El problema de los tres cuerpos: cómo es la nueva serie de los creadores de Game of Thrones para Netflix
La ficción, que llega este jueves a Netflix, es la más costosa en la historia de la compañía y plantea una invasión alienígena, plagada de filosofía y teorías sobre la física
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“Existe una gran división en el mundo, si no nos decidimos a colaborar unos con otros van a pasar cosas muy malas y nuestro final será inevitable”, dice el actor Liam Cunningham a LA NACION. El tono firme y áspero es el mismo de Davos Seaworth, el personaje de Game of Thrones que lo hizo célebre, aunque sus sombrías palabras no se refieren al mundo imaginado por George R.R. Martin sino al de otra saga literaria reconocida que igualmente encontró su vía hacia una serie de televisión: El problema de los tres cuerpos, el nuevo estreno de Netflix que lo tiene entre sus protagonistas. Cunningham encarna a Thomas Wade, un enigmático funcionario de inteligencia que comanda la avanzada humana para repeler un anunciado ataque extraterrestre. Bajo sus órdenes se encuentra Da Shi, un agente antiterrorista de métodos poco ortodoxos interpretado por Benedict Wong (el asistente del Dr. Strange en el universo Marvel), quien también dialoga con LA NACION. “Mi personaje es una especie de Columbo de ciencia ficción cruzado con un bocón a lo Liam Gallagher. No tiene problemas en decir lo que piensa pero hace su trabajo y obtiene resultados”, explica Wong. “En eso se parece a Wade, por eso ambos se caen bien”. Por lo que se ve en los minutos de la entrevista, el vínculo entre ambos actores es tan bueno como el de sus personajes.
Cunningham es un irlandés de pura cepa, originario de Dublín. Wong tiene ascendencia china pero nació en Inglaterra, al igual que su personaje en la serie. “Soy de Manchester”, tiene que aclarar Da Shi cada vez que alguien, alentado por sus rasgos asiáticos, le pide que traduzca del mandarín. La presencia mayoritaria de occidentales, como es esperable en una superproducción de Netflix, es la más notoria de las múltiples diferencias entre la novela original publicada en 2006, que transcurre casi enteramente en China, y esta adaptación a cargo de David Benioff y D.B. Weiss, los responsables de Game of Thrones, junto con un tercer showrunner, Alexander Woo, uno de los guionistas de True Blood.
Además de estos dos agentes de las fuerzas de seguridad, los protagonistas de la serie son una astrofísica llamada Ye Wenjie (Rosalind Chao), ya retirada tras su exilio de China a Inglaterra, y un grupo de amigos, los “cinco de Oxford”, que se formó en las clases de física de la hija de Ye, cuyo suicidio al comienzo del primer episodio dispara los enigmas. Saul (Jovan Adepo) es un asistente de investigación más interesado en aventuras de una sola noche que en su carrera científica. Auggie (Eiza González) trabaja en el campo de la nanotecnología, padece una crisis de stress postraumático y es la expareja de Saul. Jack (John Bradley) abandonó la física, se “vendió” al mercado y creó una marca de snacks que lo hizo millonario. Will (Alex Sharp) también abandonó la investigación, se dedica a dar clases en una escuela y está secretamente enamorado de Jin (Jess Hong), una física teórica genial que se obsesiona con un videojuego cuya interfase es de una calidad imposible para la tecnología del presente. Cuando su mentora y otros de los principales científicos del mundo aparecen muertos sin razón y, coincidentemente, las leyes físicas parecen empezar a fallar, los cinco amigos intentan descubrir qué está sucediendo.
Ninguno de estos personajes existe del mismo modo en la novela original, así como tampoco aparece el rol de Cunningham u otros centrales, como una asesina tan infalible como difícil de matar. Los protagonistas de la novela son en su mayoría físicos teóricos que concentran toda su energía en pensar y representan a una elite científica que se opone al fanatismo anti-intelectual del maoísmo y sus consecuencias en el presente. Claramente, tal no es el elenco ideal para un thriller televisivo que aspira a conquistar a los seguidores de Game of Thrones. Los showrunners movieron la acción principal de Pekín a Londres y crearon un nuevo reparto de personajes más estandarizados, con dramas reconocibles como amores no requeridos o enfermedades terminales, a fin de hacer asequible para los espectadores occidentales un best seller arraigado en la historia china que, por su densidad conceptual y su escala cósmica, ya se había ganado fama de “infilmable”.
