí. Aparte yo estaba relacionado porque mi papá tenía un amigo que era técnico del Deportivo Español. Y fui al colegio con Leo Rodríguez, que fue jugador de la selección. En mi casa se miraba mucho deporte. Los partidos de Vilas, de Sabatin... Las peleas de Monzón.
-¿También te interesaba la actuación?
-A mí me encantaba Carlín Calvo. Iba a veranear a Mar del plata y lo iba a ver al teatro. Me gustaban sus programas y bueno, una vez fui a bailar y había un chico amigo mío que salía con una chica que estudiaba teatro y tenía contactos. Me llevó a Telefe, a la oficina del productor de Amigos son los amigos...
-¿Lo viste a Carlín?
-No, a su productor. Me entusiasmé, iba a empezar a estudiar y a los tres tres días me corté la mano en la panadería. Me operaron dos veces, me enyesaron. Eso me cortó un poquito la chance y, bueno, me metí en el periodismo deportivo.
-Y apenas terminaste de estudiar, empezaste a trabajar.
-Ya en el último año del curso empecé a trabajar.
-¿Cómo fue?
-Un preceptor me dijo que había un lugar en Radio Provincia de La Plata. Yo era el dueño de mi vida, era el empleador de 25 personas en la panadería, decidía cuándo me iba de vacaciones, todo y lo dejé para ser el último empleado de la radio.
-¿No podías hacer las dos cosas?
-Durante un tiempo, sí, prendía el horno a las 5 de la mañana, hacía el reparto a las 7 y a las 9 me iba a cubrir la práctica de Gimnasia. Cuando entré a La Red, les dije a mis hermanos que no podía seguir.
-¿Cómo entraste?
-Me trajo Marcelo Araujo. Tuve la suerte que dos periodistas se casaron, se fueron de licencia y yo vine a hacer suplencias. En ese momento, La Red pasó a ser una radio deportiva. La compró Torneos y competencias y ahí me tomaron.
-Lo diste todo en la suplencia.
-Me exigí al máximo. El primer equipo que cubrí fue Banfield. Ahora soy conductor, pero cuando arranqué, era el cronista más raso. Por eso sé cuando los chicos que están en mi equipo laburan bien, cuando laburan mal. Sé cuando me mienten... Sé todo porque hice la carrera de ellos. Yo laburaba con Niembro y con Araujo y quizás estaba enganchado al teléfono dos horas. Hoy los pibes son más irreverentes. Parece que no les importa tanto cuidar el laburo. Yo me aferraba a mi trabajo. Era mi vida. Pensá que yo escuchaba esta radio y trabajar con Niembro, que había sido mi maestro, era la gloria.
-¿Ahí te mudaste de Lanús a Capital?
-Cuando me casé, en el 98, me mudé a Palermo. Sufría mucho los piquetes en el Puente Pueyrredón, sufría por no llegar a la práctica entonces decidí mudarme. Alquilamos con mi señora un departamento chiquitito en Palermo y después compramos uno en Caballito.
-¿Qué hace tu mujer?
-Es profesora de arte, estudió marketing, trabajó en bancos, pinta. Nada que ver con el fútbol. Me gusta que no sepa porque si llego a mi casa y mi señora me habla del off side, me muero. Hablamos del trabajo sin hablar de fútbol. También me ayuda bastante a cerrar los contratos. A mí no me gusta hablar de plata, no me gusta para nada. Yo me siento, veo cuáles son las condiciones de trabajo y cuando me dicen "cuánto querés ganar", les digo "pará que para eso viene mi señora".
-¿Por qué sos comentarista y no relator?
-Nunca intenté relatar. Nunca quise. No sé si soy bueno o malo, no sé si sirvo para eso. A mí me gusta comentar el partido. El relator siente que es relator, nació para eso. Seguir la pelota, seguir la jugada, los tonos... Yo nunca intenté hacerlo.
-¿Cómo llegaste a ser comentarista?
-Primero cubrí entrenamientos de equipos chicos, después pasé a equipos grandes como San Lorenzo; después Boca y River. Más tarde hice la Selección argentina. Y en el año 98, dos años después de arrancar en la radio, me mandaron al Mundial de Francia. Niembro y Araujo decidían todo, te veían pasta y te ponían en Boca-River y en la Selección.
-Niembro y Araujo son dos personajes polémicos, ¿te trataron bien?
-Genial, son dos tipos a los que les guardo mucho cariño porque fueron mis maestros. Eran muy exigentes, pero nunca me retaron. Ellos hablaban con el productor, nunca con nosotros. Y cuando nos veían mal, achanchados o relajados, Niembro hacía reuniones en la casa y nos decía: "No me gusta cómo están laburando. Me gustaría que fueran aquellos que fueron". Por eso los dos eran los número uno. Increíblemente, yo hoy conduzco los programas que hacían ellos. Es fuerte.
