
Takemitsu y su estilo en la música
Estamos apenas a tres meses para recordar la desaparición, hace veinte años, del compositor japonés Toru Takemitsu, que nació y murió en Tokio entre 1930 y 1996. Y esto con la ilusión de que pueda ser convocado en nuestros conciertos del año venidero.
Un paso importante en el desarrollo de la música de ese país se produjo por el contacto con el dodecafonismo durante los años de 1950 y casi al mismo tiempo con la "música concreta" del mundo occidental, lo cual condujo a la creación de un estudio electrónico en la radio de Tokio (desde 1954), cuyas nuevas sonoridades permitieron una elaboración melodramática de la declamación en el estilo del teatro japonés. A partir de ahí surgen figuras muy productivas, entre las que se destacó Takemitsu.
"Me gustaría avanzar en dos direcciones a la vez: como japonés, por el camino de la tradición, y como europeo, por el de la innovación. En lo más profundo de mi ser -declaró- me gustaría conservar dos tipos de música, cada una de ellas en su forma original y legítima. Partir de estos elementos por naturaleza irreconciliables a la hora de emprender cualquier composición no es, desde mi punto de vista, más que un primer paso. No quiero que se disuelva esta oposición tan fértil; al contrario, quiero que ambos bloques luchen entre sí. De este modo evito alejarme de la tradición sin dejar de avanzar hacia el futuro con cada nueva obra. Quiero crear un sonido que sea tan intensivo como el silencio".
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El musicólogo Heinrich Dibelius está convencido de que éste es un pensamiento muy japonés, pues en él subyace el ideal -o tal vez la certeza- de que, de todas formas, en un nivel superior existe una armonía última. "El sonido musical -asegura Takemitsu- y el sonido negativo del silencio -al margen de cualquier intención expresiva inmediata- dan lugar a una violenta oposición y, sin embargo, forman un equilibrio casi sagrado". Es ésta la manera como Takemitsu describe aquella ley del equilibrio absoluto e independiente del sujeto que perpetúa la dualidad, a la vez que aúna las formas primigenias de lo claro y lo oscuro, el verano y el invierno, lo masculino y lo femenino, así como los principios musicales de estatismo y movimiento, expansión de la sonoridad y linearidad melódica, desarrollo formal e imagen del suspenso o también la antigua tradición japonesa y los más modernos métodos occidentales.
Las obras de Takemitsu , que son por lo general muy breves, poseen tanta libertad poética como coherencia estructural. Ya desde 1949 realiza experimentos con material sonoro concreto, a partir de los cuales sus "Dessins" constituyen unos diseños musicales donde los silencios desempeñan una función muy significativa. La música es una protesta contra el silencio, y este silencio en la música japonesa, acota Dibelius, es muy diferente de la pausa, al igual que una palabra poética encabezando una obra es mucho más que un título. La música de algunos autores de esa procedencia se convierte en lo que es: un medio de trascendencia. La de Takemitsu ha pasado ya por Buenos Aires. Sería bueno homenajearlo en el nuevo aniversario de su partida.