Un éxito literario
El problema de los tres cuerpos es la más reconocida de las novelas de ciencia ficción asiáticas. Vendió ocho millones de ejemplares en su país y más de un millón en el resto del mundo. Fue la primera novela en traducción que obtuvo un premio Hugo, galardón que nunca se había entregado a un texto que no estuviera escrito originalmente en inglés. El libro recibió elogios de personalidades tan diversas como Barack Obama, que lo incluyó en la lista de lecturas que difunde cada año, y el propio George R.R. Martin. Semejante éxito convirtió al autor, el ingeniero y escritor Cixin Liu, en una sensación literaria y generó dos secuelas: El bosque oscuro y El fin de la muerte. Estas redondean una trilogía bautizada El recuerdo del pasado de la Tierra, una historia que comienza en los años 60 con el primer contacto entre la humanidad y una civilización extraterrestre y, acaso para justificar su extensión de 2000 páginas, se prolonga hasta la muerte térmica del universo.
En 2018, circuló el rumor de que Jeff Bezos planeaba invertir la improbable cifra de mil millones de dólares en una adaptación de los tres tomos en sendas temporadas para su servicio de streaming Amazon Prime Video. Finalmente, fue Netflix quien adquirió los derechos y le asignó un presupuesto algo menor, pero de ningún modo modesto: unos 160 millones por una temporada de ocho episodios que abarcan el primer libro; es decir, un costo de 20 millones por capítulo que convierte a 3 Body Problem, tal es su título original, en la serie más cara de la historia de la compañía de streaming. Hay que decir que cada uno de los episodios tiene valores de producción comparables a los de un largometraje de alto presupuesto.
La novela es ciencia ficción pura y dura, tal como explicita su título que es un problema real de mecánica celeste sin solución: las interacciones gravitatorias de tres cuerpos cercanos son tan complejas que sus efectos no pueden ser predichos con exactitud. Además de elaboradas explicaciones sobre esta cuestión, que tiene consecuencias devastadoras para una raza alienígena que vive en un planeta tironeado entre tres soles, el texto se ocupa largamente de temas tan opacos como la mecánica cuántica, la física de partículas o la picotecnología. Si bien están desarrollados de modo ameno y adornados con novedosos conceptos imaginarios, el libro es una acumulación de descargas de información que se parecen más a un artículo de Wikipedia que a una voz narrativa con rasgos humanos.
Aunque la serie aligera la exposición científica, no la diluye tanto como para que sea inexistente y no quede nada de la especificidad de la novela. Aparentemente, el espesor técnico del guion era tal que se reveló que algunos de los actores tomaron clases de física para encarnar a sus personajes. Por su parte, Cunningham revela que no solo no se preparó de ningún modo en particular, sino que ni siquiera leyó las novelas. “No quería tener dos voces en mi cabeza, por un lado la de la novela y por el otro la de los creadores de la serie, por eso decidí que mi hoja de ruta y único material de consulta fuera el guion”. Wong, por otro lado, dice que para componer a su detective leyó los libros y además realizó su propia investigación: “Pude conversar con una persona que trabajaba para el gobierno quien me reveló que un escenario como el planteado por la novela es evaluado seriamente, eso me hizo pensar en esta historia de modo muy distinto. Además, tomé contacto con gente que se ocupa de tareas de vigilancia y me explicaron detalles como qué cosas tendrían en su automóvil. Aunque finalmente esos objetos no se vieran en pantalla me ayudaban a construir la realidad del personaje”.
La historia de la invasión de una raza alienígena tecnológicamente superior y radicalmente distinta a los humanos puede ser vista como una alusión al imperialismo y el colonialismo de las grandes potencias occidentales tanto como una referencia al choque de civilizaciones entre el comunismo chino y las democracias liberales. Para los actores, sin embargo, el tema central de la serie es el entendimiento mutuo: “El villano de uno puede ser el héroe de otro. Esta historia nos exige que tengamos una mirada más amplia para entender esto”, grafica Wong. “La idea central es que solo trabajando juntos lograremos el mayor beneficio, pero esto se sugiere sin pontificar”, agrega Cunningham. “Esta serie no quiere evangelizar, sino contar una historia apasionante de un modo que no se había hecho antes”.
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