
Una mujer audaz
De "Mujer Bonita" a la "Erin Brockovich" -que se verá desde el jueves-, el camino de la actriz pasa por el éxito y los millones.
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LONDRES (The Sunday Times).- Desde el momento en que Julia Roberts entra en la habitación del hotel de Nueva York, es evidente que preferiría estar en cualquier otro lugar. Luce bastante recatada: el cabello castaño recogido con una cola de caballo, jeans, botas negras y un top azul, pero su gesto es desafiante y casi desdeñoso, como si creyera que es el comportamiento correcto para hablar con un periodista.
"Las críticas de extraños no tienen influencia sobre mí", dice con modulación distinguida y verborrágica. ¿Y con sus vecinos neoyorquinos, que la ven caminando por las calles del sur de Manhattan y no vacilan en darle sus opiniones? ¿Los trata de la misma forma? "Esa es una situación completamente diferente -rechaza-. Si alguien realmente tiene la convicción y el coraje de acercárseme y decirme: "Pienso que eres un desastre", o lo que sea, entonces hablaría con esa persona y esa declaración me impactaría. Pero alguien que se va a ocultar tras de un artículo y en principio escribirá cualquier cosa que simplemente satisfaga su falta de dignidad, no me afecta en absoluto."
La maquinaria de prensa que funciona detrás de Roberts no parece tan indiferente a lo que se publique. Los publicistas que trabajan con ella son tristemente célebres por negar el uso de sus fotos si a ellos no les gusta el medio, o por exigir una lectura previa del reportaje antes de que se publique. Si a la actriz realmente no le importara lo que se escribe sobre ella, sin dudas no pondría tantos obstáculos para una entrevista.
Y tal reacción no puede ser porque algo haya afectado su popularidad. Por lo contrario, justo cuando parecía que Roberts no podría ser más famosa, se pasó el último verano boreal desafiando aquella regla de la industria cinematográfica según la cual no se pueden lanzar películas con el mismo protagonista una después de la otra, y viendo cómo esos films superaban con tranquilidad la marca de los 100 millones de dólares en la taquilla norteamericana.
Las comedias románticas "Un lugar llamado Notting Hill" y "Novia fugitiva" sirvieron para confirmar el status de Julia Roberts como la estrella de cine más popular del mundo. A 20 millones de dólares por película, ya estaba entre las estrellas mejor pagas de Hollywood.
Con la frecuencia con que actúa en cine, es difícil ver todas las películas de Julia Roberts. Ya hizo veinticuatro en los últimos doce años. La última, "Erin Brockovich", fue el segundo estreno de marzo con más recaudación en la historia de la taquilla norteamericana. Es un drama legal, que se basa en la historia verídica de una madre soltera de clase trabajadora que consigue empleo como asistente en un pequeño estudio de abogados y luego descubre que una corporación gigante, Pacific Gas and Electric, contaminó a sabiendas la reserva de agua de un pequeño pueblo de California con productos químicos tóxicos.
El caso terminó con el acuerdo legal más importante surgido en un juicio de acción directa en la historia de los Estados Unidos, lo que quizá no haya sido la razón más importante para hacer el film, pero parece haber atraído el sentido de justicia de Julia Roberts. "Lo más increíble de todo es que nunca había oído hablar de esto. No puedo creer que una compañía enorme haya cometido una cosa tan horrible y deshonesta, y que yo nunca lo haya leído en los diarios", comenta.
La película, sin embargo, tiene éxito porque se ocupa principalmente de Brockovich, una mujer difícil e irreverente que se viste como una prostituta de Sunset Boulevard y sólo puede conservar el trabajo gracias a que su novio ciclista se queda en casa y cuida a los tres niños de dos matrimonios diferentes. Siendo una heroína blanca pero pobre y con un corazón de oro, Brockovich se ajustaba perfectamente a la mezcla de encanto y decisión que logra Julia Roberts en la pantalla. Cuando camina trastabillando con tacos altos en el film, usando minifaldas y diminutos tops, podría ser una versión con más edad de su personaje en "Mujer bonita" (1990), film que le dio su primer empuje como diva.
