
Rimbaud, mitos y armas
Tras la imagen de maldito y hasta de poeta, se multiplicaban las caras del hombre que no soportaba aburrirse
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Entre los innumerables mitos construidos durante el sigo XIX, "la mistificación del poeta Jean Arthur Rimbaud, posterior a 1891, resulta un género literario en sí misma", señala Daniel Ponce en El africano, un ensayo que aclara –justamente– la parte poco conocida de ese enfant terrible de la literatura francesa, que abogó por esas noches sin fondo donde quizá duerme y se exilia –millón de aves de oro– el futuro Vigor.
Ponce, de 48 años, es antropólogo, profesor de letras y de fotografía, ensayista y poeta. Publicado en la revista Hablar de Poesía (editada por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA), su análisis rimbaudiano aclara, entre otras cosas, la ruptura del poeta con la literatura y el estado de su fortuna personal a su muerte, a los 37 años. Y enumera más mitos, como los 40.000 versos desconocidos que el poeta dejara en manos de un sacerdote español en Harrar.
Se han hallado documentos firmados por Abduh Rimbo –uno de los tantos nombres con que el autor de Iluminaciones ocultaba su verdadera identidad– que demuestran el éxito comercial obtenido en su etapa africana. Durante ese período (1881-1891) se supone que Rimbaud recorrió los difíciles senderos de Abisinia (hoy Etiopía) como jefe de caravanas que comercializaban azúcar, café, algodón, seda, sandalias, rosarios, marfil y fusiles Remington de chispa. También hay quienes incluye en el extenso listado la trata de esclavos.
Pero a los surrealistas como Breton o Péret poco les importaba la vida del viajero en Africa, el mercader o traficante de fusiles. "Bastaba –refiere Ponce– con algunos poemas luminosos y con la actitud bohemia y contestataria de las épocas de la Comuna."
Otros seducidos
Cuando escribió su best seller Primera sangre, David Morrell llamó Rambo al personaje principal, en homenaje a Rimbaud, su autor de cabecera.
Es que el Rimbaud africano –una versión hiperestilizada, en todo caso, de lo que sería el personaje encarnado por Stallone en esta época– sabía de armas. Y las comercializaba.
"Pero mientras tanto le escribía a su madre manifestando deseos de volver a su pueblo, Charleville, e invertir su fortuna en algo productivo, casarse y formar una familia –comenta Ponce– y en 1887 reveló su intención de publicar artículos o libros."
Aseguró Françoise Grissard, mucama de uno de los empleadores del poeta –entrevistada por el francés Jean Marie Carré, a fines de los años 30– que por esa época el escritor convivía con una mujer negra de Abisinia.
Y no escribía solamente aburridos resúmenes comerciales, cartas a sus socios e informes a sus empleadores, sino que también se dedicaba a contar sus viajes y a hacer largas descripciones de parajes no muy conocidos.
Según Ponce, sobrevivieron dos trabajos: Reporte sobre el Ogaden y la carta al director del Bosphore Egyptien. Lo que prueba la continuación de su actividad literaria, tres años después de haber trabajado como esclavo en una cantera chipriota.
Formó, además, parte del staff de los boletines de la Sociedad Geográfica Francesa y ayudó con el trazado de nuevas rutas en el Somal, en el país de Galla, y participó de la exploración del Wabi, en la tierra de Ogaden, en 1883. Su biblioteca portante incluía, en ese momento, volúmenes de topografía, geodesia, mineralogía, meteorología, y viajaba con sextantes, teodolitos y una máquina de fotos, elementos que utilizaría para escribir tratados de viajes con "vistas formadas".
El hijo del capitán
Pocos han sido los que, al tratar de explicar el aventurero recorrido de Rimbaud, mencionan que su padre –el capitán Frédèric Rimbaud– fue quizás el principal motivo: lideró el ejército francés en Argelia, editó un léxico explicado de lengua árabe, tradujo el Corán y nunca regresó del continente africano.
Sobre la fortuna del joven Rimbaud, Ponce explica que provenía de transacciones donde prevalecieron "la tenacidad, la audacia, el protocolo y no el conocimiento enciclopédico". Al resultado de su pragmatismo el escritor lo presentaba: "El cinturón que rodea mi cintura, en el que cargo más de siete kilos de oro", unos 24.700 francos fabius de la época. Según análisis efectuados por especialistas financieros, la suma portada en ese cinto, cuya carga produjo disenteria a Rimbaud, hoy ascendería a una cifra cercana al medio millón de dólares.
Así, para construir su cinturón-fortuna, Rimbaud tuvo que realizar una decena de veces el recorrido desde el Mar Muerto hasta Harrar, entre 1884 y 1887, con la intención de vender sus fusiles. Lo logró, aunque en uno de esas peligrosas travesías le ofreció al emperador Menelik, de Etiopía, miles de sus Remington de chispa, pero en la transacción, el autor de Una temporada en el infierno fue estafado, luego de hacer un recorrido en camello de más de 500 kilómetros y de esperar once meses el encuentro.
Pero lo esencial de la corta vida de Jean Rimbaud es que, según sintetiza Daniel Ponce, no soportaba aburrirse.






