El gran público la conoció hace poco más de un año, cuando conquistó a todos con su fabulosa voz en la ceremonia de apertura de la Copa del Mundo. Aida Garifullina (31) ya era una cantante lírica en ascenso cuando fue convocada para participar, junto con Robbie Williams, del show que inauguró el campeonato de fútbol en junio de 2018. "Estaba muy nerviosa. Había podido hacer una sola pasada con Robbie antes del show porque al día siguiente cantaba con Valeri Guérguiev, Plácido Domingo, Juan Diego Flórez y Anna Netrebko, todas estrellas de la ópera, en la Plaza Roja, así que fueron días muy intensos", cuenta la soprano rusa, quien aún recuerda la "energía increíble" que sintió ese día en el estadio Luzhniki de Moscú. "Cantar para 80 mil personas y los millones que siguieron la ceremonia por televisión fue una de las cosas más emocionantes que hice en mi vida", agrega Aida, quien un mes después volvió al mismo escenario: esta vez, para interpretar "Kalinka", una conocida canción folklórica de su país, durante la ceremonia de clausura.
–¿Qué impacto tuvo ese show en tu carrera?
–Si bien el mundo de la ópera ya me conocía desde antes [en 2013, con sólo 26, ganó el Concurso Operalia, la competencia internacional que Plácido Domingo creó en 1993 para descubrir nuevos talentos, y en 2017 lanzó su primer álbum con el sello discográfico Decca Records], la Copa del Mundo hizo que personas que no van a la ópera, y que tienen gustos más mainstream, supieran de mí.
UN DEBUT CON ACENTO PORTEÑO
Seguida por más de 750 mil personas en Instagram, donde sorprende con su gran sentido fashion, Aida llegó a Buenos Aires para dar su primer concierto en el Colón. Entusiasmada con la recepción del público especializado (las entradas volaron a los pocos días de haber salido a la venta), la soprano recibió a ¡Hola! en su suite del hotel Emperador unas pocas horas antes del gran debut en el Colón. "Aterricé ayer. Fue un viaje tranquilo, pero muy largo… ¡Catorce horas! Volé desde Londres para estar más cerca; si no, el vuelo hubiera sido eterno desde Kazán, mi ciudad. El concierto valía la pena: había escuchado mucho de Buenos Aires y de su gente. Sabía de la base de fanáticos de la música clásica que hay acá y de cómo los conciertos importantes suelen agotarse".
–Imagino que habías oído hablar de la famosa acústica del Colón.
–Claro, y no puedo esperar a probarla con mi voz. El teatro está entre los mejores del mundo, junto con el Metropolitan de Nueva York, el Royal Opera House de Londres y la Ópera Garnier de París. Siempre es lindo cantar para una audiencia que está preparada para oír este tipo de música.
–¿Cuántos ensayos vas a tener antes del concierto?
–El primer ensayo va a ser de piano y después voy a tener dos más con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Voy a estar preparadísima. Los cantantes líricos estamos acostumbrados a manejar ese tipo de presión.
Nunca busqué ser la número uno, ni estar sola en el podio. Creo que en la ópera, el proceso de aprendizaje no termina nunca
DE CUNA LÍRICA
Su madre, Layla Ildarovna, maestra de coro, fue quien la inspiró a convertirse en cantante de ópera y de quien recibió sus primeras clases de canto. "Con 3 años me pasaba el día cantando, ya fuera jugando, comiendo, caminando, siempre tarareaba. Mi madre, entonces, empezó a enseñarme canciones. A los 5, subí a un escenario, en un concurso televisivo de Moscú. Canté un tema de jazz, bailado, y a la gente le encantó. Me sentí muy libre frente a la cámara", resumió tiempo atrás, en una entrevista con un conocido diario español.
–¿Qué es la música para vos?
–Es mi vida, creo que no podría vivir sin ella. Si bien podría dedicarme a otras cosas, ninguna otra actividad podría hacerme lo feliz que me hace cantar. Es mi medio, mi lenguaje. La música me permite ser libre, hacer lo que mi corazón y mi alma quieren. Para mí, la música no es sólo ópera, es jazz, es pop… es todo.
–¿Tus padres eligieron bautizarte Aida por la ópera de Verdi?
–No, mis padres eligieron ese nombre porque en árabe Aida significa ‘regalo’. Me llamaron así porque mi llegada fue un obsequio para ellos. Espero que el destino de la Aida de Verdi no sea el mío [Aida es una princesa etíope capturada y llevada a Egipto como esclava, y muere junto a su amor].
–¿Qué lugar ocupa hoy tu madre en tu carrera profesional?
–Ella es parte de mi equipo y la única persona que puede corregirme durante los ensayos: "Aida, tenés que cambiar esto y aquello". Estoy muy agradecida con ella y con papá: siempre nos asesoraron muy bien a mi hermano y a mí.
–¿Qué habría pasado si ella no hubiera sido maestra de canto?
–Creo que uno no puede cambiar su destino. Si mamá no me hubiera abierto las puertas de la música, estoy segura de que habría encontrado este camino por mi cuenta.
–La voz es tu tesoro, ¿cómo la cuidás?
–En principio, no la pongo en riesgo y no cometo errores. Me voy a dormir temprano, no tomo alcohol, no fumo y la ejercito a diario con una coach vocal. Hay que cuidar de las cuerdas vocales, que son muy finitas. Y como Pavarotti, siempre tengo un pañuelo en la garganta.
–El mundo aún recuerda a María Callas, su inigualable voz y su tormentosa relación con Aristóteles Onassis. ¿Su historia te inspira?
–Como cantante lírica, sí, pero como mujer sufriente, no. ¿Cómo podría ser inspirador un final tan triste? Leí muchos libros sobre ella y no creo que todo lo que se escribió sea verdad. Creo que era una persona muy fuerte y muy trabajadora. Al día de hoy, la ópera sigue siendo sinónimo de María Callas y eso sí que me resulta inspirador.
–Se sabe poco y nada de tu vida privada...
–Se sabe poco porque nunca hablo de mi vida privada. Sólo cuento que soy mamá de Olivia, mi bella hija, que va a cumplir 3 años en octubre.
–¿Olivia canta?
–Por ahora, no. Sólo quiero que sea feliz y que sepa que, elija lo que elija, siempre voy a estar a su lado.
–Se dice que estás en el top cinco de las mejores sopranos. ¿Cómo se siente esa presión?
–La verdad, no pienso en eso. Estar entre las mejores no fue un objetivo para mí. Nunca busqué ser la número uno, ni estar sola en el podio. Disfruto estar entre los grandes maestros y aprender de ellos porque, en la ópera, el proceso de aprendizaje no termina nunca.
Olivia, mi bella hija, va a cumplir 3 años en octubre. Sólo quiero que sea feliz y sepa que, elija lo que elija, siempre voy a estar a su lado