Unidad 42: policial belga centrado en la soledad
Unidad 42
Nuestra opinión: buena
(Unité 42, Bélgica/2017). Creadores: Annie Carels, Julie Bertrand, Charlotte Joulia, Guy Goossens. Elenco: Patrick Ridremont, Constance Gay, Tom Audenaert, Roda Fawaz, Danitza Athanassiadis, Nola Tilman. Disponible en: Netflix
Unidad 42 puede parecer otro de los infaltables policiales de procedimiento que estrena Netflix cada mes. Pero esta serie belga, ambientada en una Bruselas sombría e impersonal, se despega de la dinámica frecuente de esas ficciones, en las que cada caso criminal es espejo de los estados de ánimo de los investigadores, para ejercitar un retrato más abierto de la soledad contemporánea que persigue a un grupo humano en el que los lazos afectivos están en permanente crisis.
Cada episodio comienza con los trazos de un delito que involucra a las nuevas tecnologías. A partir de allí, vemos el accionar de la Unidad 42, brigada contra el cibercrimen que se aloja en un olvidado sótano en el gris edificio de la policía.
La llegada del inspector Sam Leroy (Patrick Ridremont) funciona como el punto de partida para su propia historia y para la de la serie: viudo a cargo de tres hijos, debe aprender tanto a ser padre y a lidiar con la tristeza de su nueva realidad como a entender ese mundo opaco y brutal al que debe llevar racionalidad y esclarecimiento.
La tensión entre ambos órdenes, el privado y el laboral, es menos un contrapunto que una permanente continuidad, en la que el fantasma de su esposa que deambula por su casa evoca a las solitarias víctimas que en cada lugar del crimen parecen pedir ayuda.
La lógica de la serie, además de los clásicos resortes de la investigación –donde se pone en evidencia el intento de seguimiento de los tópicos del género–, se apoya en el funcionamiento del grupo, sobre todo en la relación entre Sam y Billie (Constance Gray), su compañera de tareas y exacto opuesto de su carácter. Billie tiene un pasado como hacker que se desentraña con el correr de los episodios, y su familiaridad con sistemas informáticos y conexiones en red la confina a un aislamiento de orden existencial. Afecta a desafiar protocolos y alterar procedimientos, Billie se combina con Sam de manera extraña, como dos soledades que se encuentran en el lugar menos pensado.
La estética de Unidad 42 se concentra en un tenso seguimiento de la acción, con una puesta de cámara en mano y adherida a las elipsis que sortean los tiempos muertos. Varios de los casos son demasiado modélicos –ahí están cifradas sus mayores limitaciones–, aunque siempre esconden en su resolución un dejo de incierta desesperanza. Nada en ese mundo parece nunca del todo claro, menos la deriva constante de sus errantes protagonistas.
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