-¿Te dieron alguna devolución, te dijeron cómo te ven?
-Cuando los veo me dicen que estoy muy bien. Me felicitan. Tampoco los veo muy seguido. Creo que deben estar orgullosos de que un alumno de ellos tenga dos programas que tienen éxito.
-Tus programas son los más escuchados del rubro, ¿no?
-Sí. Estoy encima de la expectativa que había cuando arranqué. No fue fácil porque tuve que reemplazar a una persona que llevaba 13 años en este lugar.
-A Mariano Closs.
-Sí, el oído del oyente estaba acostumbrado a ese tono, a ese editorial, a esa forma.
-¿Por qué no cambiaron los nombres de los programas?
-De una era el programa de Niembro y el de Closs, Un buen momento. La radio no los quiso cambiar porque cuando Mariano se fue de acá se llevó a los cronistas, a los periodistas, a los columnistas, a los operadores, a los comentaristas, a los relatores, a los técnicos. ¡Se llevó todo! Y fue tipo: "Te llevás todo pero el nombre no te lo llevás".
-¿Reemplazar a Closs fue tu gran oportunidad?
-Sin dudas, yo dejé todo por venir acá. Dejé Fox y después dejé Telefe, me la jugué. Arranqué en enero y en febrero, el rating no fue bueno. En marzo fue más o menos y en abril nos abrazábamos en los pasillos.
-¿Por qué le va bien a estos programas?
-Es muy difícil hablar de las virtudes de uno. Yo creo que tengo buen olfato de lo que la gente quiere escuchar o de lo que le puede interesar. Y cuando no hay tema, tengo ocurrencia para generarlo. Yo quiero que la gente se entretenga. En mi vida siempre fui el que hizo reír a los demás. En el colegio, pasaba a dar lección y los pibes se reían. Creo que ahora nuestro programa entretiene y nos escucha mucha gente que no es sólo de fútbol. Nos divertimos, nos cargamos entre nosotros, nos reímos, hacer dos programas no es fácil. A veces tengo miedo de repetirme. Entonces, hago un programa con editorial, con debate e información al mediodía y a la tarde vuelvo y hago un programa más entretenido. Al mediodía hablo de lo que pasó y a la tarde de lo que va a pasar. Mi desafío diario es darle al oyente algo distinto entre programa y programa.
-¿Hay pica entre los relatores y los comentaristas?
-Hay pica. Yo soy un tipo muy competitivo. Siempre miro cómo le va al otro y el otro mira cómo me va a mí y como yo estoy arriba, muchas veces me quisieron mover el árbol para que me caiga.
-¿Qué te hicieron?
-Han inventado temas. No todos me respetaron. Anunciaban que nos íbamos, que nos caíamos, que yo chocaba la Ferrari, que se hundía el Titanic, eso me ayudó a ser más fuerte y a exigirme más. Y acá estoy. Hoy, esos que decían que íbamos a poner una casa de empanadas, miden el 10% de lo que medimos nosotros.
-¿Y qué pensás de los que llegan sin haber estudiado?
-Son las reglas del juego y hay que aceptarlas. Yo laburé en Fox desde el 96 hasta 2011. De repente, llega Diego Latorre a comentar fútbol de la nada y bueno, nos quita un poco de espacio a nosotros. Ahora, si es bueno, porque Latorre es bueno, bienvenido. Si te saca el puesto alguien que es el hijo del dueño y no sabe decir ni dos palabras, es "no, pará". Ahora, si el puesto te lo saca alguien que es bueno, habrá que remarla.
-¿Cómo te tratan los hinchas?
-Bien. Cuando voy a River me hacen la seña de la camiseta de Boca, cuando voy a Boca me dicen que soy gallina. Yo respeto al hincha. Por ser simpatizante de un equipo o porque me cae bien un técnico, nunca voy a descalificar al otro.
-¿Decís de qué equipo sos hincha?
-Los periodistas deportivos tratamos de no decirlo. Puedo hinchar por Lanús, por mis orígenes. Y sí te digo que toda mi familia es de Independiente, pero yo soy imparcial, creo. A veces juego un poco, nada más, pero en líneas generales tengo muy buena respuesta con los hinchas. Me quieren mucho, escuchan el programa, se divierten y todos me piden fotos.
-¿Por qué se la agarran con los periodistas?
-A veces el árbitro está lejos y te dicen: "¡Decí que fue penal! ¡Decilo!" La gente se vuelve loca. A veces me caliento. Me vienen a putear y ¿yo qué culpa tengo? Si el árbitro cobra mal ¿qué querés que haga? Lo que pasa es que hay muchos periodistas partidario. Periodistas hinchas que cuidan lo suyo. Entonces, los hinchas los tienen marcados, los escuchan, los ven, pero a mí, me respetan bastante. Aunque entrar y salir de la cancha es toda una aventura. Entramos encapuchados.
