Los historiadores del surf en Argentina conocen su leyenda. Fue el primer campeón nacional. Se consagró un inolvidable domingo 15 de octubre de 1967, en Playa Bristol, en las proximidades de El Torreón. Corrió sus olas con una pechera blanca sobre su traje de neoprene, con el número 9. Obtuvo 38 puntos, superó a dos competidores que, con el tiempo, se convertirían en leyendas del deporte: Daniel Gil y Raúl Muñoz. Eran tiempos fundacionales, por lo que a aquel primer certamen organizado por el Kikiwai Surf Club lo bautizaron "Fundación".
Cuenta la historia que el joven Adolfo y su grupo de amigos (integrado por Jorge Azulay, Tano Pugliese, Raulo Ibarreta y Donald McCluskey, entre otros) fabricaron su primera tabla con un plano que salió publicado en la revista Mecánica popular. Forjaron su pasión por el surf en el mar de Punta del Este. Solían buscar playas nuevas, más allá del arroyo Maldonado, pasando incluso La Barra. Descubrieron lugares ideales para surfear y, sin proponérselo, bautizaron algunas de las playas más reconocidas de Uruguay.
En 1963, con 18 años, Adolfo le compró una tabla –un longboard usado– a un surfista hawaiano llamado Joe Montoya. Ese verano, junto con Carlos "Tano" Pugliese y Jorge Azulay, comenzaron a frecuentar una playa desierta, sin nombre pero con olas perfectas. Una tarde los tres se metieron al mar y acordaron que el primero que corriese una ola obtendría el derecho de bautizar la playa. Ganó Cambiaso, por supuesto. Y le dio el nombre de su tabla, Montoya, sin pensar jamás que aquel nombre se mantendría para siempre. Buen ojo tenían los muchachos: aún hoy se disputan allí etapas del campeonato mundial de surf. Algo parecido sucedió poco después, en otra playa cercana, en una nueva competencia bautismal. Pero esta vez el ganador fue Pugliese, quien resolvió llamar a esta nueva parada surfista como la marca de su bronceador: "Bikini".
Fue durante aquellas excursiones, aunque algunos años más tarde, en 1967, que Carlos "Tano" Pugliese (quien, como su famoso hermano, el publicista y modelo Alberto Francisco "Nono" Pugliese, tenía facilidad para escribir canciones) compuso una de sus obras más populares: "Tiritando". La canción, a la que muchos insistimos con llamar "Las olas y el viento", se hizo famosa en la voz de su amigo Donald, pero todos en el grupo recuerdan a Adolfo haciendo coros con el pegadizo "sucundum, sucundum".
Adolfo abrazó la pasión por el mar desde chico. Fue campeón de natación durante su primaria en el colegio escocés Saint Andrew’s. Tras su consagración en el surf, abrazó con entusiasmo el windsurf, aunque lo abandonó luego por el kite surf ("que requiere menos equipo", solía decir). En noviembre de 2003, en Nordelta, salvó la vida de su íntimo amigo, el empresario Eduardo Costantini, que mientras practicaban kitesurf en la laguna del barrio "La Isla" fue arrastrado contra una pared de piedra. Hizo también esquí acuático y durante un tiempo tuvo un velero con el que corría –y también ganaba– regatas.
Fue piloto de aviones chicos. Solía cruzar a Uruguay al mando de su propia avioneta, con su familia. Quienes lo vieron en el aire lo describen como un intrépido, "casi un kamikaze", bromean. A principios de los 70, tras su matrimonio con Martina de Estrada Láinez, se fue a vivir al campo de su familia política, en Cañuelas, que entonces se llamaba "Los Lagartos". Allí –"porque se aburría", agregan sus íntimos– comenzó a jugar al polo. Empezó tarde, a sus 30 años, pero llegó a tener cuatro puntos de handicap. Emprendedor, inquieto, fundó la primera escuela de polo de Argentina: La Martina Polo Ranch. En aquellas canchas y caballerizas, formó al mejor polista de todos los tiempos, su hijo Adolfo Cambiaso, cuya leyenda es tan grande que alcanzó a eclipsar, pero jamás opacar, la suya propia.
Hoy, a sus jóvenes 74 años, Adolfo Cambiaso vive en Uruguay, sobre la playa de Manantiales, donde se consagró campeón sudamericano de surf en 1970. Durante los veranos practica paddle surf junto a su hijo y sus nietos, Poroto y Mia.
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