
A los 14 se fue sola a vivir a Londres y hoy es una gran promesa argentina: “Aprendí lo más importante en este camino”
A los 11 años tuvo una conversación clave con sus padres, antes de cumplir 14, un hombre se acercó a ella y le hizo una propuesta increíble; hoy, 31 de diciembre, cumple 18 y brilla en un lugar legendario
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Desde el Royal Ballet de Londres, Jazmín mira al infinito y los recuerdos regresan a ella. Se ve a sí misma sentada frente a sus padres. Rememora la conversación acerca de su futuro, una charla que marcó un antes y después en la vida de toda la familia. Su pequeña ciudad, Pergamino, le había quedado chica, y sus sueños y las alas grandes estaban un poco más lejos, en Rosario, una urbe lo suficientemente cosmopolita como para brindarle una plataforma de salida hacia el mundo. Un mundo donde Inglaterra encabezaba su lista de sueños, casi como una fantasía inalcanzable.
Los viajes a Rosario ya eran frecuentes, agotadores, pero fundamentales para Jazmín, quien por entonces anhelaba que la ciudad santafesina se convirtiera en su lugar de residencia permanente. Sus padres, que conocían la disciplina, seriedad y pasión de su hija, atendieron su deseo y tuvieron una reacción clave, que resultó el motor para dar un salto diferencial en su camino. En esa conversación, ellos, incondicionales, definieron junto a ella un cambio de vida radical: su padre se iría a vivir con Jazmín a Rosario, y su madre y hermana se quedarían en Pergamino. Jazmín apenas tenía 11 años.

La niña que en vez de caminar danzaba: “Mamá no podía creer que a esa edad ya lo tuviera tan claro”
En su ciudad natal, Pergamino, Jazmín Arrieta comenzó a experimentar su pasión a los dos años. Era una niña muy inquieta que jugaba con su hermana y sus amigas, pero ante todo se movía de acá para allá sin cesar. Sus padres, atentos a su actitud, la enviaron a un estudio de expresión corporal cuando aún no había cumplido los tres, y allí, sin técnicas ni disciplinas, movía su cuerpecito con libertad y una sensación de felicidad exquisita.
A los cuatro años, cierto día en casa y junto a su madre, Jaz estaba mirando Angelina Ballerina -un programa de una ratoncita que hacía ballet- cuando se acercó a la tele, miró fijo a su mamá y le dijo: yo quiero hacer eso.
“Mami me respondió que yo ya hacía danza, y yo le insistí que no, que yo quería eso, que se veía diferente a mis clases de baile libre. Ella quedó impactada, yo ya bailaba, pero no con tutú y zapatos de punta como lo hacía la ratoncita, y era eso lo que deseaba. Mamá no podía creer que a esa edad ya lo tuviera tan claro”, cuenta Jazmín.

Así fue que a los cuatro años, en el estudio Cascanueces de Pergamino, la niña comenzó a bailar más parecido a como ella quería, con su atuendo de ballet y con un ánimo que sorprendía a todo aquel que la viera pasar. Jazmín prefería un ensayo a un cumpleaños, hacía bailar a sus amigas, tomaba las coreografías con mucha seriedad y bailaba todo el día, a toda hora, en la casa, en el auto, e incluso cuando iba por la calle: Jaz no caminaba, sino que danzaba por la vida.
Un mundo más allá de Pergamino: “Era hacer malabares para lograr todo lo que tenía que lograr hacer en el día”
Los años pasaron, la disciplina y la seriedad crecieron exponencialmente y el talento empezó a rendir sus frutos. Jaz comenzó a participar en competiciones que la llevaron al extranjero. Viajó a competir a Brasil, pero también fue premiada con una beca en Estados Unidos. Atravesó las fronteras cuando apenas tenía 10 años, pero aun a pesar de su corta edad, algo dentro suyo se transformó para siempre, un clic que la diferenció y modificó sus pensamientos. Jazmín estaba rodeada de chicas bailarinas, todas apasionadas y que deseaban crecer en su actividad. Pero ella quería algo más, ya soñaba con el Royal Ballet de Londres y lo supo con claridad cuando dimensionó el tamaño del mundo.
“Viajaba con mi tía, ella era la que me acompañaba siempre”, rememora hoy al repasar aquellos tiempos. “Nunca extrañaba, nunca me quería ir de los lugares que conocía y yo creo que esas experiencias me cambiaron la cabeza”.

“Fue a partir de ahí que comencé a viajar también a Rosario tres veces por semana, con un remisero de confianza, en ese entonces yo estaba en sexto grado de primaria”, continúa Jazmín. “Era muy cansador pero yo estaba feliz. Iba al Koi Ballet en Rosario, bajo la dirección de Carina Odisio. Estudiaba en el auto, comía en el auto, era hacer malabares para lograr todo lo que tenía que lograr hacer en el día, pero yo siempre quería más y sentía que podía más y eso implicaba irme a una ciudad más grande, más lejos de Pergamino”.
Desmembrar la familia, el impacto de Rosario, y un hombre portador de un sueño mayor
“A mis padres les voy a estar agradecida toda la vida por permitirme, finalmente, irme a vivir a Rosario a los 11. Se necesita mucho apoyo para una carrera como esta, donde ya es tarde empezar a los 18”; dice Jazmín, consciente de que aquel acto en pos de su pasión implicó la deconstrucción de su familia, tal como la conocía.
Jaz dejó la escuela en Pergamino y se pasó al Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino (SEADEA). Su vida se transformó por completo y la cotidianeidad de Rosario generó sus impactos iniciales por contraste con su pequeña ciudad. Allí, entre coreografías estrictas, entrenamientos y estudios, había más ruido, más caos, y más conciencia del autocuidado por motivos de seguridad. Sin embargo, su espíritu autónomo y curioso la llevaron a una adaptación rápida y el Koi Ballet se transformó en su familia; para Jazmín aquel será siempre uno de los espacios más importantes de su travesía, donde formó amistades y lazos para toda la vida.

