Una fábula musical y poética
Lautaro Metral y el grupo Pim-Pum-Pam regresaron con una propuesta de fuertes valores y bellas canciones
En 2012, el fin del mundo no llegó, pero su fallido intento dejó como legado una historia más que interesante para la escena off local. Se trata de El hijo del fin del mundo , de Lautaro Metral, orfebre de otra gran historia contada en clave musical que hace un par de años llevó a su compañía, Pim-Pum-Pam, a obtener un reconocimiento sin precedente: Cuando callan los patos, que arrasó con los Premios Hugo 2011.
El hijo... pone como eje de la acción a Duilio Vázquez, el primer niño nacido en 2012, con algunas particularidades: es mitad hombre, mitad vegetal y es enormemente optimista. En el año del fin del mundo, Duilio ve la vida como una posibilidad de crear. Recorre tierras hostiles con su casa vagabunda a cuestas, su perro, su gato y su gallina, buscando su lugar en el mundo. Luego se cruzará en sus vidas un forastero: nada menos que un actor. Fieles a la estética que los caracteriza, donde lo absurdo y lo fantástico se potencian, los Pim-Pum-Pam eligieron seguir por el camino marcado por Cuando callan los patos y armar un mundo de fábula para contar esta historia.
Su estreno fue en 2012 en el Centro Cultural Rojas. Subsidiados por la institución, lograron levantar una gran producción, aunque por pocos meses. Este año reestrenaron en El Vitral, y empezaron a sentir el peso de la falta del dinero que se necesita para poner en marcha un musical de esas dimensiones de manera independiente. "Este año ha sido un aprendizaje muy grande. Nos llevó a reflexionar sobre las cosas que influyen en el quehacer del teatro. Pasar de una institución a trabajar de manera independiente, cómo adaptar la dirección y la dramaturgia de una obra, la influencia que ejercen las salas, los productores y los subsidios teatrales, cómo de repente la puesta que vos tenés en mente se te reduce porque el teatro no tiene sonido, por ejemplo, y vos ese dinero lo querías invertir en un dispositivo escenográfico. Tenés que renunciar a muchas cosas", relata Lautaro Metral, y mientras habla continúa discutiendo para sí mismo el dilema que plantea la autogestión: "No puede ser que factores externos afecten a nuestros productos. Quisiera que ni lo personal ni lo de afuera influyeran". A partir de estas reflexiones surgió la idea de reponer la obra de manera que no existan limitaciones externas. "Decidimos hacer un acústico. Como un unplugged de una comedia musical", explica. Bajo esta premisa, llegaron a El Ópalo, una sala ideal para crear ese clima intimista. "Después de una temporada en que nos fue bien, queríamos darle un cierre a la obra en un marco más tranquilo, porque todas las exigencias técnicas recaían sobre nosotros, pero tenemos que preocuparnos de nuestro trabajo, que es componer, dirigir, actuar. Es una experiencia planteada desde el lado del disfrute", agrega. "Apuntamos a rescatar el clima íntimo de los primeros encuentros. Tienen un toque mágico de cierta inminencia de una obra que va a suceder, pero que todavía no se sabe muy bien de qué se trata. Despojado de escenografía, vestuario, en un entorno íntimo, con el público cerca, se busca que pasen al frente el texto, las canciones y la interpretación por sobre lo escenográfico y el vestuario."
Sin ningún cambio en el elenco, la obra que obtuvo siete nominaciones a los premios Hugo -entre ellas, mejor dirección y mejor musical off es representada por Lionel Arostegui, Leandro Bassano, Renzo Morelli y Marta Mediavilla, ganadora del premio Hugo a la mejor actriz off.
- El hijo del fin del mundo
De Lautaro Metral.
Sábados, a las 21.
El Ópalo, Junín 380.
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