Acudió a un alerta por una perra consumida por la sarna pero unos ojos oscuros que imploraban ayuda cambiaron sus planes: “No lo pude dejar”
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Era un invierno crudo y lluvioso, en un rincón olvidado del Bajo Flores, cuando acudió a un alerta: una pitbull mestiza, consumida por la sarna, sobrevivía dentro de una cucha de madera improvisada por los vecinos. Con cuidado, la cubrió con una manta y la tomó en brazos para acomodarla en el auto. Pero, cuando abrió la puerta del coche para subir a la perra, se encontró con una mirada que no estaba en sus planes.
Al lado de la pitbull esperaba sentado un perro negro, flaco y lastimado. Aunque no había un pedido de rescate formal para él, ni figuraba en las fotos del alerta, el animal tenía algo más poderoso: una mirada que pedía ayuda.

Mientras su compañera subía al auto, él miraba fijo, con el cuerpo tenso, esperando que el asiento trasero también fuera el espacio seguro en el que lo trasladarían hacia su nueva vida. Fue ese instante el que cambió todo.
“Supe que no podía dejarlo atrás. Así, sin protocolos, lo subí también al auto y cuando encendí el motor los amigos le dijeron adiós para siempre a la indiferencia y el abandono”, relata Laura Cedeira, periodista y voluntaria de Proyecto 4 Patas, una asociación civil con 18 años de trabajo voluntario e ininterrumpido dedicado a rescatar, brindar asistencia veterinaria, educar en derechos animales y buscar familia para los millones de perros que sobreviven en las calles de la provincia de Buenos Aires y de la Capital Federal.

López, como bautizaron al perro al que le calcularon unos seis años, llegó al refugio con el “combo” del abandono: sarna sarcóptica, heridas infectadas, ehrlichia y un diagnóstico posterior de hipotiroidismo que le dejó algunas marcas permanentes en su pelaje. Meses después, tuvo que enfrentar un tumor en la encía que le costó varios dientes. Pero mientras su cuerpo sanaba, su alma empezaba a florecer.

“Aquel perro triste y desgarbado resultó ser un personaje de película. Sociable, juguetón y con una mirada pícara que parece entenderlo todo, López se convirtió en la sombra de los voluntarios”, relata Laura. Pero hubo un vínculo que selló su destino final: la conexión especial con Luciano Carbone, uno de los fundadores de la ONG. Se volvieron inseparables.
Pasó un año y el equipo de Proyecto 4 Patas se enfrentó a una realidad inevitable: ya no querían que López se fuera. No buscaban una familia para él porque él ya la había encontrado en ese terreno donde, desde entonces, corretea todos los días. López no fue adoptado por una familia tradicional; él adoptó al refugio entero.

Hoy, López es mucho más que un rescatado; es una celebridad. Tiene su propio merchandising —tazas, buzos y remeras con su cara— que sus fans agotan en cada feria solidaria. La gente se acerca a las campañas de adopción solo para conocerlo, para ver de cerca a ese perro que “se autorescató” aquel día en el barrio 1.11.14.

Su inteligencia no deja de asombrar a quienes lo conocen. Fue el amuleto del Mundial 2022, siguiendo cada partido con su remera argentina y una pelota que, aunque nunca logra atrapar del todo, defiende con honor. Es el modelo estrella de los calendarios solidarios de P4P (se adquieren en la tienda online en la web (www.proyecto4patas.tienda/calendarios) y tienen la finalidad de mostrar a los perritos que están en adopción y recaudar fondos para solventar sus gastos.

Eso no es todo: frente a la cámara, López posa con la solvencia de un profesional, cumpliendo cada indicación del fotógrafo como si hubiera nacido para los flashes.

Cuando no está trabajando como modelo o embajador, a López se lo encuentra despatarrado, durmiendo boca arriba con las patas delanteras juntas, en su posición favorita de descanso absoluto. Es la imagen de la paz recuperada.

¿Un día típico en la vida de López? Se despierta con quien esté de guardia en el refugio, toma su medicación para la tiroides, luego desayuna y acompaña a darle los remedios a sus compañeros de cuatro patas que así lo requieren. Duerme siestas, pasea y juega.

“No es diferente a los otros perros que pasaron por el refugio o los que todavía están con nosotros y aguardan una familia. Pero López nos conquistó: es cariñoso, divertido, nunca tuvo un problema, siempre busca dar una pata para que todos se sientan bien. Todos estamos enamorados de López. Yo tengo una conexión especial con él y ahora que lo veo viejito, pienso qué voy a hacer cuando ya no esté con nosotros. No puedo explicar lo que siento por él”, dice con orgullo y emoción Luciano Carbone, uno de los fundadores de Proyecto 4 Patas.

López es el recordatorio viviente de por qué existe Proyecto 4 Patas, la asociación civil que lleva 18 años de trabajo voluntario ininterrumpido. “Su historia nos dice que ningún animal debería tener que ser rescatado, pero que mientras el maltrato sea la norma, habrá manos dispuestas a transformar esa realidad”, asegura Laura Cedeira.

De aquel perro abandonado ya no queda nada, solo su nombre. López hoy es feliz, sale a pasear cada día y parece comprender que él es el símbolo de una lucha: la de demostrar que, con voluntad y empatía, el mundo puede ser un lugar mucho más amable para los animales. Al final, López tenía razón aquel invierno de 2018: ese auto era su boleto a una vida donde el amor nunca más le iba a faltar.
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