
Veintinueve poemas y una sola voz
Novedad: se estrena hoy una obra para mezzosoprano, sobre textos de Alejandra Pizarnik, que compuso Susana Baron Supervielle.
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Hoy, a las 19, en La Carbonera (Balcarce 998) se estrena "29 poemas cantados", de la compositora Susana Baron Supervielle, quien, con puesta en escena de Vivi Tellas, crea por primera vez una obra de estas características, en la que musicaliza textos de Alejandra Pizarnik. A los 89, la autora dice, riéndose: "No me había dado cuenta, pero esto significa un desafío". La protagonista es la mezzosoprano Nélida Saporiti, acompañada por la bailarina Silvia Gómez Giusto. Excepto por los poemas del prólogo y del epílogo, de Juan de la Cruz y de Jules Supervielle (tío de Susana), respectivamente, el resto es de Pizarnik. A lo largo de los 30 minutos de la representación, los textos de la autora fallecida son eje, motivo e inspiración.
La acción transcurre en un aeropuerto, donde las dos mujeres se encuentran por azar. Allí surgirá el material que expresará diferentes sentimientos: desde tensión, incertidumbre y cansancio hasta concepciones sobre la decepción y la muerte. En una mezcla de tragedia e ironía, ambas llegan a cierta complicidad.
Baron Supervielle dice: "Adoro la poesía. Cuando le pongo música, voy por un camino que las mancomuna. Son artes íntimamente relacionadas entre sí. Ambas reflejan la expresión del ideal eco de lo sensible, lo espiritual del ser humano, foro interior de su conciencia. La musicalización de un poema tiene que respetar la cadencia, la plástica, la articulación y captar también su sonido. En resumen, es colocar el poema en el espacio y en el tiempo; darle más amplitud potenciando su meta."
El sonido da el sentido
Tal es su amor a la poesía que su único intento es pasar, con sus melodías, un hilo conductor que las enlace. "Mi deseo es que el sonido, cualquiera sea el idioma del poema es que no se diluya en esa comunión. Vivi Tellas no sólo consiguió el clima exacto en su puesta, sino que también logró que no hubiera un choque en el final, en la confrontación del castellano y el poema en francés que cierra, de Jules."
Nació aquí, hizo sus estudios en París con los célebres Nadia Boulanger y Pierre Schaeffer, para luego regresar a Buenos Aires y continuar perfeccionándose con Juan Carlos Paz. Fue una inquieta desde siempre y cuando se radicó en San Pablo, buscó "un morro pelado sin ningún atractivo" y fundó allí el primer Estudio-laboratorio de música electroacústica brasileño.
Compuso innumerables piezas en esta corriente, como también obras de cámara y para canto y piano, sobre la base de poemas de Jules Supervielle, Federico García Lorca y otros escritores latinoamericanos.
Sencillamente, cuando habla de componer, no pronuncia la palabra música, sino sonido. "Cuando oigo obras cantadas de Beethoven, Mozart o Debussy, es el sonido de la voz lo que me emociona."
"Me conmociona"
Respecto de su actual creación, eligió a Pizarnik porque la considera una suprema poetisa, plena de dramatismo y crudeza. "Es singular, porque soy una persona de carácter alegre, pero esta autora me conmociona. Espero más adelante hacer algo similar con la poesía del portugués Fernando Pessoa y otros." En realidad, la protagonista de su obra es Pizarnik, que encarna Saporiti. La poetisa está en ese aeropuerto, un símbolo de partida, de alejamiento, de remontar vuelo. Allí también está la bailarina. El personaje central se cae porque no encuentra comunicación y, por lo tanto, no consigue irse. El poema final, de Jules Supervielle, dice algo alegórico: "Nunca voy solo al fondo de mí mismo, siempre llevo a algunos amigos conmigo..."
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