-¿Qué opinás de las mujeres que se dedican al periodismo deportivo?
-Yo creo que hay algunas buenas. Angela Lerena, por ejemplo, en campo de juego es tan buena como muchos chicos. Es profesional, sabe de lo que habla. Ahora, si quiere comentar un partido, me parece que aún le faltaría. No es una cuestión de género, es una cuestión de capacidad.
-¿Vos tenés mujeres en tu equipo?
-Ahora no, pero si escuchara a alguna de ellas que se destaca, la tendría.
-¿Hay resistencia a que sean parte?
-Creo que todos tenemos que ubicarnos. Cuando yo empecé y laburaba con Niembro y Araujo, no opinaba, informaba. Yo creo que las chicas que recién empiezan tiene que informar. Algunas quieren opinar como si tuvieran diez años de carrera. Todo va de a poco.
-Pero hay mujeres que trabajan hace mucho...
-Sí, trabajé el otro día con Luciana Rubinska, y ella me hablaba mucho de táctica, de cómo iba a jugar River y lo hacía bien. Con el tiempo lo va a hacer mejor.
-Hay que tener unos ovarios así de grandes para meterse en el periodismo deportivo.
-No es fácil para ellas. Es como si yo trabajara en un programa de mujeres, me costaría mucho. Una vez la critiqué a Viviana Vila, pobre, se enojó mucho conmigo.
-¿Qué pasó?
-Ella estaba comentando, salía muy bien al aire, tenía muy buena voz, no se trababa ni se equivocaba. Lo que pasa es que lo que decía no coincidía con lo que yo estaba viendo. Se enojó, lo tomó como una cuestión de género... ¡y no era de género! Yo creo que a ella le convenía más arrancar en el campo de juego. Ir de a poco.
-¿Criticás a los hombres también?
-Sí, los critico muchísimo a los hombres.
-Y se arma tole tole...
-Y, sí... Yo me acuerdo que una vez estaba mirando un partido y me pareció que los chicos de la cabina se estaban equivocando y puse en Twitter: "Qué noche que tienen los de la cabina". A los pibes les dolió, me lo dijeron y después les pedí disculpas, pero eran hombres y los critiqué.
-¿Tenés algún favorito?
-A mí me preguntan muchas veces con quién me gustaría trabajar y yo respondo: "Depende para qué". Para relatar el Pollo Vignolo, Rodo de Paoli y Walter Nelson. En televisión, Mariano Closs es bueno.
-¿Te gustaría trabajar con él?
-No trabajaría con él.
-¿Por qué?
-Porque cuando Closs se fue de La Red, fue agresivo conmigo y no me gustó. Me deseaba el mal. Entonces con él no trabajaría, pero no puedo decir que es mal relator, es bueno.
-Transmite los partidos más importantes.
-Porque tiene un contrato de hace años que dice que él tiene que transmitir los partidos más importantes, pero Vignolo es tan bueno como él, o mejor para algunos.
-¿Estás dolido con el hecho de que no hayan nominado a tus programas al Martín Fierro de radio?
-Es muy raro. La gente se ríe en la calle que no estemos ternados. Es muy poco serio. Yo estoy, pero quería que estuviera el programa porque lo merece, porque es el mejor. Yo creía que este año ganábamos el Oro y no estamos ni ternados. Ojalá que Aptra mejore porque no cualquiera puede tener cuatro Martin Fierro en su casa.
-¿Vos tenés alguno?
-Yo tengo cuatro. ¡Já! Lo que pasa es que yo soy un periodista deportivo que hoy me estoy destacando. No está mal que lo gane, tengo 23 años de trayectoria.
-Y no sos mediático, no estás en la tele.
-Me gustaría volver, hacer un programa de entretenimientos, algo simpático, a mi estilo, como soy yo. Me ofrecieron varias cosas, pero estoy esperando que algo me cierre.
-¿Te animarías al "Bailando...", como Martín Liberman?
-Un día me vinieron a buscar para ir al "Bailando..." Me reuní tres veces, era el primer periodista deportivo que iba a participar de eso. Liberman todavía no lo había hecho.
-¿Y qué pasó?
-No me cerró. Sentía que no era bueno para mi carrera. Y me acuerdo que hasta mi mamá, que era fanática de Tinelli, me dijo: "No se te ocurra ir ahí". Y no fui.
-¿Te arrepentís?
-No, me ofrecieron muy buena plata pero quise cuidar mi imagen. Era muy fuerte llevar a los pibes al San Cirano después de bailar en cuero el aquadance.
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