Desde entonces, Julia Roberts se peleó con Steven Spielberg en el set de "Hook" en 1991, cuando supuestamente su personaje de Campanita fue doblado, e hizo lo mismo con Nick Nolte en "I Love Trouble" ( film que fue un fracaso). A continuación actuó en "El enigma de Mary Reilly", con poca taquilla. Luego representó un pequeño pero valioso papel en "El precio de la libertad" (1996) para reimpulsar su carrera. El éxito de "La boda de mi mejor amigo" la puso nuevamente como la actriz protagónica favorita de sus connacionales; por eso no fue ninguna sorpresa que, según rumores procedentes de los sets de "Un lugar llamado Notting Hill", se pasara varios días sin siquiera molestarse en hablar con Hugh Grant, su coestrella en la película.
Tal vez su desplante no fue más que cortedad, porque siempre se sintió algo intimidada ante esos actores británicos de sólida formación teatral; Julia Roberts nunca fue a una escuela de teatro, si bien su padre, que falleció cuando ella tenía nueve años, fue profesor de actuación. Después de graduarse en la secundaria de Smyrna, Georgia, Julia se dirigió a Nueva York. Su hermano mayor, el también actor Eric Roberts, la ayudó a obtener su primer papel, en un western de 1988 titulado "Blood Red".
Ella cree que su fama como persona arrogante es envidia de los menos talentosos. "Soy muy.... testaruda. Esta quizás no es la palabra correcta, pero tengo muchas ideas y deseo compartirlas, y también tengo ganas de que alguien me diga «ésa no es tu mejor idea». Pero pienso que cuando una es enérgica y emprendedora, puede intimidar a quien carece de ingenio", afirma.
Dice ser una típica muchacha que divide su tiempo entre Nueva York y Nuevo México, le gusta cocinar, tejer y pasar el tiempo sin apuro con su novio, el veinteañero actor Benjamin Bratt. "La gente siempre pregunta: «¿Cuál es la idea más equivocada que se tiene sobre usted?», y yo les contesto: «Que soy fascinante», por tener un trabajo fascinante."
No hay duda de que en su vida privada al menos, Julia Roberts, a los 32 años, nunca estuvo más estable que hoy. En otras épocas, tenía la costumbre de enamorarse de los coprotagonistas de sus películas: Liam Neeson, Kiefer Sutherland y Dylan McDermott, entre otros. Terminó casándose con el cantante de música country Lyle Lovett en 1993. La unión duró menos de dos años.
La mención de su elevadísimo salario también la irrita. "No me convierte en una mejor actriz. No hace que trabaje mejor o que me dedique menos. Soy tan cumplidora con el trabajo ahora como cuando se me pagaba el sueldo establecido por el sindicato. Nada cambia al ganar mucho excepto porque todos quieren hablar del tema. Es una pregunta inapropiada", responde.
De acuerdo con las reglas de Julia Roberts, sin embargo, casi toda pregunta parece ser inapropiada. Ella, por ejemplo, no quiere decir a quién elegirá como presidente ("no quiero hablar de política con la gente que no conozco", dice) y ni siquiera sobre si le gustaría que una mujer fuera presidente. "Esa pregunta tiene que ver con política. ¿Qué acabo de decir?", agrega molesta.
Su justificación para esta actitud es poco convincente: "Mata el misterio de una persona, porque hay actores a los que veo que se transforman en mitos por lo fabulosos que son, pero si me enterara de los detalles cotidianos y perturbadores de sus vidas, ¿serían tan sorprendentes y maravillosos? Posiblemente no".
"Usted me odia -dice alegremente al cronista-. Usted está muy enojado conmigo ahora. Estoy segura."
Tiene "Erin Brockovich". "Solía ir a los ensayos luciendo como un chico de 15 años, luego me arreglaba y volvía 45 minutos después.
Justo cuando la entrevista está por terminar, Julia Roberts hace un intento débil y egoísta para tratar de enmendar su falta de cooperación. "Sé que tengo un sentido del humor delirante, pero usted debería conocer al resto de mi familia -dice mientras sonríe mostrando todos los dientes-.
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