Comer en las alturas, un privilegio urbano único
Escondidos en las torres porteñas, varios restaurantes ofrecen la posibilidad de disfrutar de sus platos con una espectacular vista a la ciudad
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Año 1927: Alemania estrenaba la obra maestra de Fritz Lang, el film Metrópolis , una distopía futurista cuyo afiche mostraba rascacielos apuntando al cielo. A los porteños de esa época, la imagen no les era ajena. Apenas cuatro años antes, se había inaugurado en Buenos Aires el Palacio Barolo, un guiño arquitectónico a la Divina Comedia, de Dante Alighieri, con 100 metros de altura. En 1936, el Kavanagh alcanzaría los 120. Hoy, ambos edificios siguen en pie, rodeados de otros que los sobrepasan en tamaño y altura. De hecho, se encuentra en construcción la torre residencial que será la más alta de América del Sur: el Alvear Tower, de 235 metros. Y en este contexto surge la posibilidad de comer en las alturas: restaurantes ubicados dentro de los edificios, que aprovechan la espectacular vista de los pisos altos.
Con sello europeo
El Club Danés está en el piso 12 del edificio donde se encuentra la embajada de Dinamarca (Av. Leandro N. Alem 1074). La altura asegura una preciosa vista al Río de la Plata. Abierto de lunes a viernes al mediodía, es el secreto a voces de los oficinistas que buscan almorzar bien, a un precio razonable. La especialidad son los "smørrebrød", panes enmantecados que traen salmón ahumado con crema, eneldo y limón; lacha marinada sobre pan de centeno con aros de cebolla o rosbeef con pepinillos agridulces.
Cada día hay cuatro platos especiales, uno de los cuales es el típico dinamarqués, como frikadeller (albóndigas de cerdo con papas y repollo colorado agridulce) o biksemad (dados de carne de ternera y cerdo salteados con papas y cebollas). Para el digestivo, una copa de akvavit .
A pocas cuadras, el Club Alemán (Av. Corrientes 327) sube la apuesta con una vista panorámica hacia tres de los cuatro puntos cardinales. En este caso, desde un piso 22.
El fuerte de la cocina proviene de la mesa fría, un buffet self service con especialidades alemanas. Fiambres ahumados, quesos macerados al whisky, trucha ahumada y carnes agridulces marcan la impronta centroeuropea, junto a platos de raigambre porteña, como lengua a la vinagreta o vitel toné. Un dato: están por cerrar por refacciones y reabrirán a mediados de año.
Otras opciones
Lejos de la zona céntrica, Miyako Sushi se ubica en un 6° piso en el centro comercial de Flores (Av. Nazca 388). Este restaurante se inauguró en 2003 y no sólo ofrece sushi, sino cocina japonesa caliente. Así, las opciones van desde yakitori ( brochette de pollo con salsa teriyaki ) hasta katsudon (milanesas de cerdo en caldo), pasando por tofu frito, tempura, platos al wok, sopas, langostinos en panka y luego, sí, el sushi, en versiones de niguiri , makinomo , uramaki y sashimi . Las mejores ubicaciones son los boxes o junto a las ventanas.
Los restaurantes ubicados en edificios aseguran privacidad. Por esto, son varios los clubes de colectividades que los usan para sus propuestas gastronómicas. A los anteriores ejemplos, se suma el Club Sueco, en Monserrat (Tacuarí 147). Abre al mediodía y los viernes por la noche, con un menú dedicado a los sabores de Suecia. Vale la pena ir en las noches Smörgåsbord, los segundos y terceros viernes de cada mes, cuando se ofrece una mesa fría con salmón ahumado y gravlax , huevos con caviar, variedad de quesos y fiambres o carnes de caza.
El circuito puede continuar en el Sky Bar del Hotel Pulitzer, una terraza con deck de madera en el piso 13 de este edificio céntrico (Maipú 907). Allí, se pueden beber cócteles clásicos y de autor, junto a tapeos varios. Los jueves hay un ciclo de DJ y música en vivo, desde el jazz de los años 50 hasta el soul eléctrico y el house . Eso sí: quien quiera ir deberá apurarse, ya que cerrará a fines de abril, hasta el próximo verano.
Comer allí arriba es un privilegio urbano único. Para el futuro Rock in Río en Buenos Aires -con fecha en 2014- aseguran que habrá un restaurante en la icónica torre del ex Parque de la Ciudad, en Villa Soldati, con vista de 360° desde sus 176 metros de altura. Mientras tanto, hay otras opciones donde mezclar el vértigo con la buena cocina.
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