La secuencia de sus compras asciende en una escalera meteórica hacia lo sagrado. Primero fue una vaca. Luego, un niño futbolista que escondía la promesa de convertirse en el próximo Messi. Por último, un dios. A todos los pagó en efectivo, con algunas negociaciones de por medio. Todos fueron la puerta de entrada para desentrañar los dispositivos internos de una economía globalizada en la que se venden hasta los sueños. Todos fueron parte de un mismo objetivo: escribir un libro de no-ficción. En los últimos años, el periodista y cronista chileno Juan Pablo Meneses se convirtió en un comprador compulsivo de seres terrenales y divinos para darle vida a lo que llamó "periodismo cash", un viaje de relatos que se sumergen, desde los ojos del comprador, en las sombras de los mercados mundiales. Y en esa travesía, terminó por convertirse en el emisario de extraño credo religioso: el periodismo freelance.
Luego de desmenuzar paso a paso el modelo de producción de carne vacuna en La vida de una vaca (Planeta), y de mostrar los entretelones perversos de ese orden mundial en el que "hay pueblos que nacen para crear futbolistas y otros para comprarlos", en Niños futbolistas. Una crónica radical sobre el negocio del fútbol (Del Nuevo Extremo), su próximo libro –que será publicado este año–, revelará las vicisitudes que atravesó para comprarse un dios en la India y transportarlo por el mundo. Pero entre medio de sus compras, con su dios a cuestas durante el último tramo, Meneses también abrió una escuela de periodismo latinoamericano, diseñó una iglesia en Stanford, lanzó una diplomatura online de periodismo narrativo y fundó una religión en Nueva York. Todas con el mismo sello: su condición de ser portátiles, de viajar con aquellas personas que se unieran a la causa del periodismo freelance, al que define como "una actitud de vida". Su última criatura es un proyecto que planea unirlos a todos, una plataforma digital llamada Portable Journalism (Periodismo Portátil), cuya misión será la de nuclear al ejército acéfalo de periodistas, que hoy pululan por las calles, buscando medios donde publicar esas historias que le escuchan contar al mundo.
"El objetivo es conectar a los freelance directamente con los medios. Tener una inmensa base de datos, filtros de búsqueda y la posibilidad de calificarse unos a otros. Cada día hay más periodistas freelance y los medios tienen las redacciones más chicas", dice Meneses en una videollamada desde Chile, donde está ultimando los detalles para el lanzamiento de la plataforma junto con la empresa aceleradora de negocios Start-Up Chile. "En este escenario, Portable Journalism es como un Tinder de periodismo, donde los medios y los freelance se van a juntar para tener una nueva historia".
Sobreviviendo
En marzo de 2016, Meneses renunció a la dirección del periódico chileno HoyxHoy –una publicación gratuita del diario El Mercurio–, que había fundado hace cuatro años para volver a su condición de freelance. Escapó de la redacción, pero se quedó sin dinero. Hasta que pergeñó una idea que lo devolvió a la ruta: crear una comunidad online de periodistas freelance. Ese proyecto le valió una beca en la Universidad de Stanford. Fue el primer brote de Portable Journalism, que desde hace cuatro meses abrió su convocatoria y será lanzado a fines de este año.
"En Stanford tomé clases en la escuela de negocios, donde están todos los tipos de Sillicon Valley, Google, Facebook, que quieren hacerse millonarios, y yo iba preguntando. Usé esas herramientas para diseñar una red latinoamericana de periodistas, que es una red de trabajo para los freelance", explica Meneses, cuyas crónicas alrededor del globo recorrieron las páginas de las principales revistas y diarios latinoamericanos y del New York Times.
"Creo que el gran peligro de hoy es romper con el grupo y la comunidad y hacer puros caminos en solitario. Cuando me llamaron a dirigir HoyxHoy, sabiendo que yo había trabajado siempre afuera de las redacciones, no terminaba de entender. Hasta que vi la ecuación. El que es freelance algo entiende de supervivencia, y los diarios ahora necesitan sobrevivir".
