Antes de tocar en Buenos Aires, el líder de Black Label Society promete rock duro pero defiende la variedad
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Tampoco era tan difícil confundirse: a priori cuesta bastante darse cuenta de que esa bestia sedienta de sangre que transforma escenarios en pilas de astillas al frente de Black Label Society y este señor que atiende el teléfono mientras zapa una balada al piano son la misma persona. Pero sí, que Zakk Wylde grabe un disco manso y tranquilo como su último trabajo The Song Remains Not The Same, llegando a incluir el himno de Simon and Garfunkel "Bridge Over Troubled Water", nos enfrenta al hecho de ser más papistas que el Papa: hasta los metaleros más duros tienen corazón... ¿Y por qué no habrían de tenerlo?
En época de cambios (se fue de la banda de Ozzy Osbourne, se vio forzado a dejar el alcohol por problemas en la sangre), el violero de los solos eternos se relaja y ofrece un álbum mayormente unplugged, el cual presentará (mechado con su habitual repertorio pesado, claro está) el próximo martes 9 de agosto en El Teatro Flores.
¿Cómo va a ser tu show en la Argentina?
Espero que sea otra reunión de la familia disfuncional de Black Label. La última vez que fuimos nos divertimos mucho: nos pudimos tomar un par de días libres y salimos por los bares y conocimos gente muy interesante.
¿Qué encontrás de atractivo en lo acústico, que habitualmente sentís la necesidad de volver a grabar un disco en ese estilo?
Amamos tanto lo pesado como lo tranquilo, igual que Led Zeppelin, que hacía "Black Dog" y después "Going to California". Cuando estamos de gira y me tengo que ir a dormir, escucho a Elton, escucho a Sarah MacLahan, el disco Sea Change de Beck, a Neil Young, Crowded House. Amo ese tipo de música. Cuando hicimos este disco pensamos en eso: si necesitás relajarte en el medio de la noche, tenés este tipo de cosas.
¿Algún otro artista de esos que nos sorprendería encontrar en tu iPod?
Escucho hard rock y metal, claro, pero en realidad escucho de todo. Me gusta la fusión, cosas como Al Di Meola, John McLaughlin, Paco de Lucía. También me gustan los Eagles, Creedence, rock clásico como Bad Company, Lynyrd Skynyrd, Allman Brothers… aunque también escucho Ministry, a Meshuggah, de todo. Toda la música es buena: en cada género encontrás algo bueno. Aunque estén con el black metal: vas a encontrar bandas que apestan y bandas que son muy buenas.
¿Es cierto que están preparando un DVD?
Sí, vamos a editar Unblackened, en diciembre o enero. Será todo acústico y llamé como invitados a varios amigos míos: Jerry Cantrell, Slash y otros.
Hace poco dijiste que era notoria la influencia de Dimebag Darrell en el metal joven. ¿Qué pensás que cambió él en los guitarristas de la nueva generación?
Dimebag influenció a toda una generación de músicos, no sólo guitarristas. Pantera cambió todo: la manera de cantar, lo ajustada que debe sonar una banda, el sonido de baterías... todo el género.
Si tuvieras que elegir una cosa que aprendiste al lado de Ozzy, ¿qué sería?
Que tenés que tocar lo que amás. De eso se trata todo.
¿Cómo te cambió la vida a partir de que te fuiste de su banda?
No podría haber pedido una oportunidad mejor: como guitarrista, ¿qué cosa mejor podría pasarme? Pero ahora, con Black Label, yo produzco los discos, elijo el arte de tapa, decido los sets... estoy involucrado en todo. Hago la mezcla, el mastering, el merchandising... todo. Yo soy el dueño del equipo de fútbol, elijo los uniformes, arreglo la cancha, mientras que antes era un jugador más. Del mejor equipo, pero un jugador más.
Hace poco dejaste de tomar. ¿Es muy diferente la vida en la ruta estando sobrio?
Seguro, cambió bastante. No salgo, no junto historias locas ahora, ja. Si no salís, no hay peleas de bar, no te despertás en cualquier lado y esas cosas que te pasan cuando tomás.
Bueno, lo importante del rock es la música y no tanto esas cosas, ¿no?
¡Las dos cosas importan! Es parte de estar en una banda: no es un trabajo de nueve a cinco.
Sos uno de los guitarristas más aclamados del mundo. ¿Sentís que ya dominás tu instrumento a voluntad, que ya lo agotaste?
No, siempre hay otra canción que escribir, otro riff que hacer, otra escala para aprender. Eso es lo lindo de la música: nunca se termina. Siempre podés mejorar. Amo tocar todos los días.
Por Diego Mancusi
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