Netflix: El código de la discordia recobra la historia de dos estafados que se animaron a demandar a Google
La miniserie alemana de cuatro capítulos se pone del lado de los perdedores, un par de amigos que no tuvieron conciencia de lo que tenían entre manos y quedaron expuestos a la ambición corporativa
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El código de la discordia (Alemania/2021). Creador: Oliver Ziegenbalg. Elenco: Leonard Scheicher, Marius Ahrendt, Mark Waschke, Misel Matisevic, Lavinia Wilson, Seumas F. Sargent. Disponible: en Netflix. Nuestra opinión: buena.
La historia del mundo de la industria tecnológica –cuyo volumen de ingresos actual está cerca del que mueven economías gigantescas como las de Estados Unidos y China– es apasionante porque tiene ganadores y perdedores. Pero se sabe mucho más de Bill Gates, Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Elon Musk y Jeff Bezos que de la gente que quedó por el camino. El código de la discordia recupera justamente la pelea de dos jóvenes entrepreneurs alemanes que demandaron a Google por la sustracción de un algoritmo y fueron derrotados en los tribunales. Lo que esta serie alemana deja entrever es lógico: la chance de que un ciudadano de a pie le gane una pulseada a una empresa poderosa es prácticamente nula. Pero su objetivo es valorar la actitud.
En 2014, la compañía de software alemana ART + COM demandó a Google, alegando que el gigante de las búsquedas usó código de su producto Terravision –una aplicación interactiva en 3D con fotografías aéreas, imágenes de satélite y datos geográficos creada en los años 90- para desarrollar Google Earth. Un diseñador con ínfulas de artista, Carsten Schlüter, y un programador tan nerd como talentoso, Juri Müller, tuvieron que sentarse a dar testimonio frente a un juez y un agresivo equipo de abogados para probar que su creación había sido flagrantemente copiada después de que un millonario de Silicon Valley disfrazado de hippie hiciera el trabajo sucio de la delación con sutileza y eficacia, según propone el guion de esta ficción basada en hechos reales.
Por el control notable del ritmo, el estilo interpretativo y la dosificación del humor para mantener un sabor agridulce, esta serie alemana de apenas cuatro capítulos puede remitir a Red social (película de David Fincher estrenada en 2010) y a las series Halt And Catch Fire y Silicon Valley. Flaquea cuando las decisiones que toma el director Robert Thalheim son más convencionales, destinadas muy obviamente a estandarizar situaciones y conceptos como reaseguro de la generación de complicidad. En un producto de por sí estándar, ese subrayado –que puede notarse en los remates de muchas escenas dramáticas, en los mecanismos para crear intriga o en el sobrecargado de algunas actuaciones– vuelve todo más chato.
En lo que El código de la discordia sí destaca es en la convicción con la que sostiene su credo, esa valoración de la actitud de los personajes que referíamos al principio. En una época donde el cinismo es una respuesta demasiado frecuente ante los dilemas que plantea la convivencia social en esta etapa del capitalismo, celebra a dos principistas ingenuos, los perdedores de una narrativa dominada por la apremiante necesidad del triunfo, traducida en esa ambición por la acumulación constante que caracteriza a los nuevos zares de la economía global.
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