Durante su estadía en Estados Unidos, el proyecto que había presentado fue transmutando al entrar en contacto con sus libros. Comprar un dios en la India para escribir sobre cómo hacerlo, también lo llevó a ser becado por el Departamento de Religión y Medios de la Universidad de Nueva York para darle cobijo a su divinidad. Comenzó a reunirse con abogados y contadores, siguiendo el camino legal para fundar una iglesia y una religión: la "religión portátil". "La idea de una espiritualidad freelance, con su propia religión, que brinda completa libertad sexual, de ideas, de sentimientos, es una especie de símbolo de esta época", dice Meneses. "Es un proyecto que se va a terminar con la publicación del libro, pero que me dio una plataforma para pensar a Portable Journalism. El año pasado, desde Stanford, hice un censo de freelance, que presentamos en Sillicon Valley. El 80% de los encuestados lo hacía por opción personal. Eso habla de una necesidad de libertad, que también tiene sus peligros".
El nodo conflictivo en el que se expresa esta desconexión entre medios y freelance, que persiguen la libertad, para Meneses, radica en el crecimiento sostenido de las llamadas fake news, en ese río infinito de noticias falsas que circulan por las redes sociales con el único objetivo de desinformar y volver difusos los acontecimientos. "Hay una equivocación al pensar que las fake news solo perjudican a los medios –señala–. Cada vez que circula una historia que es mentira, aumenta el terror de los medios a contratar a alguien que no conocen bien. Lo que queremos hacer es filtrar esta especie de tierra de nadie para poder ver al freelance como una voz autorizada que brinda información válida".
El nuevo, nuevo periodismo
Detrás de aquella idea inicial, que llevó a Meneses hasta Stanford, se escondía la posibilidad de que los mecanismos del periodismo hayan sido trastocados para siempre. Una posibilidad que, para él, se fue convirtiendo en certeza a medida que avanzaba en su proyecto. "Hay que entender que el periodismo está cambiando a nivel mundial. En Estados Unidos, de los mejores alumnos de una carrera de periodismo, ninguno postula para agarrar una silla en el New York Times. Eso se terminó", asegura este cronista multifacético, que se reconoce también bajo la figura del emprendedor. "Es algo que he observado en toda Latinoamérica. Las nuevas generaciones prefieren trabajar tres días manejando un Uber, dos días en un bar, y luego escribiendo solamente lo que les gusta y cómo les gusta. Y no es algo que suceda solo en el periodismo, es algo que le pasa a un economista, a un arquitecto o un médico".
El quiebre en su mirada sobre el oficio terminó de producirse en la masacre que el año pasado tuvo lugar en las Ramblas de Barcelona –perpetrada por el Estado Islámico– cuando una camioneta blanca atravesó las calles atropellando a quienes caminaban por allí y dejando un saldo de dieciséis muertos y más de cien heridos. En ese momento, la interminable lista de medios de distintas partes del mundo, recurrían a las redes sociales para encontrar periodistas que pudieran hablar desde el lugar y sortear los escuetos cables de las agencias de noticias, que habían sido acordonados por el gobierno para no filtrar demasiados datos.
"Buscaban gente por Facebook y eso es muy peligroso. No solo por el tratamiento de la información, sino porque esas ofertas nunca llegan salvo que seas amigo de las personas indicadas. Eso genera una segregación", sentencia Meneses, para quien el fondo de todos sus proyectos, sigue radicando en la búsqueda de esa sustancia indefinible que habita adentro de una buena historia. "Me gustaría tener más elementos científicos para validar esto, pero puedo decir que sé que estoy frente a una buena historia cuando no puedo vivir si no la escribo. Entonces, lo que termino haciendo es buscando todos los caminos posibles para escribirla y poder vivir tranquilo".
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