Junto a su papá, regresaban a ver a los suyos los fines de semana. Nada hubiera sido posible sin ellos, suele decir la joven. Su mamá, hermana, familia extendida y amigos, jamás la soltaron, confiaban en ella, la apoyaban y le recordaban que desde niña decía que a los quince traspasaría las fronteras para vivir en otra parte del mundo y cumplir su sueño.
Y así fue. La apertura definitiva hacia un nuevo cambio de vida sucedió cuando viajó a Tampa, Florida, a un concurso muy prestigioso (YAGP), donde los directores de las escuelas más importantes del mundo observan con ojo crítico a las concursantes bailar. La joven había rechazado becas importantes en el extranjero en el pasado, con la fantasía de cumplir su sueño mayor. Y allí bailó Jazmín, entre decenas de participantes, cuando un hombre se acercó a ella y le dijo que estaba impresionado y que quería ofrecerle una beca del cien por ciento, con alojamiento incluido, para su escuela de danza.
El hombre era el director del Royal Ballet School de Londres. El sueño de la vida de Jazmín estaba frente a ella, hecho realidad. Fue así que un buen día la adolescente hizo las valijas y llegó a Londres por primera vez el 8 de septiembre de 2022, justo el mismo día en que el mundo supo que la reina Isabel II había muerto. Allí estaba sola, sin conocer a nadie, pero decidida a dedicar su vida a su pasión. Tenía 14 años.

Royal Ballet Londres, cuando la realidad lo supera a la fantasía: “Todo es de película”
La tristeza de dejar su país, su familia, amigos, y su segunda casa en el Koi Ballet le duró dos días, a Jazmín la vida le sonreía. La timidez que traía de niña ya era un recuerdo del pasado, el cambio a Rosario la había entrenado en ese aspecto y pronto se integró a un grupo muy unido e hizo amistades. Su sueño de años superó todas su expectativas.

El trabajo era duro, pero, para Jazmín, lo más llamativo fue el cuidado de los directivos hacia los pequeños bailarines, que contaban con todo un complejo dedicado al ballet, con sus dormitorios, los salones para los estudios académicos -donde por la mañana asistía a la escuela británica-, y los salones de baile, donde pasaba las horas de la tarde.
“El lugar es un sueño, todo es de película, en el medio de Richmond Park, muy Harry Potter, es donde se alojan los estudiantes más chiquitos, de 11 a 16 años”, cuenta Jazmín, quien allí vivió durante dos años.

“Es un internado. Todos lo toman allí como una profesión, entonces estamos en la misma. Vivimos y respiramos danza, esa rutina. Luego de los dos años hice una audición y pasé a la escuela de los grandes, donde estoy cursando el segundo año de formación de tres que son en total hasta graduarme. Por la mañana ya no vemos en la parte académica cosas como física o biología, sino que es más específico a lo que hacemos y menos horas. Estudiamos psicología, nutrición, anatomía, historia de la danza. Después bailamos todo el día, no vemos mucho el sol, algo extraño”, dice con una sonrisa.

Un 31 de diciembre con tres deseos cumplidos: “Aprendí a manejar la presión para poder disfrutar, que es lo más importante en este camino”
Allá a lo lejos, en Pergamino, Jazmín cultivó tres grandes sueños desde muy chica: dedicar su vida a bailar, irse a los quince a vivir en otra parte del mundo, y un día ser parte del Royal Ballet de Londres.
Hoy, la joven nacida un 31 de diciembre de hace 18 años, repasa su camino recorrido desde una Londres que ama a pesar de la lluvia y se emociona: logró sus deseos incluso antes de lo esperado.

Sin dudas, cada paso que dio significó mucho sacrificio, cada decisión que tomó -como todo en la vida- requirió el duelo de lo que se debe dejar ir. Sin embargo, hay rasgos cruciales que ella trae consigo desde siempre, desde los días de Angelina Ballerina: el entendimiento de la dimensión de su deseo, el poder que significa tener la capacidad de elegir por motus propio y un amor profundo por el baile, el motor fundamental. Jazmín comprende que si deseamos destacarnos en algo, incluso la actividad que más disfrutamos puede transformarse por momentos en una muy dura. Ella demandará de nosotros mucha energía, días no tan buenos, días con algunas lágrimas y tropiezos. Pero si realmente amamos lo que hacemos, valdrá la pena.
“Mi experiencia de vida y en Londres es un aprendizaje continúo”, observa Jazmín. “Acá aprendo de idiomas y culturas, ya que nos cambian de compañeras de cuarto cada tres meses. Aprendí a ser más independiente, a manejar mis finanzas y a afrontar lo que antes tenía resuelto, como ir al médico sola y explicar en otro idioma lo que me duele”.

“Londres y el Royal me enseñan de reglas y disciplina, aprendí de los sí y los no”, continúa pensativa. “Aprendí a valorar más a mis afectos lejanos, a entender que acá mis amigos son mi familia. Pero sin dudas, aprendí a manejar la presión para poder disfrutar, que es lo más importante en este camino”, concluye.
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