
Terminó el Buenos Aires Hot Festival
Noche de cierre con Oasis y Neil Young
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Pega en medio del pecho. Un incendio en el corazón. Una llamarada que acelera el pulso y empuja la sangre con cada riff. Neil Young sube al escenario cuando los chicos se fueron a dormir, después de vibrar con los Oasis, e impone nuevas reglas de juego, las del rock and roll.
Cuesta creer que hace más de 35 años se colgó la guitarra y salió a desafiar al mundo. La sensación que transmite el viejo Neil es que se trata de su primera vez sobre un escenario. Sí, sí, como si saliera a convencer a la audiencia de que tiene algo para decir con las seis cuerdas, con su voz nasal (a lo Bob Dylan) y unos compañeros de ruta que acumulan años e intensidad. Es que los Crazy Horse, sin duda, también descubrieron la pócima de la eterna juventud.
La actuación de Young es tan contundente, que en medio de su actuación alguien dice: "Ahora los de Oasis parecen unos tontos". No es para tomárselo al pie de la letra, pero realmente lo de este veterano es serio y uno entiende por qué Liam y Noel Gallagher (que hacen una interesante versión del clásico "Hey, hey, my, my") decidieron que el cierre le correspondía, con todo derecho, al experimentado Neil, e invirtieron el orden que estaba programado.
La noche es destemplada. El viento hace que la mayor parte de los asistentes se arrepienta por ir vestidos como en la calurosa noche anterior, y la llovizna hace que el frío se sienta más. Pero desde el primer acorde, la sangre empieza a tomar temperatura. Ya no importa que muchos (la mitad de los 20.000 asistentes) se hayan ido a dormir y sea necesario apretarse un poco más para no quedar expuestos al viento: Crazy Horse es una hoguera que incendia cualquiera de las vanidades que pasaron por el Campo Argentino de Polo.
Crónica del último día
Seguramente a contramano de lo que se esperaba, el tercer y último día del Buenos Aires Hot Festival tuvo bastante menos público que la noche anterior (la de R.E.M. y Beck), a pesar de que Oasis es, de todas las que participaron, la que más discos vende entre nosotros.
Después de una tarde muy relajada y ventosa, donde los Ratones Paranoicos agitaron al público con el "Rock del pedazo" y "Rock del gato" con versiones mucho más musicales que las originales. La banda que lidera Juanse está en un momento de madurez, sustentada seguramente en el aporte del experimentado Zorrito Quintiero.
Oasis trae la densidad marginal desde Manchester, Inglaterra. Los desafiantes Noel y Liam suben a escena y todo empieza a suceder a media luz. Pero Oasis no sube al escenario la intensidad con la que ofrecen pelea en la vida cotidiana.
Ninguna actitud combativa; simplemente se paran ante la multitud y, sin demasiadas palabras, ofrecen un éxito tras otro. Es que Oasis es especialista en buenas melodías, con canciones que basta escuchar una vez como para que queden registradas en la cabeza. Y el listado es elocuente: "Go let it out", "Supersonic", "Gas panic", "Wonderwall", "Rock n´ roll star", con Liam en actitud de tranquilo orador más que de cantante de rock (nada que ver con lo que trasciende de su agitada vida privada) y Noel en actitud reflexiva, aunque cada tanto puede exhibir una sonrisa que en su hermano parece imposible.
Esto no es todo, amigos
Pero todo tiene un fin, y el el show de Oasis hace que el clima general cambie. Por un lado, porque el viento frío se hace sentir cada vez con mayor intensidad, y por otro, porque los que fueron a verlos sólo a ellos comienzan a irse en masa. Pero algunos quedaron, claro, entre ellos una buena cantidad que cuenta entre 30 y 50 años.
Entonces aparece Neil Young, hace un par de acordes, y todo lo que pasó en estas noches queda en un segundo plano. No porque lo de R.E.M., por ejemplo, no haya sido impecable, sino porque lo de este hombre de 55 años excede cualquier preconcepto que pueda tenerse sobre un músico de rock. Vibra y hace vibrar con una propuesta tan clásica como arrolladora.
Con Crazy Horse conforman una banda de chicos de garaje que deciden en el momento (con un movimiento de cabeza o una señal imperceptible desde el campo) si hacen alguna vuelta más para extender un solo de guitarra o Hammond, o probar varios finales para un mismo tema.
Nunca una frase tan común como "el fuego del rock and roll" se conjuga tan bien como en este caso. Ese fuego es el que golpea en el centro del pecho cuando hace un clásico como "Hey, hey, my, my" que incendia cualquier viento frío.





